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“Las ganas de no dejar de hacer algo” motivaron a Daniel Gómez –en medio de la cuarentena– a rescatar este texto originalmente escrito para el teatro y transportarlo al audiovisual, sustentándose en su experiencia en ambos lenguajes. “Dijimos: ¿y si fusionamos? Nos dio un poco de miedo porque no hay antecedentes de eso. No hay técnica, no hay métodos. No hay forma de cómo fusionar ambas cosas porque, uno, no se hace; dos, no hay antecedentes, y tres, no hay ningún manual”, cuenta el director.
La exploración fue como ir mezclando sabores de helado, hasta dar con la combinación adecuada, confiesa. “No porque estamos haciendo teatro vamos a dejar de usar cámara lenta, cortes y cambios que en el escenario no podemos hacer, pero sí en el audiovisual. Muchas cosas que son propias del teatro quisimos que permanezcan o sigan estando de alguna forma. Ahí es que nace esta forma distinta de presentar las cosas”.
Dos emprendedoras
La trama de Candy Bar presenta a Simona y a Elisa, dos jóvenes emprendedoras que llevan adelante una cafetería y, en medio de la jornada laboral, comparten sus experiencias en el amor. Para agregarle más sabor a esta confitería aparece Berni, el atractivo chico a cargo del delivery.
“Lo que más me gusta y lo que más rescato de esta historia es la amistad que hay entre ellas dos, el ‘estoy acá para vos sin juzgarte. Si le volvés a llamar al tipo, si te volvés a meter con el tipo, igual voy a estar acá’. Me gusta mucho contar historias de mujeres reales”, dice Antonella, al mencionar que la obra pone en pantalla “situaciones que ocurren todo el tiempo”.
Candy Bar está basada en hechos reales, ya que parte de experiencias que tanto él (Gómez) como sus amigas vivieron a nivel personal. “Es una obra que yo la dediqué a ellas. Tiene mucho que ver con varias de ellas y yo las mezclé, las decoré, les cambié el contexto. La idea de la cafetería es mía, los nombres también son ficticios, la manera en que yo mezclé la historia para que podamos contar todo sí ya es trabajo mío, pero está basado en eso”, añade el director. Para Jazmín Romero, la obra representó un gran desafío en su carrera como actriz, ya que afirmó que fue la primera vez que tuvo que respetar a rajatabla lo escrito en el guión, “pues cada palabra tiene su razón de ser”.
“Como actriz, a mí me permitió una plasticidad, una capacidad de adaptación al vestido ceñido que puso el director”, resalta.
La ironía del amor
Candy Bar es un nombre casi irónico de lo no dulce de las relaciones. Ellas son lo dulce del lugar. Se trata de lo que tienen adentro, de lo que ellas comparten, de lo que ellas reflexionan desde ese crecimiento personal y muy íntimo que no estamos acostumbrados a compartir ni a escuchar.
Jazmín afirma al respecto que la obra le hizo reflexionar sobre la manera en que se comporta con la gente que tiene alrededor y la importancia de la empatía: “¡Cómo me gustaría tener una amistad como la que tienen ellas, de poder hablarse así, de no juzgarse”.
“Nuestros personajes poco a poco nos van haciendo más humanos”, replica Antonella.
Cultura de público
Pero la importancia real de la obra también está en generar una cultura de público para difundir y valorar el trabajo de los artistas nacionales. Con este formato, la obra está disponible en cualquier horario, los siete días de la semana, sin tener que preocuparse por el transporte, el lugar para estacionar, etc. Las entradas se adquieren en Red UTS y el pago se puede hacer con tarjeta de crédito o transferencia bancaria. Para acceder a la obra se debe ingresar el usuario y la contraseña que figura en el ticket. Una vez iniciada la reproducción, se dispone de 48 horas para visualizar la obra.
Fotos: Gentileza.