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Los recuerdos vienen a su mente como si fueran de ayer. "Vivíamos en Azara y México, en una casa pequeña pero confortable, porque mi madre era muy prolija. La calle México era un zanjón que se llenaba de agua con cada lluvia. En complicidad con mi hermano robábamos la llave de la entrada y ganábamos la calle. Nos metíamos a bañar en el raudal y el barro. Creo que eso nos inmunizó e hizo que viviéramos tanto".
No es para menos. Igual que ella, un hermano llegó a los 104 años, y dos hermanas son de 97 y ochenta y tantos. "Todos somos de larga vida...", dice cómodamente sentada en un sillón de la sala en el que jugaba de niña. "Era el sillón de mi abuela", cuenta.
"Tuve una infancia muy linda. Mi madre era buena pero muy dura. Cuando me pegaba y le decía: mamá, me dolió, ella me contestaba: Y claro, para eso te pego, para que te duela, no es una caricia".
También era muy enérgica en sus decisiones continúa-. "Una vez fuimos a la zapatería de don Rabito, en Palma. Mamá vio en mi rostro el gesto de que el calzado no me gustaba. Entonces me dijo: te queda bien, es cómodo y es barato. Don Rabito, lo llevamos".
De alcurnia
La centenaria mujer nació el 6 de abril de 1905, como todos los paraguayos de un siglo atrás, en Villarrica, en la alcoba familiar de Ana Bregains Angout y Luis Machaín Abregó, un primo del ex presidente -aunque efímero- Facundo Machaín.
Del lado materno, su abuelo era un francés que vino al Guairá a poner una fábrica de caña y otra de barcazas a orillas del Tebicuary. "Mamá nació aquí pero regresó con mis abuelos a Europa, y volvió a los 22 años para casarse con papá".
Su abuelo paterno era un argentino, hijo de paraguayos desterrados, proveniente del célebre linaje de los Machaín. Una familia perseguida desde los tiempos del Dr. Francia y Carlos A. López. "No lo conocí personalmente (al tío Facundo), pero mi padre siempre nos contaba que lo mataron al salir de la Policía. Le dijeron que saliera, a propósito, para cobrarle viejos rencores sobre la cuestión de límites. Algo de historia conozco..."
Pero "debo reconocer que la secundaria la hice más o menos. También estudié piano, pero no me dediqué mucho. Parece que fui perezosa, pero para otras cosas era muy activa. Para la casa y para organizar".
Como no había televisión, los pasatiempos eran, primero, los cuentos de Calleja, luego las novelas rosa y las historias de grandes personajes, según la edad.
Y así llegó a la boda a los 20, en la mismísima casa, como se hacía antes, y tuvo 5 hijos (cuatro varones y una mujer), 24 nietos, 47 bisnietos y dos tataranietos. "Nuestra casa fue edificada por papá y mamá sobre la calle Perú donde hoy está el edificio Alto Perú, cuando yo tenía 12 años. La calle Perú no era asfaltada ni tenía luz hasta que mi padre consiguió las dos cosas. Me hubiera gustado conservarla, pero la vendieron".
El relato sigue con los primeros años de vida matrimonial. Poco antes, el flamante novio, que vivía en el campo, le había dicho si quería un viaje o una casa amoblada. Ella eligió una larga luna de miel, que duró un año "viajando de lo mejor por Europa".
Bendición papal
Durante aquel viaje llegó hasta Roma para pedir la bendición papal. Lo obtuvo de Pío XII, a quien besó su anillo. A los cuatro siguientes papas ya los conoció a través de las noticias.
Cuando regresaron no tenían aún donde vivir y decidió seguir al marido a Puerto Yvapobó (Departamento de San Pedro). "Dormí sobre una tabla con un tronquito como almohada, comí la comida de los arrieros, me bañé en la oscuridad con un balde y un jarrito. Pero era feliz, quizás porque tuve una madre que nunca me dejó quejar de nada. Ella nos decía: si tenés frío, aguantá, estamos en invierno. Si hace calor, dormí en el suelo envuelta en una sábana. Teníamos que aceptar la vida así como era".
