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La crucecita está hoy incrustada en el altar de la Iglesia de la Santa Cruz, muy venerada por los creyentes que buscan en lo sobrenatural la calma para sus aflicciones.
Su cura párroco, el fray dominico Cristino Vera explica en esta entrevista el fenómeno que creció desde el día del deceso accidental del adolescente a manos de un camarada, el 4 de octubre de 1923, hace ya 96 años.
–¿Cómo es esta historia que no todos conocen?
–Es que pasaron muchísimos años. La historia comienza con la muerte de un soldadito que se llamaba Cirilo Duarte Martínez. Él era de Pirayú y tenía 17 años. Estaba haciendo guardia aquí en la esquina, en Carlos Antonio López y De las Llanas. Era la hora de su relevo de guardia. Vino su camarada. Bromearon un poco. Hubo un forcejeo entre ellos y se produjo el accidente. Se disparó el fusil por el rostro de Cirilo. Le llevaronn al Hospital Militar y falleció enseguida. Como era costumbre en el Paraguay, en el lugar donde cayó, la gente de la época plantó una crucecita.
–¿Qué año fue?
–Eso sucedió el 4 de octubre de 1923. Eran tiempos de gran convulsión política y militar. Había revueltas, asonadas, cuartelazos en el país. Eran muy comunes las guardias en distintos puntos de la capital. De repente, al amanecer en la calle se encontraban muertos, uniformados o civiles.
–Mucha sensibilidad ciudadana también, seguramente...
–Sí, al día siguiente de su muerte se puso la crucecita y la veneración comenzó naturalmente. Los vecinos le rezaban el rosario y, con el tiempo, los creyentes se encomendaban. Se brindaban ofrendas. Le prendían vela. Cada vez venía más gente y se armó una capillita. Mucha gente venía a pedirle por cosas personales: por salud, estudios o problemas familiares. En la época de la guerra del 32 al 35, los soldados que iban al Chaco arrancaban las astillas de madera de la cruz para llevarlas como amuleto.
–Hay muchísimas placas, de loza, de metal, de hierro...
–Son de todas las épocas. Las placas son manifestaciones de agradecimiento porque creyeron que sus deseos les fueron concedidos.
–¿En qué tiempo fue la mayor oleada?
–En los sesenta y setenta hubo muchos devotos, así como se ve en las placas.
–Había una radio novela famosa en los sesenta. Tenía récord de audiencia.
–En estos días de octubre y noviembre había más devotos, especialmente de estudiantes que vienen a encomendarse por sus exámenes. Cuando egresan, vienen hasta acá y arrojan las hojas de sus cuadernos. De esa forma agradecen a la crucecita de Cirilo Duarte. Hasta ahora la gente viene. Esto ya no es solo una parroquia. Es un santuario.
–¿Cuál es la diferencia?
–Santuario significa cuando hay la veneración de una reliquia o de algo extraordinario que pasó.
–¿Qué más se sabe de Cirilo Duarte? Fue un adolescente como cualquier otro que murió, como dice usted, en un accidente.
–De lo que me contaron era de Pirayú, un muchacho normal, sencillo, muy campesino. Hizo hasta el segundo grado, luego lo abandonó para ayudar a su papá en la chacra hasta que le llegó el tiempo del cuartel en una época muy convulsionada.
–Construyeron todo un templo...
–Primero fue un nicho a comienzos de los sesenta. En el 72 se entregó la iglesia al Arzobispado. Dicen que venía muchísima gente.
–¿Y la famosa crucecita?
–Está incrustada en el altar. Para mí fue una genialidad de los devotos de la época y de los dominicos que decidieron poner la crucecita en el altar, dándole un sentido central en la parroquia. Cuando uno viene a orar, o a la misa, puede contemplar la crucecita y encomendarse. También está la imagen de Cristo Resucitado que sale hacia afuera como signo de victoria y no de muerte simplemente en la cruz. Es una obra en metal del escultor Herman Guggiari.
–El templo tiene un diseño moderno.
–Sí, la cúpula tiene la forma de un birrete (gorra) del soldado. En homenaje a la cruz tan venerada se llama parroquia de la Santa Cruz.
–Pocas parroquias tienen tanta historia concentrada.
–Hay una arquitecta que quiere postular eso como patrimonio de la ciudad de Asunción, el templo y la particularidad que tiene esta historia...
–Si tiene tantos milagros, ¿nunca se planteó elevarlo a la categoría de beato?
–No, no, porque fue un simple accidente. No es que él dio su vida por un valor de la justicia o por ser cristiano o algo así. No existe el elemento para hacer un seguimiento. Fue un accidente. Surgió más como devoción popular. Ahora, si hubiese sido un soldado amenazado por defender su fe y que lo mataron por eso es diferente. Fue un accidente que sirvió de motivo para que la gente se acercara más a Dios. Es lo que típicamente se conoce como espiritualidad popular. Fue un suceso que ocurrió y cómo en torno de eso Dios fue haciendo lo que es hoy toda una institución, una parroquia.
–Hay varios ejemplos en el país: Kurusu Pablito, Kurusu Cadete (Benítez).
