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Gracias a las experiencias adquiridas: viajes, concursos y clases dentro y fuera del país, el bailarín y docente Bryans Smith Carvallo Flores (29) ofrece clases de chamamé, tanto para divertirnos como para desafiarnos a nosotros mismos y conectarnos con nuestro interior. “Busco aportar todo lo que he aprendido del chamamé en estos años, quiero hacerlo con respeto, convicción y coherencia”, afirma. Bryans es paraguayo, pero con mucho contacto con el folclore argentino, principalmente el chamamé. “Soy un enamorado del Litoral”, dice. Actualmente cursa licenciatura en danza (FADA-UNA). Se dedica de lleno al baile. Comenzó cuando tenía 10 años en la Escuela Municipal de Capiatá. Baila profesionalmente desde los 17. Fue integrante del grupo Los Latinos Paraguayos en los cruceros Costa Luminosa y Costa Deliziosa. “Mi sueño es llegar a ser –con mi dupla de coreografía– Pareja Nacional del Chamamé (Festival Nacional de Corrientes), ya he participado y estuve muy cerca”
–Para los novatos, ¿qué diferencia existe entre la polca y el chamamé?
–Desde el punto de vista artístico ambos géneros tienen instrumentos en común. Musicalmente la polca, el sincopado paraguayo, el chamamé tienen vertientes que marcaron los músicos. En la polca, en determinado momento, la pareja, por ejemplo, suele soltarse para hacer una coreografía de toreo-persecución e improvisa, en cambio en el chamamé la dupla está enlazada, abrazada, no se suelta.
–Nos relata un cortejo, un encuentro de enamorados.
–En esta danza el contenido tiene que ver con la caballerosidad, encontrar a la mujer más que un lugar protagónico, de acompañamiento; así las parejas no se toman, se enlazan de manera espiritual a la hora de bailar.
–¿Qué necesitamos para bailar bien chamamé?
–Creo que amar la música, mucho sentimiento; en Corrientes, los chicos ya nacen bailando y amando el chamamé. Es un amor muy popular y eso hace que siga vigente.
–¿Qué aporta esta música culturalmente?
–Hace poco el chamamé fue aprobado como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Unesco. Su aporte a los pueblos tiene que ver con la paz y la unión de una cultura chamamecera, mejorar la calidad de vida de los pueblos, comprometerse con la naturaleza, los ríos, la vegetación; es decir, el medioambiente; mejorar nuestra humanidad a través de la música.
–¿Qué exponentes del chamamé son tus referentes?
–Don Tránsito Cocomarola, Isaco Abitol, Ernesto Montiel, Antonio Tarragó Ros, y conjuntos como Ubeda Chávez, El Cuarteto Santa Ana, el Trío Cocomarola.
–Los versos del chamamé pueden erizar la piel.
–”Corrientes todo un país/ sombrero patý cuchillo/ revoleo mi ponchillo mientras bailo un chamamé/ linda lengua el guaraní/ sino termina en ‘e’ seguro termina en ‘i’/ Virgencita de Itatí/ tus hombres se llaman gente/ y en la República de Corrientes/ gente macho, ¡añamemby!” (Crescencio Lezcano y Eugenio Cabañas).
–¿Cómo desarrollás las clases?
–Las clases duran una hora, es para todas las edades. Traer ropa cómoda; el caballero puede tener una remera y un buzo, alpargatas, y la dama, una remera, pollera, alpargatas. En cuanto al baile es para principiantes e intermedios, no requiere mucha técnica, existen figuras o pasos básicos. Se puede venir cada sábado o intercalado (como si fuera una bailanta).
–¿Qué define un nivel avanzado?
–Avanzado es cómo se ve en el escenario, las formas, el destaque del varón y el acompañamiento de la dama. También puede surgir un pequeño zapateo. Muchos detalles se extraen de ideas que van surgiendo, por ejemplo, yo me nutro mucho en los bailes populares; vi unos muchachos haciendo juegos como que un caballo relinchaba, y eso lo voy trabajando. De eso se nutre el chamamé, de lo que se vive en el campo.
–¿Qué otra lección deja dedicarte al chamamé?
–Tuve el privilegio de conocer a grandes artistas chamameceros, y de charlar con ellos, como Juancito Güenaga y su Conjunto. Cuando fui al Festival del Chamamé todos los jóvenes se juntaban a bailar y a lanzar sapukái, era folclore vivo, auténtico. Me conmueve mucho la movida de los jóvenes, me gustaría que nuestra polca también siga viva.
Un poco de historia
El chamamé es una modalidad tradicional de la provincia de Corrientes, Argentina. Su historia trasciende el tiempo y el espacio, en su origen se integran los rasgos culturales del aborigen guaraní y del descubridor español.
Yapeyú fue un centro de formación de músicos, técnicos en construcción de instrumentos musicales, de grupos corales y danzas con un repertorio.
Desde ese epicentro, el guaraní, luego del mestizaje, aparece con una nueva fuerza expresiva que determinará
–tras años de aprendizaje con la guitarra española, violines y acordeón de dos hileras de teclas– que se produzca el fenómeno de generar ritmos tan identificatorios que promueven un estilo y una modalidad coreográfica. Enrique Piñeyro, historiador, describe al chamamé como “bailar bajo la enramada”.
En el norte de la provincia se baila el chamamé kangy (lento y romántico), en el centro se baila y se toca el chamamé kyre’ỹ (alegre, movido, gallardo); en cambio, en la costa de Uruguay se toca y baila el chamamé syryry (enérgico y acompasado a la vez), cada estilo se caracteriza además por los instrumentos utilizados.
El sapukái nace de distintas formas, están las de alegría, de festejo, frente al baile, a la música; están las de avisos (por ejemplo: buscar tropas de ganado que se han perdido), y está el sapukái colí, corto y rápido para expresar emociones, entre otros.
¿Qué es el chamamé? Un sentimiento que se canta, una emoción que se baila, la evolución de las personas que con instrumentos musicales fueron generando un ritmo particular, un ensamble musical único, un estilo propio que crean las famosas “escuelas chamameceras” de reconocidos artistas litoraleños.
/más info/
Academia de baile Petronita Vinader (0982) 920-982
Fotos: Gentileza.