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Del vallenato a la cumbia, de la champeta al porro, Carlos Vives nos ha mostrado siempre estos ritmos a través de su filtro, en una búsqueda constante de cantar con el color de su tiempo. Luego de haber empezado su carrera artística como actor en su adolescencia, y de atravesar un periodo baladístico a fines del 80, fue desde principios del 90 que comienza a revisar los ritmos tradicionales de su país. Sus álbumes Escalona: un canto a la vida y Escalona Volumen 2 fueron sus primeras incursiones en homenaje al compositor vallenato Rafael Escalona. Ya en 1993 llega el disco Clásicos de la provincia, que contiene su versión de La gota fría, que lo catapultaría al éxito. El resto es historia. Así Vives, con hits como Pá Mayté, El amor de mi tierra o Fruta fresca, ya en trabajos posteriores, confirmaría su camino haciendo “rock de mi pueblo”, como él menciona.
Ahora en Cumbiana, su decimocuarto álbum de estudio, Vives invita a Rubén Blades, Alejandro Sanz, Jessie Reyez, Ziggy Marley y Elkin Robinson a llevar la historia de la cumbia a la era moderna. Así transcurrió esta entrevista online, via Zoom.
–Ahora viajaste literalmente hasta los orígenes de la cumbia, al norte de la costa colombiana. ¿Cómo se da este proceso que también es de investigación?
–Es como lo que he venido trabajando hace 27 años desde que empecé a cantar los vallenatos. Cumbiana es un álbum que tiene mucha más conciencia de que, por ejemplo, muchos de los patrones que trabajamos siempre vienen de una cultura anfibia de origen americano que tenía tambores, flautas, gaitas, que es por ejemplo lo que se oye en lo que hacen Los Gaiteros de San Jacinto. Al final no es una historia nueva, pero sí olvidada. Es decir, muchos autores hablaron de estos países anfibios. En las Crónicas de Indias aparece como “el país de los Pocabuyes”. Pero siempre pensamos que todas las percusiones habían venido del África, o si teníamos algo alegre en nuestra música seguramente tenía que ser africano, y –por supuesto– recibimos de África un insumo importantísimo. Pero estaba también la historia de este pueblo anfibio que es el espíritu que yo trato de rescatar en este álbum.
–¿Cómo llega entonces la palabra Cumbiana a tu mente?
–Me llegó como pensando en eso y en la palabra cumbia, que es muy popular y tiene sus derivados como cumbiambero, cumbiamba, cumbiero, cumbiódromo. Pero yo estaba buscando una palabra para hablar de este territorio, como “el país de los Pocabuyes”, que son esas referencias que uno encuentra en las Crónicas de Indias o de los historiadores. Y, además, como sabía que iba a trabajar con estos instrumentos nuevos como la computadora, quería buscar una palabra que naciera de cumbia y que me hablara de una tierra, de un territorio que tiene montañas gigantes, que tiene ciénagas y ríos y el Mar Caribe. Entonces es una mezcla de todo ese pensamiento.
–En el tráiler dices que “no se puede entender a Colombia sin pensar la relación entre los ríos y la gente que los habita...”
–Santa Marta es una ciudad que está detrás de la Sierra Nevada, frente al Mar Caribe, pero al lado del delta, entonces para nosotros siempre fueron familiares los pueblos palafitos, que viven sobre el agua en el delta del Magdalena. Pero nunca lo comprendimos bien como lo entendimos después, y a mí la música me lo mostró sencillamente. Por supuesto hoy me arrepiento de no haber valorado durante tanto tiempo ese territorio que subíamos y bajábamos y era desconocido. Porque no estaba en nuestra educación entender a las tribus de la Sierra Nevada de Santa Marta, era un mundo extraño para nosotros, y la música me enseñó a conectarme con ellos, a discernir que ellos están en el origen.
–La cumbia tiene el componente negro africano. Pero muchas veces, pareciera que olvidamos la grandeza de todo ser humano sin distinción de razas, ¿qué opinas?
–Este conflicto histórico es parte de nuestro atraso. En Estados Unidos se expresa de una manera que vuelve y pasa, vuelve y pasa, y aquí también en Latinoamérica porque lo heredamos de la época de la Colonia, de Europa, donde sentíamos vergüenza por todo lo demás. No queríamos ser indios, ser negros. Eso es una inmadurez nuestra de no poder reconocernos, entendernos y querernos. Es difícil porque cuando uno logra cierto tipo de reconocimiento empiezas a tener que enfrentar el mundo de la polarización política y es terrible eso de hablar de izquierda o derecha. Es complicado, pero la música te enseña otra cosa. Ahí ves que la educación es importante, porque si bien yo fui a la universidad, tuve una familia que me enseñó a valorar donde vivíamos y con la gente con quien compartíamos y eso está en mis bases y es lo que me permite disfrutar la diversidad que tenemos como país. Ustedes tienen dos lenguas allá, y acá las nuestras se están perdiendo, pero tenemos esa riqueza como ustedes de ese Paraguay con todas sus influencias, la española. Pero te das cuenta de que siempre estamos con el cuento de que “los españoles eran locos por eso heredamos lo peor”; y de los indios ni hablemos, a ellos los escondieron porque “eran muy atrasados”, pero realmente ellos estaban conectados con ese lugar con el que nosotros no hemos podido conectar.
