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Sin lugar a dudas queda para la historia Caacupé 2020. Por primera vez todas las celebraciones litúrgicas, tanto del novenario, como las actividades religiosas de la víspera y día solemne se realizan a puertas cerradas, sin fieles.
El decreto N° 4330 del Poder Ejecutivo declara fase cero en un área comprendida entre las tres cuadras a la redonda de la Basílica y del Oratorio Tupãsy Ykua. Se dispuso que todos los negocios no esenciales permanezcan cerrados entre el 4 y el 8 de diciembre. Solo supermercados y farmacias podrán permanecer abiertos. Asimismo, se restringió el ingreso de personas en esas fechas a la ciudad. Por primera vez, en 250 años, el Santuario Mariano no acogerá a millares de peregrinos en estas fechas, pues el objetivo es evitar un contagio masivo del nuevo coronavirus. Esta situación es muy difícil de aceptar por parte de los devotos, pero, a pesar de las previsiones, está siendo acatada con resignación.
Historia de suspensiones
A lo largo de su historia, las festividades marianas de Caacupé han sufrido otros tipos de afectaciones como suspensiones o posposiciones a causa de pandemias e inestabilidades políticas.
En 1899 se produjo la primera de las cancelaciones a causa de la pandemia de la peste bubónica, que había ingresado al país en abril de ese año, lo que ocasionó unas 300 muertes a nivel nacional. Era obispo en ese momento monseñor Juan Sinforiano Bogarín y el cura párroco de Caacupé era el presbítero José Tomás Aveiro.
En 1911, año en que se celebraba el primer centenario de la Independencia, ocasión en que se proyectaba estrenar el Himno a la Virgen de Caacupé, las festividades tuvieron que ser postergadas por la revolución de 1911-1912, cuando se enfrentaron el coronel Albino Jara y el ministro Manuel Gondra, y se vivieron momentos de anarquía total, según informes de la época. Por seguridad de los fieles, siendo párroco el presbítero Roque Antonio Fleitas, todo quedó postergado y el novenario y las celebraciones se realizaron en mayo de 1912, según consta en el libro Caacupé Pueblo mío, del historiador Pedro Artemio Ruiz.
En 1918, con el ingreso de la gripe española o gripe negra a finales de octubre de ese año, el Gobierno decretó una cuarentena sanitaria total, prohibiendo todo tipo de actividades de esparcimiento y espectáculos. Asimismo, se determinó el cierre de las iglesias y, por ende, la suspensión de las peregrinaciones y festividades de Caacupé. Sin embargo, el novenario y la celebración se realizaron unos meses después, en marzo de 1919.
La última suspensión a causa de inestabilidades políticas se dio en 1922, en el marco de la Guerra Civil, entre las fuerzas al mando de los coroneles Adolfo Chirife y Pedro Mendoza y del Tte. Cnel. Francisco Brizuela, en contra del entonces presidente doctor Eusebio Ayala.
Protesta contra la dictadura
En 1969, la procesión de la sagrada imagen, el 8 de diciembre fue suspendida por orden de monseñor Ismael Rolón, entonces obispo de Caacupé, en un álgido momento de enfrentamiento entre la Iglesia paraguaya y la dictadura de Alfredo Stroessner. Fue como una reacción de protesta contra el dictador, quien acostumbraba asistir al evento con sus ministros. El motivo eran las desapariciones, tortura y asesinatos de jóvenes y campesinos y la expulsión de sacerdotes. El presbítero Marciano Toledo, historiador de la Basílica, recuerda ese momento con emoción diciendo que ese día todo el Clero diocesano se reunió en la curia, con monseñor Rolón, esperando a la policía para que los detuvieran, por su osada decisión. En ese entonces, la sagrada imagen era llevada en andas por los jerarcas de la época y el dictador era uno de los que siempre sostenía por un trecho la imagen de la Virgen en el trayecto. Luego de ese acontecimiento, las autoridades eclesiásticas resolvieron que se preparara una carroza que llevaría la Inmaculada durante la procesión, para evitar que los políticos inescrupulosos la volvieran a tocar.
La capital espiritual
La Villa Serrana cumplió 250 años desde su fundación el pasado el 4 de abril de 2020. Caacupé es una comunidad que creció bajo el amparo de la fe de todo un pueblo hacia Nuestra Señora de los Milagros. Conocida también como la capital espiritual de la República y la ciudad de los dos papas, por haber sido visitada por san Juan Pablo II en 1988 y el papa Francisco en el 2016, es el centro de peregrinación mariana más concurrido del país. Hoy, sin embargo, transcurre en silencio, sin la habitual aglomeración de gente que acude tanto para lo religioso como para lo profano.
La historia de Caacupé se confunde con la de la Virgencita. El 4 de abril de 1770 se inició la construcción del primer templo dedicado oficialmente a la Inmaculada Concepción, fecha que marcó un hito en la historia caacupeña y se tomó como la de la fundación.
El primer asiento poblacional de esta localidad se originó hacia el año 1600, con la llegada del indio José, quien se instaló con su familia en esos valles, con la seguridad de que la Virgen siempre lo protegería.
Construyó una humilde capilla y esta, a su vez, como un imán, atraía pobladores en su entorno, constituyéndose un poblado conocido primeramente como los ytuenses.
