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A los seis años, Carlos Manuel Argüello Süllow (62) empezó a interesarse en el dibujo en paralelo con su inclinación por la lectura de cómics de aquella época, especialmente con la editorial Novaro, que traía una miríada de personajes americanos traducidos al español. Lo hacía en las plácidas siestas en su natal y novel ciudad de Fernando de la Mora, que por entonces (1958) parecía un tanto retirada de Asunción.
El cómic –menciona– tiene su nacimiento con el periodismo; “sería el hijo del folletín y hermano del cine, ya que tiene mucho en común por la narrativa”. A finales del siglo XIX hizo su aparición la rotativa, lo que aceleró vertiginosamente la producción diaria de periódicos; luego le agregarían el color y se originarían los suplementos ilustrados y a partir de ahí nacería un nuevo arte: el cómic.
Para este dibujante, el cómic americano está basado mayormente en superhéroes, por lo tanto, sus textos son grandilocuentes y las acciones exageradas. Sin embargo, el europeo es “más de autor” y la lectura se hace más lenta en el desarrollo de la historia; a su vez, la historieta latina tiene de ambos, pero quizás se ve más influenciado por el europeo.
El manga
Argüello Sullow explica que el manga es lo mismo que el cómic, pero con sus características peculiares de lectura de derecha a izquierda, una exageración en la proliferación de las líneas cinéticas –herencia del anime– y el estilo caricaturesco de las figuras. El anime es una pronunciación francesa que adoptaron los japoneses para describir las series animadas que fueron producidas por Osamu Tezuka, creador de Kimba, el león, que pasaban por canal 9 en blanco y negro, y de Astroboy. Era un dibujante que admiraba a Disney y que fue el pionero en su país en el tema de animación, y en quien se basaron la mayoría de los dibujantes en el estilo de los ojos grandes y las piernas largas que él había impuesto con sus dibujos. Osamu es considerado el dios del manga por sus paisanos y le tienen admiración y respeto por su creación y legado.
Usualmente acostumbrado al dibujo realista, Argüello se halla trabajando en la producción de cómics para niños. Hace poco creó un personaje llamado Avare’i, dirigido al mundo infantil y que fue patrocinado por el Fondec. Relata las aventuras de un indiecito guaraní en la época colonial del gobernador Hernandarias. El 2020 fue para él un año interesante en materia creativa, ya que pudo lanzar este libro de cómic y para colorear, dirigido a niños, y además habilitar una website del mismo personaje con un videojuego como protagonista Avare’i, lo cual permitió a los niños distenderse en el forzado encierro.
En su larga carrera realizó ilustraciones para un gran libro del Quijote, llamado Kihóte guaraní, editado aquí y escrito por el padre Bartomeu Meliá. Hizo una historieta sobre Tarzán, para la editorial Dark Horse de USA, por los 100 años de conmemoración del personaje y también un cómic sobre la Guerra del 70, que se publicó en la revista El Kabichui perdido, otra sobre la Guerra del Chaco, y varias obras más.
Confiesa que, si bien los temas que aborda son variados, se inclina mucho más hacia lo nuestro; “el folclore paraguayo es muy variado y tiene elementos muy interesantes para ser fabricados, tanto como la mitología guaraní”. Ya en década del 80 había realizado cómics referentes a ellos en las publicaciones Quimera, Bunker, Avaré 2000 y Pohã Ro’ysã; todas editadas por él mismo.
Muchas satisfacciones le ha dado este trabajo, entre ellas viajar para convenciones del género por diversos países y, sobre todo, le ha permitido escribir y dibujar sobre lo que le gusta.
