Poncho para’i, al abrigo de una esperanza

Muy utilizado por los virtuosos de la música paraguaya como signo de identificación con la patria, el poncho para’i o de 60 listas siempre fue tejido por manos femeninas. Hoy, un joven de Piribebuy es la excepción en una nueva camada de artesanos. Pablo Santacruz, de 19 años, se resiste a dejar morir la artesanía insigne de su ciudad.

Poncho para’i, 
al abrigo de 
una esperanza
Poncho para’i, al abrigo de una esperanza

Cargando...

Bordado durante años por unas pocas laboriosas mujeres, la técnica del tejido del poncho para’i estuvo a punto de perderse. En la actualidad surgen nuevos valores entre los que se destaca Pablo Santacruz (19), quien busca preservarla. Él aprendió a tejer con su abuela Audelia Santacruz de Ávalos (+), antigua bordadora piribebuyense, la inolvidable Ña Neni.

Desde pequeño se interesó en el tejido y a los 14 años ya colaboraba con la familia en la fabricación del telar. “Empecé solo por curiosidad, aunque también me gustaba. Recuerdo que miraba mucho a mi abuela cuando tejía, por lo que ella se ofreció a enseñarme. Así comencé a entramar hilos y todavía hoy sigo aprendiendo mediante la práctica”, cuenta Pablo, considerado por el Instituto Paraguayo de Artesanía (IPA) como el único varón tejedor de poncho para’i.

El proceso de fabricación de la prenda es largo y minucioso, pero sobre todo caro; razón que no le permite dedicarse por completo a hilar. “Lastimosamente no tiene mucha salida por su alto costo”, sostiene Pablo, quien por el momento trabaja de albañil para afrontar los gastos del hogar. El tejido lo realiza sobre pedidos, normalmente durante las horas de la siesta o fines de semana, muchas veces con ayuda de su madre, Mirna Ávalos Santacruz, quien también aprendió la técnica desde corta edad con su progenitora.

Conseguir la materia prima es a veces un problema, se trata de un hilo importado del Perú que obliga a los artesanos a pasar largos periodos sin avanzar cuando escasea: “El trabajo de hacer un poncho lleva de 15 a 30 días, pero a veces no se puede seguir por la falta de hilos o por el clima húmedo en época de lluvias”.

Pese a las dificultades, a este laborioso tejedor le gustaría que el poncho para’i “fuera más conocido y valorado, que se vuelva a utilizar no solo para subir a un escenario. De ese modo, muchos artesanos podríamos vivir de este trabajo”, algo que de momento parece ser muy difícil, pero no imposible.

Origen del poncho

De forma cuadrada o rectangular y ribeteado de flecos, el poncho para’i o de 60 listas ha engalanado a reconocidos artistas paraguayos alrededor del mundo. Su origen, un tanto incierto, se remonta –según la investigadora Reina Cáceres– a las leyendas griegas y romanas que citan una prenda de semejantes funciones.

Se estima que hace unos 3.800 años, los nativos también ya lo tejían en el continente americano, donde sigue vigente a lo largo y a lo ancho. Cáceres cuenta en sus textos que en los lugares fríos se fabrica con lana de vicuña, alpaca, guanaco, llama y oveja, o de cueros vacuno y caballar. En las zonas tropicales y calurosas, en cambio, se hace de seda, lino y algodón. Pero aunque haya infinitas variedades de hilos, formas de tejer, colores y dibujos, ninguna creación es idéntica al atuendo confeccionado en Piribebuy.

La investigadora refiere que el Dr. Gaspar Rodríguez de Francia dispuso la distribución de los trabajos de artesanía para cada pueblo del Paraguay durante su gobierno: “A Piribebuy le correspondió la elaboración del poncho denominado para’i en guaraní, por los matices, y en castellano, de 60 listas, porque tiene 60 listas o rayas de uno de los colores utilizados. Una de sus características eran los colores negro azulado y blanco marfil”.

Pronto la prenda pasó a ser el emblema de la tercera capital del Paraguay y, posteriormente, en el 2005 este poncho fue declarado Patrimonio Cultural Intangible, por ser un tejido único en el mundo.

En la actualidad

Esta vestimenta típica se confecciona manualmente en un telar horizontal sujeto a un soporte en un extremo y a una silla en el otro, a la altura de la cintura de quien la teje. El artesano trabaja sentado con los hilos de algodón mercerizado Nº 50 entre 15 y 45 días. “Se tejen cuatro metros de tela, de 50 a 52 centímetros de ancho. Mientras que la fajita, elaborada de forma externa al tejido del poncho, tiene de 4 a 5 centímetros de ancho. Además, hay que hacer los flecos de unos 7 centímetros”, describe Marlene Marín, otra joven tejedora de la ciudad.

