El aburrimiento y los niños

Este artículo tiene 6 años de antigüedad
El aburrimiento y los niños
El aburrimiento y los niños

“Mamá, me aburro”, es una frase muy común en los niños y que desespera a los padres. Estos, para no escucharlos una y otra vez, les llenan de actividades, como natación, artes marciales, danza, o les compran juguetes. Pero, según los sicólogos, no es malo que los niños se aburran.

Los niños corren, saltan, bailan y juegan. Son incansables, pero con frecuencia se quejan de que están aburridos. ¿Qué pueden hacer los padres cuando esto sucede?, ¿por qué se aburren tanto? “No podría dar certeza de que hoy los niños se aburran más que antes, pero lo que sí puedo aseverar es que hoy a los padres un ‘me aburro’ les causa, por un lado, mucha angustia y, por el otro, les parece inaudito que un niño se aburra. ‘¿Cómo? ¡Si tiene todo!’, ‘¿cómo motivarlos?’, son expresiones que repetidamente he escuchado tanto en clínica como en asesoramiento a docentes en colegios”, explica la sicóloga Rosario Franco.

El hecho de que un niño se queje de aburrimiento –añade– no debería asustarnos como padres, puesto que está sicológicamente demostrado que no es malo que ellos se aburran. Es la antesala de la estimulación de la creatividad y la imaginación. “No es malo que se aburran. Ellos deben utilizar ese tiempo, en el que nada les satisface, para crear e inventar”.

A veces, esto se da porque están sobreestimulados con juguetes caros y la tecnología; aunque, según la especialista, si hablamos de ella, podemos referirnos a la respuesta inmediata de los padres, quienes buscan instantáneamente algo con lo que los chicos se puedan entretener sin que esa inmediatez involucre recursos internos del niño. “Esto responde, a mi parecer, a tres situaciones actuales: el ‘no hacer nada’ está mal valorado en la sociedad actual. Nunca tanto como ahora el mundo se ha organizado para validar estar todo el tiempo activo y conectado. Como si la productividad se midiera en hacer mil cosas a la vez, cosa que resulta imposible”.

También hay padres que sienten que, si no responden con presteza a las demandas de los niños, están fallando en “su gestión parental” y buscan compensar con juguetes de última generación, tecnología de punta, televisión y otros. “Ese tiempo necesario para interacción de calidad, ya sea a causa de una realidad cultural, social o económica, ‘la culpa’ de no pasar suficiente tiempo con los hijos crea una confusión de qué es lo que realmente necesita un niño”, señala.

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La tercera situación habla de que detrás de esa supuesta “asistencia” inmediata para que los niños no se aburran hay un objetivo solapado: “No me molestes”, “arreglate solo”. Esto último se ve, por ejemplo, cuando les dan el celular o consolas de juego “para que no se aburra”. “Esta última modalidad que visibiliza algún tipo de déficit parental es la que con mayor urgencia debe ser corregida”, asegura.

Hay quienes afirman que los niños se aburren porque se les propone qué hacer. “Nos pasa a muchos educadores, quienes debemos justificar el juego libre, porque para el niño todo debe ser de carácter dirigido. Esto quiere decir: hacer que se ocupe, mantenerlo entretenido y anular así la posibilidad de que el niño eche mano de sus recursos internos”, refiere y agrega que los chicos de hoy en día están muy ocupados y saturados de tareas y actividades. “Esto hace que, cuando hay algún momento libre, no sepan cómo gestionarlo”.

Franco asegura que los padres deben posibilitarles tiempo libre para aburrirse, para que en esta libertad el niño puede escoger qué hacer, inventar, gestionar y echar mano a lo simbólico, al juego espontáneo, desarrollar autonomía, abrir su mente a ideas nuevas y desarrollar su imaginación. “Si evitamos caer en los condicionantes del estilo ‘lo quiero todo, lo quiero ahora, lo quiero ya’, como padres podríamos leer los distintos tipos de aburrimiento y dar paso a la creatividad en sus diferentes manifestaciones”.

Resalta que si los adultos podemos conectarnos de una manera sensible a sus demandas, comprendiendo y dando tiempos, entenderíamos esos momentos de retracción necesarios para elaborar los cambios constantes, tanto de los niños como de los adolescentes, y podríamos descartar el inmediato diagnóstico de un aburrimiento extremo o patológico y entender que ese tiempo “de no querer hacer nada o aburrirse” puede ser simplemente una necesaria pausa para encontrar nuevas formas de conexión. “No podemos estar felices, ocupados todo el tiempo, y los niños no son ajenos a momentos de tristeza que son parte de la vida misma”.

¿Qué hacer cuando un niño se aburre?

Para la especialista, es importante no caer en la demanda de un entretenimiento permanente, evitando criar niños ansiosos y desesperados. Ofrecer un espacio de escucha, cuerpo y diálogo en el cual pueda establecerse un vínculo, ya sea de aprendizaje, amoroso, con mimos, de juego, proceso analítico, etc. “A veces, preguntar ‘¿por qué tan aburrido?’ ya abre la posibilidad de un acercamiento, atención. Facilitar un libro sobre el que luego pueden conversar o juegos de imaginación son válidos. A veces, mi hija de seis años se retrae y ante mi mirada responde: ‘Estoy jugando con mi imaginación’. En ese discurso no tengo invitación alguna y hasta parecería estar ‘despachándome’ de una actividad que solo la involucra a ella, y respetar ese espacio es también muy necesario”.

¿Cómo estimular la creatividad?

Dar espacio al asombro, al descubrir, al juego libre, facilitando espacios y “lugar” para explorar.

Un niño solo necesita su cuerpo para poder saltar, correr, deambular sin un propósito más que el de divertirse. “A veces, el mejor juguete es un palo, porque puede convertirse en espada, hacha, flauta, micrófono, guitarra. Debemos ofrecer materiales nobles o juguetes que inviten a desarrollar la imaginación, lo simbólico en un niño, porque cuanto menos haga un juguete, más hará su imaginación”, concluye. Nada más cierto. Porque la imaginación nos da alas, y un niño con alas será un adulto con más posibilidades de encontrar la felicidad.

Tips para que los chicos no se aburran

• Restringir lo más posible el uso de tecnologías. Antes, la televisión era considerada el chupete electrónico; hoy, lo son las pantallas de celulares y tabletas. Hasta los cinco o seis años, un niño debería estar jugando en el patio con una pelota, una muñeca o una mascota y no con una tableta.

• Dejar tiempo para actividades de juego no estructurado y, en lo posible, al aire libre, en contacto con la naturaleza.

• Compartir tiempo de calidad con actividades que disfruten juntos o relacionadas con las responsabilidades de la casa, como regar y cuidar las plantas, cocinar, organizar la biblioteca, etc.

• El mejor tip es desconectarnos nosotros de las pantallas de celulares, computadoras, correo del trabajo, redes sociales, Netflix y conectarnos con el tiempo de infancia de nuestros niños, que ese tiempo sea real y con atención para poner en contexto lo valioso. El tiempo de estar con un otro, aprehender a descubrir lo que nos rodea, asombrarnos con lo que es y lo que puede ser, y tejer momentos que quedarán para siempre atesorados para ellos y nosotros.

mpalacios@abc.com.py • Fotos Pixabay.

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