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Poshegemonías
El covid-19 no ha transformado demasiado el orden mundial en sus dimensiones ambientales, socioculturales y políticas; no tanto, al menos, como se esperaba en los primeros tiempos de la pandemia. Pero es indudable que cambiaron cuestiones fundamentales: a la larga, lo que hizo el virus global fue poner en blanco y negro los conflictos de un modelo hegemónico colonialista basado puramente en la búsqueda del beneficio económico, el saqueo de los recursos ambientales y la especulación financiera. La feroz desigualdad promovida por este sistema se volvió más patente en el curso de sistemas menguados en su esfera pública, carcomidos por la expansión imparable del capital.
La ausencia de políticas sociales, sanitarias y ambientales impactó especialmente en la caótica escena abierta en el 2020. La pandemia coincidió con la crisis del neoliberalismo –en cuanto modelo hegemónico mundial– y, en consecuencia, con el develamiento de ciertas coberturas ideológicas que solapaban sus costados más brutales. Antes que suponer la caída del régimen del capital financiero, esta situación promovió rápidamente nuevos acomodos de los poderes mundiales, pero también abrió la posibilidad, la necesidad, de imaginar nuevas maneras de concebir el mundo más allá del juego imparable de la pandemia capitalista.
Los otros futuros
Tras ese intento de reimaginar la convivencia social y el régimen mismo de la estatalidad, mucha de la atención se vuelve hacia culturas que viven, o tratan de vivir, de manera diferente a la hegemónica. Los pueblos indígenas pueden dar indicios fundamentales acerca de regímenes sociales alternativos basados en la solidaridad, la reciprocidad, el desarrollo ético y la buena administración de los recursos naturales. Pueden acercar pistas acerca de diversos medios de plantear el sentido y concebir el mundo. Como ejemplo: hoy, cuando las sociedades occidentales se debaten obsesionadas ante la incógnita de un futuro poscovid, resulta necesario atender sistemas de temporalidad ajenos al evolutivo lineal moderno, el que señala caminos únicos tras la acumulación y el progreso. Los pueblos guaraníes, por ejemplo, no ordenan el transcurso del tiempo de manera secuencial y a partir de lo ya sucedido: los regulan empleando duraciones y posiciones regidas por sensibilidades y percepciones singulares, asumiendo las fuerzas azarosas de la memoria y el deseo. Estas operaciones son posibles gracias a la complejísima y eficiente estructura lingüística del idioma. En el guaraní, los tiempos verbales se articulan flexiblemente mediante modificadores (prefijos, sufijos, adverbios y partículas temporales) que habilitan innumerables modulaciones temporales y permiten, por ejemplo, nombrar pasados que esperan ocurrir y presentes que se desdoblan en niveles paralelos, así como futuros que ya fueron o que podrían o no llegar a ser. Esta eficiente ingeniería gramatical resulta apta para asumir posiciones ante la pregunta por el futuro que sobrevendría a la pandemia; una desgracia que comenzó probablemente mucho antes de que se tuviera conciencia de ella y que, seguirá resonando en configuraciones diferentes marcadas por los tiempos del trauma, la memoria o la obstinada expectativa que toda cultura debe mantener para seguir promoviendo sentido.
La cultura guaraní centra su núcleo de sentido, su tekokatu, en clave de acontecimiento; “acontecimiento” tomado en la acepción de lo que no puede ser concluido en el curso de una evolución lineal y permanece abierto como factor fundacional de procesos diversos. En esa clave, lo que está ocurriendo o lo que ya ocurrió traspasan la línea del porvenir y se abren a la vasta gama de temporalidades dispuestas entre la virtualidad de lo que podría ser y la necesidad de lo que debe ser realizado. En la cultura guaraní constituyen imperativos éticos la construcción del tekoha, el espacio-tiempo del singular modo de ser social (el tekokatu, el sentido de la comunidad), así como el esfuerzo por alcanzar el tekoporã, el convivir buena y bellamente: un compromiso ético/estético que complejiza el modo de imaginar lo público y de trazar las cartografías de lo común. El hecho de que precisamente las culturas indígenas sean excluidas de las escenas públicas nacionales, cuando no perseguidas hasta el exterminio, exhibe el fracaso del orden mundial hegemónico y fuerza a observar la experiencia de contratos sociales efectivamente equitativos y de economías aliadas de la biodiversidad.
La restitución
El libro La cima sagrada de Jasuka Venda. Movimiento guaraní ejemplar, escrito por María Graciela Ocáriz Penoni y Cristóbal Ortiz Lovera, constituye un aporte excepcional en la dirección que viene siendo asumida en este texto. En medio de la crisis que desacredita los paradigmas de Occidente, aparece el milagro de un acontecimiento que marca un hito reconfortante en términos micro y macropolíticos.
La recuperación del cerro Jasuka Venda por comunidades paĩ tavyterã supone la concurrencia de complejísimos dispositivos jurídicos, políticos, sociales, culturales y científicos movilizados por el tesón de un pueblo que ha sabido ganar solidaridades personales y alianzas institucionales sin negociar principios ni ceder en lo relativo a sus valores. En verdad, es un caso ejemplar. Por un lado, culmina eficazmente un litigio entablado contra el Estado por la posesión y titularidad de un área indígena paradigmático, supone la activa participación del pueblo paĩ tavyterã a través de sus representantes legítimos, implica sinergias inéditas entre instituciones y personas pertenecientes a estamentos diversos y moviliza recursos estrictamente legales. Por otro lado, articula investigaciones rigurosas en el curso de disciplinas dispares e incluye estudios etnohistóricos que enriquecen la comprensión del pueblo paĩ tavyterã. Por último, constituye un aporte invalorable al patrimonio tangible e intangible de este pueblo con proyecciones que afectan el patrimonio nacional y universal, promueve el cuidado de los componentes biofísicos recusando toda forma de degradación ambiental, y planifica rigurosamente la sustentabilidad de esta conquista apelando a las tradiciones y saberes propios paĩ tavyterã.
