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Si recurriésemos a un time lapse para explicar el ciclo de vida de los yacaré yrupẽ, la película comenzaría en un lecho fangoso de aguas calmas, como en Piquete Cue, Limpio, departamento Central. Ahí, de unas raíces poco atractivas a la vista irían emergiendo una suerte de ramas (rizomas). Por una vía irían las que se convertirán en los grandes platos verdes y, por la otra, las que serán flores que mutarán de colores. Su atractivo serviría a los canoeros apostados a orillas de la convergencia entre el río Salado y Paraguay, a la espera de curiosos que pagarían unos G. 10.000 por un paseo para ver ese espectáculo natural.
¿Por qué tardaron tanto?
La reaparición de estas plantas acuáticas en ese lugar tomó dos años. Esto se debería a varios factores que tienen que ver con el clima y con el ciclo mismo de la planta. La botánica Rosa Degen explica que la floración comienza en setiembre y culmina más o menos en esta época (febrero o marzo) con el avistamiento de las grandes hojas circulares, cuyos diámetros varían según la superficie del agua en las que se crían (cuanto más extensión de agua, más grandes las hojas que pueden llegar a los tres metros de diámetro).
“La planta está siempre en el mismo lugar. Lo que sucede es que el crecimiento pasa por diferentes estadíos hasta llegar al proceso por el cual emerge y se despliega en la superficie”, refiere Degen.
Estas hojas sirven de hábitat a muchos seres vivos: aves de pequeño porte, coleópteros, batracios y otros que hacen su vida sobre esta textura verde similar a la piel de un yacaré. De ahí parte de su nombre en guaraní.
Una de las especies curiosas que circundan su ecosistema es el jacana jacana, un ave cuya hembra presenta un comportamiento poliándrico; es decir, forma harenes de hasta cinco machos que cuidan a las crías que se pasean entre las hojas, según cuenta Alberto Yanosky de Guyra Paraguay.
Creencia popular
Los yacaré yrupẽ son plantas endémicas, es decir, que solo crecen en lugares específicos; en este caso, en las cuencas de los ríos Paraná y Paraguay.
En el último avistamiento, hace dos años, una estampida de curiosos depredó en tan solo horas esta joya natural con la creencia de que curaba desde la tos, pasando por el cáncer, hasta la ceguera. Degen confirma que tiene propiedades curativas para las afecciones respiratorias. “Ese borde levantado que tiene la hoja, se corta y se enrolla, se ata con hoja de coca y se prepara una infusión hirviendo que se aplica para aliviar la tos”.
La planta se “defiende” con una gran cantidad de pequeñas espinas que generan surcos y marcas que emulan al yacaré. En cuanto a las flores, los pétalos más extremos son gruesos e internamente presentan espacios llenos de aire, lo cual les permite flotar. Esas flores emiten un aroma que atrae a los coleópteros que llegan al interior de la misma y permanecen durante dos noches, lo que lleva el proceso de polinización, que es muy específico.
Al principio, la flor es blanca y, luego, cuando libera a los polinizadores, se torna rosada. En ese momento, la flor se sumerge y los frutos se desarrollan dentro del agua para reiniciar otro ciclo de crecimiento.
Efectos prácticos
Todo este proceso biológico se torna en una fuente de ingresos para los remeros y pescadores que ahora no tienen trabajo. Es el caso de don Cayetano, quien desde las seis de la mañana alista su embarcación para recibir a los curiosos que buscan tener la selfie perfecta para las redes sociales con el hashtag #YacareYrupe. “Este año no hay muchas hojas, pero igual nos sirve para sobrevivir porque no hay pescados tampoco. Le pedimos a la gente que no toque (no arranque) las hojas, es solo para las fotos. Lástima que duran tan poco”, comenta don Cayetano mientras hace un alto con el remo para navegar cuidadosamente entre las hojas.
El paseo, como máximo dura diez minutos, lo suficiente como para que otra tanda de pasajeros suba a su canoa y se lleve consigo la imagen de un espectáculo natural que puede no repetirse en otra considerable cantidad de tiempo.
En peligro de extinción
Victoria Cruziana D’Orbigny es de la familia nymphaeaceae y lleva el apellido de Henry D’Orbigny, quien describió la especie. “El ambiente en el que usualmente se desarrolla se va modificando por efecto de la intervención humana, es por ello que corre el peligro de extinguirse”, comenta Degen. Le afectan también los efectos de la pesca, las redes o los botes que se deslizan entre las hojas estropeando toda la colonia.
Texto y fotos: Marta Escurra mescurra@abc.com.py