Ella también aprendió a tejer desde niña gracias a las enseñanzas de Ña Neni, la abuela de Pablo. Desde entonces no conoce otro oficio que no sea el de artesana bordadora: “Aprendí a los 11 años y puedo decir orgullosa que hace 20 años me dedico a tejer el poncho de 60 listas. Es mi única fuente de ingreso; me dedico por completo a hilar”.

Marlene, quien forma parte de ese pequeño número de tejedoras activas de Piribebuy –que no superan doce–, coincide con que la falta de materia prima es un problema a la hora de tejer, ya que en el Paraguay no existe un hilo similar al utilizado para la confección del poncho y debe ser importado.

El poncho tradicional, ese que lucieron Luis Alberto del Paraná y Los Paraguayos alrededor del mundo o que ahora llevan el requintista Juan Cancio Barreto, el músico Francisco Russo o el grupo revelación de la música popular Tierra Adentro, es de color blanco con negro, pero también existe una infinidad de combinaciones: rojo con negro, amarillo con azul y gris con negro, o multicolor.

En cuanto a terminación y cuidados, la tejedora explica que las uniones entre el tejido, la guarda y los flecos se realizan con máquinas de coser, mientras que el lavado debe ser con agua fría y jabón de pan común sin retorcer. Su secado se realiza a medio sol y el planchado, a calor suave.

Formar más artesanos

Recuperar, preservar y salvaguardar la tradición de esta artesanía, inculcar a la juventud y evitar su pérdida es el objetivo de la primera escuela-taller salvaguarda del poncho de 60 listas en Piribebuy, impulsada por el IPA desde julio del año pasado. Su principal responsable, doña Rosa Segovia, es una de las más antiguas y activas bordadoras del tejido. Sus trabajos, incluso, han logrado traspasar fronteras y ganarse la admiración en el mundo.

“La escuela está abierta a todo aquel que quiera aprender. Nuestro deseo es que la artesanía no muera, lograr su revalorización y que cada vez más gente joven conozca la técnica”, explica Rosa, reconocida en el 2019 como Tesoro Nacional Vivo por la Secretaría Nacional de Cultura, por sus conocimientos de las técnicas tradicionales y trayectoria en la confección artesanal del poncho para’i.

A la fecha, hay una decena de nuevas artesanas formadas en la escuela-taller, muchas de ellas ya llevando a la práctica lo aprendido. “Cuando se inició esta idea, quedaban solo tres artesanas en Piribebuy que tejían el poncho de manera completa; hoy hay diez más, gracias a la escuela-taller y los conocimientos que van traspasando artesanas como Ña Rosa. Además, el tejido va teniendo otros usos como chales, apliques en prendas y adornos decorativos”, asegura Adriana Ortiz Semidei, presidenta del IPA.

El traje típico confeccionado en Piribebuy es único en Paraguay y en Sudamérica. Aunque hay otros ponchos en varias ciudades del interior, la técnica y los materiales del para’i son diferentes. “Estamos tratando de impulsar este tipo de escuelas en diversas partes del país para recuperar algunas de las artesanías ya perdidas como la hamaca de coco, que hoy ya no se confecciona”.

Piribebuy, ubicada a 73 kilómetros de Asunción, es reconocida además por su privilegiada naturaleza. Fue escenario, en 1869, de una de las más cruentas batallas de la Guerra contra la Triple Alianza. Entonces, el mariscal Francisco Solano López también supo llevar el poncho para’i en las frías noches durante la contienda.

[el dato]

Un poncho de 60 listas pesa 845 gramos y se emplean 16 conos de hilo de 50 gramos en su elaboración. El costo en promedio de la prenda orilla los G. 2.000.000.

Festival del Poncho Para’i

El Festival Nacional del Poncho Para’i de 60 Listas se realizó hace poco en su XIX edición. También es conocido como el Festival de la República, que tiene por sede el Club 12 de Agosto de la ciudad heroica. La fecha coincide con el viernes y sábado que antecede a la festividad de Ñandejára Guasu, que es el tercer domingo de enero.

Parecería paradójico celebrar al poncho en un mes tan caluroso, pero hay que destacar que no se trata de un abrigo, sino una prenda fresca de etiqueta, especialmente popularizada por artistas y personalidades.

nadia.cano@abc.com.py

Fotos: ABC Color/ Silvio Rojas.

Enlance copiado
Content ...
Cargando...Cargando ...