En cuanto a sus referentes, relata que cuando se inició en el dibujo profesional a los 16 años (1974) no había muchos en su área, por lo que solo podía mirar para afuera, mediante las publicaciones que llegaban en forma esporádica al país. “Me inicié con Farolito, la revista infantil educativa de aquella época, luego recuerdo Ñande y algún intento de una revista dedicada al humor gráfico llamada JeJe grap, sin contar los periódicos existentes”. Cita algunos nombres como los norteamericanos Russ Manning, Burne Hogarth, Frank Frazetta, Neal Adams, Harold Foster, Doug Wildey, John Buscema; los filipinos Néstor Redondo, Alex Niño, Alfredo Alcalá, Rudy Nebres, y otros; y entre los argentinos nombra a José Luis García López, Ricardo Villagrán, García Seijas, Jorge Moliterni y Bayón; entre varios españoles y franceses.
Largo camino en la docencia
Argüello Sullow se inició muy joven en el mundo de la enseñanza, y sucedió de forma fortuita: “Fue cuando trabajaba para ABC Color como humorista gráfico, allá por 1976 (tenía 17 años). El director de un instituto de la época vio mis dibujos y me ofreció enseñar. Me quedé sorprendido porque yo era autodidacta”. A los pocos años creó su propio instituto, Art Studium, con el que lleva ya 36 años de vigencia. Allí ofrece varias clases de ilustración digital, cursos y carreras tales como diseño de interiores, diseño de modas, diseño gráfico y publicidad; dibujo técnico arquitectónico, arte secuencial e ilustración artística, etcétera. Cuenta que a los jóvenes les gusta principalmente el dibujo artístico y, sobre todo, el cómic y el manga. “Este singular arte le permite al joven poder comunicar sus ideas y desarrollar su creatividad a través de los dibujos y la literatura”. Dice que dibujar no es sencillo y se requiere de mucha disciplina y mente abierta para recibir críticas constructivas.
Hacer del dibujo una profesión
Enrique Emiliano Olmedo González (56) nació en Asunción, y ya en el preescolar –cuando por primera vez tuvo contacto con un crayón– notó que podía trazar y hacer garabatos. Kike –como es conocido por todos– es ilustrador y se desenvuelve en varios estilos, pero se identifica más con la ilustración fantástica, o de ciencia ficción. Le gusta mucho la fantasía, y es el tema que más suele abordar, porque “en ese universo no hay límites para la imaginación, desde doncellas y dragones, hasta naves y robots”. La ilustración le ha dado grandes satisfacciones, desde que trabajaba como diseñador y director de arte en varias agencias de publicidad hasta hoy, que se desempeña como ilustrador a nivel internacional y puede vivir de eso.
Tiene muchos referentes que admira en esta profesión, entre ellos Moebius, Otomo, Kim Jung Gi, Carlos Gómez y algunos otros internacionalmente; a nivel local le gustan los trabajos de Gabriel Brizuela, Roberto Goiriz, Juan Moreno, José Bordón, Emilio Feltes, Julio Peralta, Carlos Argüello, entre otros. También se dedica a la docencia desde hace un poco más de 10 años en varias universidades, lo que va alternando con su propio estudio “Kike Olmedo Diseño”, donde imparte clases de dibujo artístico, ilustración, manga, cómic e ilustración digital. Los jóvenes que se acercan a su instituto –comenta– prefieren los cursos de dibujo e ilustración, que son las materias que brindan un campo más completo en el área artística. Un consejo que les daría a los que quieran hacer del dibujo una profesión, es que sean perseverantes, ya que la excelencia llega con la práctica.
La pandemia no afectó en casi nada su trabajo creativo, ya que siempre estuvo ocupado trabajando en sus dibujos, relata, y agrega que en este momento se encuentra haciendo cómics para Italia, del personaje Dago, una creación del afamado guionista caazapeño Robin Wood.
El noveno arte
Roberto Goiriz nació en Asunción en 1961; es escritor, dibujante, diseñador, publicista, y docente universitario. Publicó sus historietas, libros e ilustraciones en nuestro país y además en Argentina, Brasil, Estados Unidos, España e Italia. Actualmente dirige la agencia Goiriz Imagen & Cía. y enseña en una universidad. Al igual que Argüello, inició sus tareas profesionales en el diario ABC Color, a sus 16 años, y allí pudo publicar sus primeros trabajos de humor gráfico y dibujar para el suplemento Escolar.
