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Un memorial en Panadero

En días más, en conmemoración de los 150 años del asentamiento de los restos del Ejército paraguayo en un paraje ubicado a la vera del río Aguaray Guazú, conocido como los campos de Panadero, se inaugurará un memorial, consistente en una gran cruz de unos siete metros de alto, construida con madera de tajy.

Los restos de las fuerzas paraguayas, en su trágico camino hacia su gólgota final en Cerro Corá, se instalaron en Panadero, donde estuvieron poco más de un mes, restaurando fuerzas para continuar viaje.

En este lugar también fueron ejecutadas decenas de personas y a su retiro, el mariscal López dejó una pequeña guarnición que el 2 de enero de 1870 resistió sin mayor éxito a las fuerzas brasileñas del general Correa da Cámara, al igual que las exánimes fuerzas paraguayas establecidas en Camaceguá y Río Verde.

La iniciativa de dicho emprendimiento pertenece al autor de estas efemérides y contó con la colaboración de varias personas, entre ellas Genaro Verón, Zunilda Bernal, Ranfis González; Ili Benítez, intendente de Karapaí; Pablo y Esteban Rivas, Nelson Maldonado, Zacarías y Ricky Benítez, entre otros.

Una “gran casa”

Hacia 1880 se instaló en la esquina de las calles asunceñas Independencia Nacional y Progreso –después Presidente Carnot, luego 14 de Julio y actualmente Mariscal Estigarribia– una importante casa comercial bajo el nombre de La Gran Casa Francesa. La misma fue dirigida, en sus primeros años, por los señores León Levy y Miguel Segilman.

Posteriormente, la dirigieron los señores Godofrey y Andrés Levy, y tenía locales sobre la calle Palma.

En su momento, La Gran Casa Francesa era centro de reunión de los franceses radicados en el país, y famosas eran las celebraciones de la fecha nacional de aquel país, que tenía por escenario el local de aquella prestigiosa casa comercial, que a comienzos de los años 60 del siglo pasado, o sus puertas.

Jefes de Policía

Los jefes de la Policía paraguaya, desde la creación de esta institución en 1843 hasta el año 1900, fueron: Pedro Nolasco Fernández, Gregorio Mareque, Hilario Marcó (foto), José Eduvigis Díaz, Mateo Sanabria, Juan Francisco Decoud, Rufino Taboada, Otoniel Peña, Pedro Recalde, Luis González, José M. Rojas, Francisco Santos, Patricio Escobar, Emilio Gill, Romualdo Núñez, José María Delgado, Ignacio Genes, Pedro Duarte, Remigio Cabral, Francisco Barboza, Dioniosio González, Zacarías Jara, Federico Bogarín, Antonio Cáceres, Antonio Carreras, Fernando Viera y Eliseo Vargas.

Apellidos gua’i

Según el historiador Artemio Franco Preda en su libro Villarrica, hacia 1892, muchos inmigrantes de origen europeo se establecieron en la capital guaireña y poblaciones y parajes cercanos.

Algunos de los apellidos que desde entonces forman parte de la población villarriqueña son los Alvariza, Balansá, Beltrán, Berni, Bieber, Birks, Boggino, Boltes, Botrell, Brambila, Buzarquis, Cadogan, Canale, Cantilo, Carpinelli, Chase, Clebs, Ciotti, Couchonal, Croskey, Fadul, Faraone, Figún y Friedmann.

También los Galli, Gamba, Girala, Harrison, Levi, Liuzzi, López Moreira, Lovatti, Manzoni, Mastrazzi,

Micó, Montalbetti, Musi, Papalucá, Perdomo, Perelló, Pettersen, Pirotta, Poissón, Pompa, Real, Resck, Ruffinelli, Sardi, Spezzini, Strubbing,

Vaccheta, Zaputovich, etcétera.

Los caballos de don Álvaro

Cuando don Álvar Núñez Cabeza de Vaca se embarcó para venir “a estos reinos” de España, trajo consigo cuarenta y seis caballos, de los cuales solo veintiséis llegaron con vida a las costas del Brasil. Fueron los primeros equinos llegados meses después a Asunción y la base de la ganadería caballar paraguaya.

Fútbol colonial

El misionero jesuita Francisco José Sánchez Labrador cuenta que los indígenas guaraníes –como muchas culturas del mundo– gustaban practicar un juego bastante parecido al fútbol de nuestros días y que también los españoles y criollos eran entusiastas jugadores.

Era el conocido como manga ñembosarai y, según Sánchez Labrador, las pelotas eran confeccionadas con resina de una planta llamada mangay.

El juego “se practicaba con la cabeza y el empeine de los pies”. Para jugarlo, “doce o más indios se ponen en círculo (…). Dispuestos del modo dicho, toma uno la pelota y haciendo dar un bote, la echa por entre sus piernas a las espaldas del que está a su lado; este, al sentir el golpe en sus costillas, se revuelve con gran ligereza, y tomando la pelota de rebote la hace pasar por entre sus piernas y arroja a las espaldas del otro, como lo hizo el primero, pasando por entre las piernas”, y así, van participando todos los jugadores.

surucua@abc.com.py

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