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La caravana impresiona: son un promedio de 10 vehículos los que recorren todo el país durante tres fines de semana con la misión de medir los árboles finalistas de un concurso que recibió este año más de 500 postulaciones. “Hubo una edición en la que tuvimos solo ocho inscriptos”, recuerda Víctor Ibarrola, director ejecutivo de A Todo Pulmón, la oenegé fundada por Humberto Rubin.
Hoy culmina el recorrido pasando por primera vez una frontera. Aunque esta vez es solo de manera honorífica, la comitiva llegará a la Reserva de Uso Múltiple Guaraní en Misiones, Argentina. Tras una larga deliberación, la organización decidió dar este paso como manera de abrir esta posibilidad a nivel regional. La sola inscripción del ejemplar lo hizo digno de recibir una mención “por ser el primer coloso internacional en inscribirse al concurso”.
Que haya cada año más postulantes es un claro indicador de la consciencia ambiental generada con el concurso. “La gente anota su árbol y quiere tener su propio coloso. En los inicios de la fundación A Todo Pulmón, Humberto soñaba apenas con plantar un árbol por cada habitante del Paraguay; hoy ese número se duplicó, así como el compromiso y los desafíos”, cuenta Ezequiel García, miembro del comité ejecutivo de la organización.
La comitiva está integrada por los técnicos para la medición, autoridades nacionales, ingenieros ambientales y forestales, periodistas, representantes de las empresas patrocinadoras, un equipo técnico audiovisual e invitados especiales. Esta sinergia demuestra que no solo este proyecto puntual, sino toda el área ambiental es un asunto transversal que involucra a todos los sectores de la sociedad.
La segunda expedición, integrada por 65 personas, recorrió el fin de semana pasado un total de 1250 km del suelo guaraní. Durante los tres días de viaje se midieron ocho finalistas. Junto al primero de ellos, un formidable timbo (Enterolobium contortisiliquum), ubicado en pleno bosque de Horqueta, la comitiva vio el amanecer luego de haber caminado dos kilómetros. Este árbol fue postulado por Nelson Otero.
Desde allí, la comitiva partió rumbo a Loreto y, luego de otra larga caminata por el bosque, la familia Martínez, con una serena melodía de fondo, contó que son la tercera generación encargada de velar por el majestuoso timbo. “Sin árboles no somos nada, el bosque tiene un valor que no se puede pagar con dinero y eso es lo que le enseño a mis hijos y nietos”, decía don Dionisio Martínez, tocando el árbol con sus manos que denotan el esfuerzo de toda una vida trabajando la tierra.
Y al son de “Un solo canto”, las jóvenes Ana y Evany recibieron a la comitiva a orillas del río Aquidabán, en el distrito Paso Horqueta. Con sus guitarras y alegría guiaron a las personas al encuentro de un imponente guapo’y, ubicado a orillas del cauce y conocido en la zona como “el árbol de los pescadores”. Su pintoresca forma invita a subir a sus fuertes ramas y se destaca a lo lejos. Su medición, sin embargo, requirió una tarea un poco más exigente que las demás, ya que parte de su copa estaba en el río y, para hacerlo, los técnicos tuvieron que subir a canoas.
Tras esto, la comitiva dejó la región oriental y, con unos enormes nubarrones encima, se adentró en suelo chaqueño. Al alcanzar la zona de Pozo Colorado, el sol apareció y regaló un atardecer que embellecía aún más el paisaje occidental.
Tras pernoctar en Filadelfia, se partió muy temprano el sábado rumbo a la colonia Neuland; empezaba un idilio con la especie Ceiba Sp., más conocida como samu’u o palo borracho. En el centro mismo del distrito, en medio de una avenida y completamente integrados a ese paisaje, se encontró a tres samu’u gigantes; solo participaba uno de ellos, pero, sin duda, sus dos compañeros le dan un importante realce.
Muy cerca de allí se visitó un árbol muy especial. Bajo su sombra, en 1947, se realizó la primera Asamblea General de los Inmigrantes del Chaco. En su mayoría eran mujeres, viudas y con hijos pequeños que “trabajaban como hombres. Ellas fundaron la colonia e hicieron que todo esto sea hoy posible”, recuerdan los pobladores.
Esa jornada de trabajo terminó con un dulce sabor. Por segundo año consecutivo, la familia Schartner postuló a su palo borracho. Sylvia, la mujer, preparó deliciosos postres para recibir a la comitiva. El imponente samu’u que sirvió de refugio por muchas noches a un nativo enxet que ahora trabaja con la familia, tiene un hueco muy pintoresco que varios integrantes del grupo aprovecharon para sacarse fotos.
Para Sylvia y su esposo, Sieghard, este árbol es como un hijo más. Se encargan de su cuidado y van a pasar tardes enteras bajo su sombra. En una cajita que mostraron guardaban sus semillas y flores, que son una especie de algodón utilizado antiguamente como relleno para almohadas y colchones.
El domingo pasado se visitó al último árbol de la ronda. Otro samu’u enorme y panzón en medio de una plantación agrícola. El no tener competencia cercana, según los postulantes, fue una ventaja para el crecimiento de este ejemplar.
El segundo recorrido culminó a orillas de la laguna Salazar, en el distrito de Teniente Irala Fernández, donde todas las personas que integraron el grupo compartieron un asado y observaron la rica vegetación, además de avistar aves coloridas, como garzas, mbiguás y espátulas rosadas a la vera del cauce.
Tras la semana de descanso, la comitiva partió de nuevo rumbo a los departamentos de Caazapá e Itapúa, así como el ya citado territorio argentino. La premiación de este año está prevista para el 21 de agosto, recién ese día se conocerá al octavo coloso paraguayo.