En 1765, la zona ya era conocida como el valle de Caacupé, costumbre que iba arraigando por el significado de Ka’aguy cupe (en castellano: “detrás del monte”).
Más tarde, el valle de Caacupé fue establecido por el gobernador Carlos Morphi como centro religioso y lugar de peregrinaciones.
El documento oficial refrendado por Morphi desapareció del Archivo Nacional, sustraído por las tropas brasileñas durante la Guerra de la Triple Alianza.
Ante la incertidumbre sobre la fecha de fundación, por resolución de la Junta Municipal del 30 de enero de 1987, se estableció el 4 de abril para la conmemoración.
El 7 de octubre de 1848, el Gobierno de Carlos Antonio López estableció la división y separación de Caacupé, que formaba una sola circunscripción con Tobatí y Arroyos y Esteros, nombrando como primer jefe político y juez de paz a Juan Bautista Zaracho.
Con la instalación y elección de las primeras autoridades municipales, el 1 de septiembre de 1884 quedó oficialmente inaugurado el flamante municipio caacupeño, según datos recopilados por Pedro Artemio Ruiz.
Leyenda
En la historia de la Virgen de los Milagros de Caacupé se entrecruzan la leyenda y los relatos populares, una cultura oral que ha sabido sobrevivir al paso del tiempo. A diferencia de otras advocaciones de la Virgen, esta no ha hecho ninguna aparición; es una imagen tallada en madera por un artista guaraní cristiano, a la que se le atribuyen hechos milagrosos desde su mismo origen.
La versión recogida por el padre Teófilo Cáceres Vega es que corría el año 1603 cuando los padres franciscanos llegaron a los alrededores de la ciudad de Tobatí para evangelizar y difundir la imagen de la Inmaculada Concepción a los indígenas de la región.
Cierto día, un indiecito guaraní, perteneciente a la misión, fue a buscar árboles para sus tallas en madera y se vio acorralado por un grupo de indios mbayáes que pretendían matarlo, ya que eran enemigos de los guaraníes y se dedicaban a la cacería de humanos. El indio, desesperado, se escondió detrás de un árbol. Fue en ese momento en el que recordó a la Inmaculada Concepción y, rezando, le prometió a la Virgen que si lo libraba de sus enemigos, le tallaría una imagen a partir del tronco que lo había protegido.
Los perseguidores pasaron delante del árbol y milagrosamente no lo vieron, ya que el indiecito se volvió invisible a los cazadores que pasaban por el lugar. Es así cómo se produce el primer milagro de Nuestra Señora.
El indígena, bautizado luego como “Bezaleel” (artesano elegido por Dios), cumplió su promesa, pues no olvidaría jamás el milagro que le salvó su vida. Volvió al bosque en busca del árbol que le sirvió de cobijo y, recordando los relatos de los padres franciscanos, talló dos imágenes: la más grande fue destinada a la comunidad de la iglesia de Tobatí y la más pequeña para su devoción personal.
Los milagros y el azar hicieron que la imagen más chica fuese la que hoy se venera en el Santuario de Caacupé, en la Basílica.
Peregrina
Antes de asentarse definitivamente en Caacupé, la sagrada imagen tuvo un largo peregrinaje, desconocido en su mayor parte. Lo más seguro es que no haya salido del área comprendida entre las ciudades de Tobatí, Atyrá, Caacupé y el lago Ypacaraí. Años después, la gran inundación que dio origen al lago de Ypacaraí amenazaba con destruir los poblados cercanos. Los frailes franciscanos, acompañados de los habitantes de la región, organizaron rogativas, pidiendo la tranquilidad de las aguas. El fray Luis de Bolaños bendijo las aguas y, como cada año, estas retrocedieron hasta sus límites actuales. Pero en esta ocasión apareció flotando la imagen de la Virgen, que los misioneros dijeron que era la de la misión de Tobatí, la misma que el indio desconocido tallara años atrás. Entonces fue entregada a la familia del indio José. Este se la llevó a Caacupé donde le construyó un pequeño oratorio y se difundió su fama de milagrosa.
La Basílica
El pueblo quiso retribuir a la Virgen de los Milagros con una casa digna de ella. Y es así que su iglesia fue creciendo hasta la proyección de una gran Basílica. El proyecto original fue diseñado por el arquitecto Miguel Ángel Alfaro, pero con el tiempo sufrió cambios arquitectónicos que modificaron radicalmente su aspecto. Luego de algún tiempo, las obras quedaron estancadas por falta de fondos, pero en 1960 ocurrió un milagro: el señor Pangrazio Martínez Cantero donó el 50 % del premio mayor de la lotería (G. 2.375.000) y posibilitó el reinicio de las obras.
Pocos años después, con la designación de monseñor Demetrio Aquino como obispo diocesano, se impulsó con fuerza la prosecución de obras. Fue bendecida por el entonces papa Juan Pablo II, el 18 de mayo de 1988.
La Santa Sede, con un decreto, nombró Basílica menor al Santuario Nacional Nuestra Señora de los Milagros de Caacupé, el 15 de julio del 2016, decreto entregado por el propio papa Francisco en su visita a Caacupé en 2016.
Fotos: ABC Color/Arcenio Acuña.
Portada: La Virgen de los Milagros de Caacupé (circa 1603). Foto tomada en el antiguo retablo de tupao tuja en 1978 / Archivo ABC Color.