Nombrar el acontecimiento
La recuperación del Jasuka Venda constituye, pues, un caso que merece ser inscripto, consignado y celebrado. Este libro es, en parte, la historia y la memoria de esa movilización, de esa gesta, a través de la documentación adecuada, la rigurosa investigación, la exposición de los alegatos legales y la descripción de los procesos técnicos que avalan la recuperación de parte del territorio original. También es una relación de los trabajos de articulación política e institucional que permitieron el eficaz cumplimiento de la reivindicación del cerro.
Pero el libro es mucho más que un registro y una compilación de informes y datos, y mucho más que el relato histórico de una causa justa y sus muchos expedientes, trámites y dificultades. Es una compleja aproximación a un acontecimiento que, por definición, involucra muy diversos factores, fuerzas y anhelos, creencias y compromisos ético-existenciales imposibles de ser reducidos al orden de una escritura académica convencional. Por eso, los autores bordean con atención, con delicadeza, las grandes cuestiones que movilizan el texto asumiendo diferentes emplazamientos y estilos escriturales y regulando distancias y perspectivas de abordaje. Es que, si los acontecimientos son en sí mismos inaccesibles desde un sola posición, en el ámbito de la cultura guaraní su aproximación exige extremar rodeos, asumir perspectivas cruzadas y cuidar la dimensión del lenguaje utilizado.
La eficacia de las palabras
Para los pueblos guaraníes, el término ñe’ẽ significa al mismo tiempo “palabra” y “alma”. El decir, se encuentra involucrado en las potencias de lo dicho y avalado por la dignidad del verbo, que llena de resonancias el espacio del hablar: el recinto del vivir. Por eso, las referencias al proceso de recuperación del Jasuka Venda no pueden ser desprendidas de los intensos contenidos poéticos, existenciales y filosóficos de una cultura que enlaza los componentes de la palabra-alma no solo en el plano simbólico del lenguaje, sino en fuerza real e imaginaria que lo habita y lo llena de fuerzas, fuerzas capaces de mover montañas.
En el ámbito de la cultura guaraní, las palabras, hechos y cosas constituyen copias de modelos ejemplares. Este hecho induce a menudo a la tentación de hablar de cierto momento platónico de la cultura guaraní. Pero libre de la dicotomía que en la metafísica occidental disocia materia y espíritu, en aquel ámbito, el ideal puede ser alcanzado terrenalmente a través de arduos procesos de perfeccionamiento. Las faenas que los integran apuntan a principios ético-religiosos expresados en las palabras-alma, encarnados en las formas de vivir cabal y bellamente e impulsados mediante la práctica constante de danzas, rituales y oraciones. El conjunto de esos complicados procesos culmina en el aguyje, el estado de plenitud ideal, el que cruza el umbral de lo inaccesible. Para los paĩ tavyterã, el Jasuka Venda significa el lugar utópico posible, conquistado en pos del ideal del tekokatu y alimentado de las fuerzas vivificantes de la naturaleza.
El poema primordial
Resulta fundamental, por lo tanto, la inclusión en este libro de los registros orales del gran himno cosmogónico rescatado en la década de los años 40 por Marcial Samaniego y publicado por este y Leon Cadogan en 1956. Esta presencia se vincula de manera indispensable a la tarea emprendida en el ámbito jurídico, político y científico para recuperar y preservar el área de Jasuka Venda. De este modo, el trabajo macropolítico, orientado a la conquista de derechos territoriales y patrimoniales, se complementa con el micropolítico, impulsado en la memoria y las certidumbres, así como en las formas de ser, sentir y pensar que signan la cultura paĩ tavyterã y la impulsan a seguir buscando el camino del buen-bello-vivir.
La junción entre la recuperación del Jasuka Venda y el extraordinario himno religioso de los paĩ tavyterã, reverberante de poesía y densidad filosófica, impide que la reivindicación y restitución del cerro sean concebidas solo en sus innegables valores jurídicos, patrimoniales, políticos y ambientales. Meliá subraya la distinción guaraní entre el yvy, la tierra en sentido físico, y el tekoha, la sede de la comunidad, el lugar donde esta se constituye con vistas al ideal de bienestar y plenitud. El tekoha es el territorio socioculturalmente construido: la escena donde se re-presenta el esquivo sentido comunitario.
Avalado por saberes crecidos durante milenios, cimentado por el alma de las palabras, el Jasuka Venda es mucho más que territorio propio con justicia reconquistado, y es mucho más que hábitat privilegiado. El Jasuka Venda es el suelo nutrido de energías vitales y habitado por generaciones que reconocen su filiación común en la sabiduría y la belleza de la palabra y aspiran a proyectar el teko, su singular modo de ser, a pesar del acoso que sufren sus tierras y sus verdades.
Fotos: Gentileza/Asociación Servicio de Apoyo Indígena SAI/Graciela Ocáriz.