147 años después...

El general José Eduvigis Díaz, el jefe de mayor prestigio del Ejército paraguayo, vencedor de Curupayty y creador del legendario Batallón 40, peleó y sucumbió en la Guerra contra la Triple Alianza. A 147 años de su muerte, repasamos su historia.

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Nació en Cerro Verá, Pirayú, el 17 de octubre de 1833, en el hogar de los esposos Juan Andrés Díaz y Dolores Vera. Ingresó al Ejército paraguayo en 1852, durante el Gobierno de don Carlos A. López. Siendo capitán fue nombrado como cuarto jefe de policía, sus antecesores fueron en orden cronológico Pedro Nolazco Fernández, Gregorio Mareque e Hilario Marcó.

Cuando sobrevino la Guerra Grande, el capitán Díaz pidió un puesto de soldado. Fue así como creó el legendario Batallón 40, con la mejor juventud de Asunción. Su colosal victoria en Curupayty lo llenó de gloria cuando en la tarde del 22 de setiembre de 1866, siendo aproximadamente las 16:00, el sargento de tropa de Curupayty, Cándido Silva, anunciaba la gran victoria paraguaya.

El 26 de enero de 1867, durante la Guerra de la Triple Alianza, el coronel José Eduvigis Díaz fue herido gravemente en una pierna, en aguas del río Paraguay. El percance ocurrió cuando, junto con dos ayudantes y su criado el sargento Cuati, realizó una inspección de las posiciones de la Escuadra Imperial. El buque de vanguardia lo avistó y efectuó un disparo que partió la frágil embarcación paraguaya, matando a los ayudantes. El coronel Díaz sufrió una grave herida en la pierna, pero fue socorrido y acercado a la costa por su criado, el sargento Cuati. Esa herida lo llevó al más allá, exactamente, 12 días después, el 7 de febrero de 1867. Las crónicas de Natalicio Talavera expresaban... “Era el 7 de febrero, siendo las 4 y 3/4 de la tarde, doce días después de su desgracia, el malogrado Coronel José Eduvigis Díaz dejó de existir”.

La historia, desde la pluma de Arsenio López Decoud, narra que, mientras era asistido, dictó un telegrama al mariscal Francisco Solano López, pidiendo que le hiciera amputar la pierna. El deseo fue concedido y contó con los cuidados permanentes de Elisa Alicia Lynch. En sus días de penosa enfermedad no tenía otra preocupación que sus soldados de Curupayty y el enemigo. Desde su lecho de dolor, diariamente, daba órdenes dirigidas a sus compañeros de Curupayty, a quienes no podía olvidar ni un momento.

Cuando el mariscal López le decía que no se preocupara, ya que todo seguía perfectamente, contestaba que, a pesar de sus esfuerzos, no podía desprenderse de una ocupación que tan grata le había sido. Sentía encontrarse enfermo sin haber acabado su obra. Y a pesar de las prohibiciones de su médico de no hablar demasiado, no perdía la ocasión de expresar sus sentimientos hacia la patria, sobre la obediencia, el buen servicio o los deberes. Comprendió que se le escapaba la vida. Con serenidad y tranquilidad, esperando el desenlace final, dijo: “No temo morir, pues no he temido en las más fuertes refriegas, solo deploro no ser ya útil a mi patria y ver terminada mi existencia antes de la conclusión de la guerra”.

Su deceso se produjo el 7 de febrero de 1867 y su cuerpo fue traído a Asunción, a bordo del vapor Olimpo. El sepelio fue algo apoteósico. Y en el camino a su última morada, frente al Ferrocarril Central del Paraguay, convertido en hospital de sangre, se vivieron momentos dantescos cuando cientos de enfermos salieron, algunos arrastrados, para dar el último adiós al camarada héroe de Curupayty. Estos lisiados y mutilados eran los valientes de las grandes batallas que salían a despedirse.

Finalmente, fue ascendido a general después de su muerte. Y los honores no faltaron para inmortalizar su nombre. La Ruta 4 San Ignacio – Pilar tiene como nombre Gral. José E. Díaz al igual que el Regimiento de Infantería n.° 5 del Ejército paraguayo y la Academia de la Policía Nacional.


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