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El Montelindo es uno de los ríos más mentados del Chaco paraguayo, pues recorre una gran extensión, desde una zona aledaña al Fortín General Díaz hasta el río Paraguay, con una longitud total que algunas publicaciones técnicas calculan en unos 270 kilómetros. De todas formas, últimamente estuvo “dormido” por casi 30 años, prácticamente sin más caudal que el agua que recibe de algunas de las grandes lluvias que de año en año caen en el Chaco.
La problemática del Montelindo va aparejada al fenómeno que ha afectado también desde el siglo pasado al río Pilcomayo, cuyo cauce se ha transformado y reducido en su carácter de límite natural entre Argentina y Paraguay, quedando apenas un trecho de unos 70 kilómetros en la línea fronteriza. Ante el retroceso del Pilcomayo, vastas áreas chaqueñas, como la zona del Estero Patiño, habían quedado sin recibir las aguas que bajan de Bolivia, pues se internaban casi en su totalidad en territorio argentino al quedarse sin cauces de conexión con las cañadas que transportaban el agua en el lado paraguayo. Ante esta realidad, se recurrió a obras de ingeniería, construyendo canales artificiales para tratar de repartir de nuevo las aguas de manera equitativa, pero las soluciones paraguayas no habían resultado muy eficientes, hasta la actual temporada.
Esta vez, contando desde la primera semana de septiembre pasado, el canal paraguayo (de 50 km de largo, 8 metros de altura o profundidad, 20 metros de ancho en la base y 80 metros de ancho en el coronamiento) está funcionando bien, tanto que desde entonces viene recibiendo de manera ininterrumpida parte del caudal del Pilcomayo (entre 40% y 50%). Del canal, las aguas pasan a la denominada cañada La Madrid y llegan hasta las inmediaciones del Fortín General Díaz, tras recorrer unos 250 km desde la embocadura. En la zona del citado fortín se depositaron en una “palangana” de casi 20.000 hectáreas y quedaron allí alrededor de seis meses, para luego desbordar hacia Tinfunqué, el Estero Patiño e, incluso, llegar de nuevo hasta el cauce del Montelindo, que avanzó a mediana velocidad hasta llegar a cruzar, el 10 de abril pasado, la ruta Transchaco, en el Km 210, para estar descargando ya por estos días en el río Paraguay.
Agua dulce, agua salada
“Por ahora tenemos agua dulce en el Montelindo, útil para regar los campos y para dar de beber a los animales, pero eso no siempre va a ser así, porque dentro de dos meses, aproximadamente, el agua se va a volver salada, siempre ocurre así”, explica a ABC Revista el ingeniero Artur Niedhammer, quien ejerce la dirección de la Comisión Nacional del Río Pilcomayo (CNRP) y tiene un establecimiento por el que justamente atraviesa el citado río, por lo que conoce sus variopintos ciclos y su inusual metamorfosis de agua dulce a agua salada.
¿Pero, cómo ocurre eso? Niedhammer responde que el Pilcomayo todo el tiempo tiene agua dulce; es decir, la “sal” no proviene de ahí, sino que viene de las entrañas de la tierra y sale a través de un “agujero” de un metro a un metro y medio de circunferencia, que se encuentra en un sitio que corresponde a una estancia llamada “Elsita”, más hacia la zona de General Díaz. En esa área el terreno es todavía muy arenoso y creen que las aguas del Pilcomayo que se depositan ahí en gran cantidad penetran hasta capas internas de la tierra donde hay mucha sal y luego vuelven a fluir al exterior, más adelante, ya transformadas en aguas salinas. Esto puede ocurrir también antes de las grandes crecidas, apuntó Niedhammer.
Otra curiosidad es que este fenómeno no se extiende a todo el trayecto del río, sino a un tramo de aproximadamente 70 kilómetros. Esa salinización del agua del Montelindo “ocurre en un tramo que empieza después de la represa del establecimiento de Miguel Gosling hasta pasando Isla Alta. Siempre fue así. Es agua subterránea salada que sale al cauce”, enfatiza el titular de la Comisión del Pilcomayo, aunque más en su carácter de lugareño.
Contó también, como anécdota, que un determinado año acordaron entre estancieros de la zona tapar con un montículo de tierra, utilizando una topadora, el “túnel” de donde habitualmente sale el agua salada, y por aquella vez se contuvo dicho fenómeno. Rarezas de la naturaleza. “Quizá sean aguas prehistóricas”, reflexiona también la fuente. Y bueno, quién sabe.
Fotos: Gentileza.