–Justamente ahora con tus invitados nos muestras, una vez más, una diversidad también de estilos y generaciones. ¿Qué aportaron ellos y por qué los elegiste?
–Las conexiones han nacido siempre desde el afecto. Yo siempre digo que quiero grabar con el que quiera grabar conmigo. Entonces yo sabía que Cumbiana iba a ser ese disco de las conexiones, aunque ya he hecho conexiones antes.
En El hilo están Elkin Robinson y Ziggy Marley (hijo de Bob Marley). Ziggy hace la parte más dub y Elkin hace el rap. Son de islas parecidas y cercanas; por ende, culturas cercanas. Ziggy hizo una variante muy jamaiquina en la estrofa y tradujo al inglés lo mismo que yo cantaba, ganándoselas, porque le dio un feeling increíble. Cuando yo entro con la cumbia parece que fuéramos las mismas culturas, pero una es afroantillana y la otra andina.
Alejandro Sanz está en For sale. Con España tenemos una relación de ida y vuelta en cantos, pues lo que ellos son es esa música andaluza del sur, y la música colombiana se conectó en un momento de la historia con eso. Le hice algo muy cumbiero a Alejandro esperando que me lo iba a mandar de vuelta, y al final lo que devolvió fue increíble.
Con Jessie Reyez, con quien hice Hechicera, fue increíble, porque soy de una generación que no escuchó tanto lo último que oye la juventud, pero tengo dos hijas que me mantienen. Son fanáticas. Me cuentan que Jessie en una entrevista habló de mí porque sus papás son colombianos. Entonces le mandamos la canción y se fascinó, me llenó de ternura de papá.
Con Rubén Blades, con quien grabé Canción para Rubén, llevamos muchos años encontrándonos en festivales o premios, y siempre que nos veíamos sabíamos que había una música que nos relacionaba mucho y que no era precisamente la salsa. Aunque para Rubén lo que hiciéramos debería tener un arreglo de orquesta de salsa. Pero nos conecta mucho la música panameña del interior, y las cumbias de Panamá y la colombiana son lo mismo porque fuimos el mismo territorio. Además pasa una cosa loca con Panamá, que es la cuna de la música urbana, y eso es mucho más loco todavía, porque cuando buscas en el fondo de esa melodía citadina te vas a encontrar con la cumbia, con acordeones, entonces es un punto de conectar con la música urbana y entender los orígenes.
–Los sonidos tradicionales deben perdurar, pero también es importante evolucionar.
–Sí. Cuando decidí hacer la serie de TV sobre Escalona conocía cosas de la música y quería hacer una propuesta musical. Tenía el pelo largo hasta acá (señala por debajo de sus hombros), era muy joven, usaba pantalones cortos, toda mi banda era de mechudos, éramos un rock de mi pueblo, o sea yo lo veía así. Entonces cuando enfrenté grabar música a partir de la música local yo sabía que no podía hacer folclore. Grabé canciones de viejos compositores y yo los miraba a ellos y me miraba y decía: “yo no puedo pretender ser ellos, yo ya nací en la urbe, formo parte de una industria, grabo para televisión, hago el show, le pongo luces”. Entonces yo entendí que no era un folclorista y no podía serlo, pero había algo que sí tenía claro: quería trabajar con la música de mi tierra, quería hacer mi rock and roll a partir de mi música.
Cuando grabé los Clásicos de la provincia me querían fusilar porque había puesto guitarras eléctricas y batería. Lo que no se dieron cuenta es que lo que aplicábamos en las guitarras, la batería y en los teclados venía de las percusiones, de las melodías nuestras, ya fueran indígenas, africanas o españolas. Ahora hay computadores, máquinas que hacen sonidos, y son los nuevos instrumentos, entonces yo nunca voy a perder la oportunidad de seguir trabajando en sentirnos fascinados con nuestra diversidad.
–¿Crees que la situación actual de pandemia nos va a impulsar u obligar a una evolución?
–Hay mucha gente maravillosa aprendiendo cosas y cambiando, moviendo la humanidad a situaciones mucho más positivas. Yo sí creo en la gente y en esa energía hermosa que tienen, y en momentos más difíciles es donde aflora. Así como también podemos ver lo peor que no hemos visto. Pero la magnitud de todo es ver lo mejor.
Fotos: Gentileza Sony Music Latin.