“Recuerdo que en los años 60, el tiempo de mi primera infancia, los juegos de los niños incluían destrezas físicas y sociales, como el tuka’ẽ, el acusado, la estatua, el trompo, la pandorga, etc. Teníamos muy poco acceso a otro tipo de entretenimientos, pero en ocasiones aparecían revistas con ilustraciones y cuentos, o historietas, que en la época tenían un gran atractivo popular. A mí me interesaban esas figuras impresas, y me preguntaba cómo se hacían esos trazos tan expresivos. Intenté copiar una ilustración, y el resultado no fue tan malo, aparentemente, pues se lo mostré a un vecino y él no creyó que yo lo hubiera hecho porque estaba ‘demasiado bien’. Fue así que descubrí que quizá había algo allí, algo que podía explorar, y comencé a dibujar más seguido”, confiesa.
Para Goiriz, la historieta no es un género, ni está encuadrada dentro de la ilustración; es un arte, también un medio, con su propio lenguaje y su propio desarrollo, y ha sido definida como el noveno arte. Los géneros son otra cosa; se vinculan con las temáticas que aborda cada obra, como terror, ciencia ficción, humor, histórico, etcétera: “La historieta toca todos esos temas, y muchos más”.
En su trabajo ha transitado por varios géneros: humor, infantil, aventuras, fantasía heroica, ciencia ficción, historia y otros. Actualmente se siente comprometido con nuestra historia y nuestra cultura, y trata de narrarla y reflejarla a través de los cómics. Está terminando de escribir y dibujar el último número de Paraguay Retã Rekove, un emprendimiento conjunto con Jorge Rubiani, en el que se narra la Guerra de la Triple Alianza y, en este episodio, la batalla de Cerro Corá y el asesinato de López. También está haciendo un cómic de ciencia ficción para el mercado norteamericano, con un escritor de ese país, y a veces participa de emprendimientos como el de las nuevas historietas de Dago, personaje de Robin Wood y Alberto Salinas, hecho totalmente en Paraguay por autores nacionales.
Dice que la razón por la que prefiere las temáticas históricas tiene que ver, seguramente, con el hecho de que es paraguayo y se interesa profundamente en la desgarrada historia de nuestra nación: “Somos el resultado del proceso histórico, trágico en ocasiones, que vivimos”.
Como referentes menciona a sus ídolos de infancia: Harold Foster, Alex Raymond, Burne Hogarth, y más cercanos en la geografía, el mismo Robin Wood y Ricardo Villagrán. Localmente se inclina por el arte de Juan Moreno, Enzo Pertile, Kike Olmedo, Carlos Argüello, entre varios otros.
En cuanto a su manera de crear, revela que durante mucho tiempo usó la técnica tradicional del dibujo a lápiz, luego a tinta china y pincel, pero la pandemia lo cambió todo y ahora dibuja en un iPad Pro. “Repito allí el mismo esquema de lápiz y tinta, pero en formato digital, y con los recursos que brinda la tecnología”.
Reconoce que su mayor aporte puede seguir siendo el arte; porque un mundo sin arte, una sociedad sin memoria ni cultura no tiene identidad ni futuro. “La creación de historietas no es solo una distracción, es una manera de mirar el mundo, de entenderlo, de transformarlo y de transmitir esperanza, conocimiento, pasión por la vida”.
En su caso, el dibuja, la escritura, –la creación en suma– nunca se dieron solo como una forma de ganar dinero o como una opción laboral; fue algo que no pudo evitar, algo le impulsaba a rayar papeles en forma compulsiva hasta conseguir algo parecido a una obra aceptable. “Algunos le llaman talento, otros práctica, yo creo que hay algo de ambas cosas, además de un poco de suerte y entender que siempre se está aprendiendo”.
Fotos: ABC Color/Pedro González/Gentileza.
Portada: Ilustración del libro Kihóte Guarani, año 2016, de Carlos Manuel Argüello Sullow.