–Ninguno tiene la relevancia que posee este. Esto se convirtió en toda una parroquia, una comunidad, una obra social. Más de 2.000 personas se han formado. Es más, fue pionero de lo que hoy es el SNPP; por ejemplo: los primeros electricistas, plomeros, etc. Fuimos la primera institución que ofrecimos este tipo de actividades. Tenemos un edificio de tres pisos que se construyó para la formación profesional. Fíjese cómo se pudo aprovechar esa devoción; primero, para profundizar la fe y, al mismo tiempo, para promocionar la obra social. El fenómeno creo que no existe en el Paraguay en ese nivel. Kurusu Pablito y los demás son más de oración, más de pedir, más de paso. No existe toda una organización civil y religiosa detrás.
–¿Cuándo comenzó a crecer en realidad?
–Con la Guerra del Chaco. Las madres se encomendaban para que sus hijos vuelvan con vida de la guerra. Mucho después ya fue esa oleada de estudiantes que venían todos los años por aprobar las materias con ayuda de Cirilo Duarte. Después viene gente que se encomienda por su salud, su situación familiar difícil, por falta de trabajo, para que le salga bien una operación, para un viaje, cosas muy humanas. Creen que van a conseguir la gracia por intercesión de Cirilo Duarte. Los lunes rezamos por los difuntos. Ese día se reza la oración de la Crucecita Milagrosa.
–¿Cómo se explica este fenómeno religioso popular?
–El papa Francisco le llama espiritualidad popular, la fe sencilla de la gente que cree en pequeñas manifestaciones como esta para estar más cerca de Dios, de ser escuchado y acompañado por Dios. Es la cruz del que fallece, la intercesión del difunto con Dios. Es como una fe incipiente. Lo que se tiene que hacer después es profundizar y no quedarse simplemente en esa devoción. Por eso fue muy apropiado formar esta parroquia. Lo de Cirilo es un accidente. A partir de ahí la cruz es lo que toma la mayor importancia.
LA CRUZ QUE CAUTIVÓ A LA GENTE
–La cruz que cautivó a la gente fue cualquier cruz.
–Era una cruz de madera, sencilla. La dimensión de fe de la persona es muy importante. En la fe uno encuentra el motivo de la esperanza y el amor para vivir mejor en una sociedad tan convulsionada en donde todo es tan pasajero, tan consumista. La gente encuentra aquí algo más profundo, un sentido a la vida. En la iglesia, los cristianos tenemos un argumento de qué agarrarnos que es Jesús. La gente busca en otras cosas, pero no lo encuentran.
–¿Este testimonio de Cirilo Duarte es como un puente?
–Exactamente. Para nosotros, los creyentes, este acontecimiento de Cirilo es una señal de que Dios actúa en la historia y se muestra en pequeñas grandes cosas colocando ahí su mano, diciéndonos que él está presente, nos acompaña y ofrece su presencia a aquellos que abren su corazón y creen en él. Fíjese cómo, incluso desde una cosa dramática como es una muerte, Dios convierte de la nada un lugar como este en un lugar de culto, de fe, de devoción profunda que da sentido a la vida. Es el mejor testigo de que Dios está en la historia y señala el camino de salvación. Es lo lindo de todo esto.
–Y para la gente que no cree, desprecia y dice que esto es ridículo, ¿qué responde?
–Yo creo que es una oportunidad para la gente que no cree. Es cuestión de mirar un poco esta historia tan sencilla, tan humana. Que vean lo que sucedió, qué elemento puede encontrar en esta historia de Cirilo Duarte y en esta parroquia que se formó. Que descubra en la historia dónde surgió la fe, qué es la fe, qué significa creer y, sobre todo, qué ha sucedido con las personas que han depositado la fe en eso. La fe hay que confrontar, hay que investigar y hay que ver qué es lo que pasa. Hay muchos testimonios. La gente que viene a encomendarse no viene por una cuestión baladí, un vyrorei. Viene por situaciones dramáticas: por un hijo que se está muriendo y que después de rezar aquí se restablece, o gente que está sin empleo o la fe le da fuerzas para estudiar y aprobar un examen. Para la gente que tiene fe hay una oportunidad. Se abre un camino, se prende una pequeña luz. Y bueno, para la gente que no quiere creer, lo siento.
–¿Qué servicios ofrece la parroquia?
–Estamos identificados con la asistencia a los más necesitados. Una parte de lo que recibimos en la parte social y económica enviamos al Bañado donde está el padre (José) Velasco, dominico también. Tenemos profesionales que nos respaldan. Cuando hay inundaciones, por ejemplo, también les ofrecemos los espacios que tenemos a los damnificados. Aquí se reúnen normalmente los alcohólicos anónimos, tenemos los servicios que ofrecen todas las parroquias: catequesis, grupos, movimientos, comunidades.
–Los dominicos, ¿cuándo tomaron la posta?
–En 1973, el Arzobispado nos entregó la parroquia para que la cuidemos.
Cristino Vera
Padre fray dominico, párroco de la iglesia de la Santa Cruz (Sajonia). Profesor de Teología. Elabora su tesis sobre el Documento de Aparecida, siete años como misionero en Argentina, otros siete años en Uruguay. Desde el 2018 administra la parroquia ubicada en Carlos Antonio López y De las Llanas.
Por Hugo Ruiz Olazar holazar@abc.com.py • Fotos ABC Color/Diego Peralbo/Celso Ríos.