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Considerada un ícono de la educación en Villarrica, Alodia Santos vda. de Franco celebró junto con sus familiares, amigos y exalumnos sus 100 años de vida. Nació en Acahay, el 14 de setiembre de 1919. Mejor egresada de la Escuela Normal de Profesores, Alodia inició su labor docente a los 19 años y fue la tercera entre sus hermanas en abrazar esa profesión. La misma pasión unió a la educadora y al escritor Artemio Franco Preda, quien se convirtió no solo en su compañero de vida y padre de sus seis hijos, sino también compañero en la docencia. Juntos fundaron colegios de General Aquino, Itacurubí del Rosario y Santaní.
Es que Alodia Santos vda. Franco es de esas maestras que no solo se dedicaban a enseñar, sino que sirvieron, con su ejemplo, de fuente de inspiración a muchos para seguir el camino de las letras. Como docente de Literatura, sembró en el corazón de sus alumnos el amor por la lectura, dándoles base para una carrera. Muchos niños de entonces, que se iniciaban leyendo sus primeros títulos con la maestra Alodia no imaginaban que ella estaba sembrando en ellos una semilla que daría sus frutos y se convertirían en referentes del ámbito literario e intelectual de nuestro país.
Aunque el tiempo le ha disminuido la visión, la profesora Alodia sigue entregada a los libros. No pasa ni un solo día sin que lea un libro y periódicos. La misma entrega que demostró hacia la labor de instruir durante más de medio siglo a sus alumnos, en diferentes colegios de Villarrica y otras partes del país, a los que enseñó el amor por la palabra escrita. También tuvo su etapa como directora en la Escuela Normal de Pilar y en Puerto Rosario, San Pedro, fue la fundadora del Colegio Normal.
Si bien se jubiló de las instituciones públicas poco después de los 60 años, siguió enseñando en instituciones privadas hasta que cumplió 75. Continuó por dos razones: porque sentía muchas ganas de seguir enseñando, y porque alumnos y profesores pedían su presencia en las aulas. Aunque desarrolló la mayor parte de su labor como docente en Villarrica, estuvo por San Pedro y Pilar, enseñando y creando escuelas con su marido, Artemio Franco Preda.
Dedicó 55 años de su vida a la enseñanza de la literatura en varias instituciones educativas, como el Cervantes, María Auxiliadora, Don Bosco y el Colegio Nacional de Villarrica, donde enseñó la pasión por las letras y se convirtió en inspiración de muchos de sus alumnos, importantes referentes de la cultura. Ramiro Domínguez, Helio Vera, Diego Sánchez Haase, Enrique Codas, Jacobo A. Rauskin, Mabel Rehnfeldt, Darío Caballero Bracho, José Félix González, Alejo Benítez, Hugo de Jesús Araújo, Efraín Torales, Santiago Dimas Aranda, Miguel Ángel Verdechia y Antonio Ibáñez son solo algunos nombres de la larga lista de exalumnos que hasta hoy recuerdan con cariño a la querida maestra.
“Enseñaba Literatura porque me gustaba mucho y porque tenía inclinación hacia ese arte. Escribía cuentos”, comentó. Este gusto quedó plasmado en el libro de su autoría Cuentos breves del terruño. El 28 abril del 2016 fue condecorada por el Congreso Nacional con la Orden al Mérito Comuneros, también fue reconocida en varias ocasiones por la Municipalidad de Villarrica e inclusive fue homenajeada en el Festival de la Raza, en el 2018, entre varios otros reconocimientos por su invaluable labor al servicio de la educación y la cultura en el departamento.
Por todo esto –y como no podía ser menos–, el sábado 14 pasado, un gran y muy especial festejo se realizó en la residencia de “la madrina de guerra”, como la consideran en Villarrica a doña Alodia, quien, a pesar de su edad, aún continúa impartiendo enseñanzas, pero de vida. Muy emocionada, la educadora demostró su alegría por el gran agasajo por su centenario que le organizaron sus hijos y, especialmente, porque algunos de sus exalumnos la visitaron.
Asimismo, recordó sus pasos por las diferentes instituciones educativas. “La escuela y la enseñanza eran mi casa”, afirmó con mucha fluidez, a pesar de su edad; sin embargo, debido a los problemas físicos que la aquejan, cuenta con una cuidadora que la ayuda a desplazarse de un lugar a otro.
La educadora recalcó que siempre le gustó enseñar. “Me sentía muy bien y cómoda en las escuelas impartiendo clases; esa era mi casa”, reitera y comenta que hasta hoy llegan junto a ella algunas personas pidiéndole consejos. Por último, dejó un invaluable mensaje a todos los niños, jóvenes y maestros: “Aprovechen las oportunidades que se les da para estudiar, sepan aprender a leer y escribir y, también, más paciencia a los docentes para con los niños”.
• Fotos ABC Color/Carlos Ávalos.