Una de las mejores épocas que vivió Ana María fue en el obraje, detrás del marido, historia que siempre comparte con sus hijos. Les cuenta que el esposo había comprado "La Niña", una estancia abandonada adonde sólo podían llegar por agua. "Tuvimos que subir el río Jejuí con todos los bártulos, camas y todo lo demás en canoa a remos. En una íbamos nosotros, en otra los muebles, y en la tercera la pobre cocinera, que hacía unos guisos con brasero en plena marcha".
Aquel viaje había durado 7 días. Por las noches atracaban y dormían en lugares con barranca bajo mosquiteros de lienzo. "Pasé de todo en mi vida".
-¿Dónde estuvo durante las revoluciones?
- ¡Ay...! no me hable. En la casa de Azara y México, he visto caer a los soldados en nuestras veredas. Se reclutaban pobres muchachos de 16 y 17 años, que no tenían ni idea de lo que era la política, y los llevaban a pelear. Era admirable lo que hacían algunas señoras que, para defenderlos, cuando venían a buscarlos, los pasaban al patio vecino por el fondo; y así, cuando iban a la otra casa, volvía a pasar lo mismo. He presenciado muchas revoluciones, por lo menos cuatro, de cuando tenía 6 ó 7 años.
Durante la guerra del Chaco la pareja pasó en Puerto Pinasco donde Serrati se desempeñaba como veterinario de la Remonta. Allí vio tropas y soldados, y vivió de cerca la guerra. "Cuando bombardeaban Pinasco, rodeando las casas yo corría al monte con la niñera y mi primer hijo, Enrique. Y cuando pasaba el peligro volvíamos. Allí pasamos durante toda la guerra".
Cuando los hijos de la pareja ya estaban en edad escolar se instalaron definitivamente en Asunción, en la casa materna. Los niños (Enrique, Osvaldo, José Luis y Horario) fueron al colegio San José, y la niña (Mabel) iba a Las Teresas.
La política
Pese a que entre sus antepasados hubo un presidente de la República, Ana María se declara apolítica. "Yo nunca tuve aspiraciones políticas. Mi marido tampoco y mi padre era argentino, de modo que siempre vivíamos al margen. Papá era una persona muy honesta. Era gerente de la Oficina de Cambios, lo que es ahora el Banco Central, en tiempos de la presidencia del Dr. (Félix) Paiva.
Por eso teníamos que marchar derecho y con mamá, ni te cuento lo que comíamos..."
- ¿Mucho chicote?
- Mmm. Mamá tenía una mano de hierro. Era como si te diera con un garrote.
- ¿Y Ud. lo heredó con sus hijos?
- Tenía también chicote. Recuerdo que mi hijo mayor era muy comediante, y cuando lo pegaba, gritaba y gritaba. Entonces, me arrepentía y lo abrazaba de nuevo.
Elixir secreto
- ¿Qué la mantiene tan bien?
- Si te cuento... Es mi medida. Tomo whisky a las 11:00, tomo whisky a las 12:00... (sigue contando con los dedos como diciéndose a sí misma). En fin, varias copitas, hasta cuatro, según mi estado de ánimo; y se ríen de mí porque les digo que me equilibra sentimentalmente. Pero son solo dos dedos y dos dedos... y dos... Nunca me mareo.
- ¿De dónde le vino esa costumbre?
- Cuando era chica, papá y mamá tomaban vino y a nosotros nos daban un chorrito en el agua. De postre tomábamos oporto. Me sentaba en el suelo a saborear mi copita de oporto. Mojaba los labios y me lamía para que me durara más.
Otro secreto, quizás tenga que ver con el entorno familiar. "Mis padres eran muy hogareños. Papá ganaba bien, pero no era para excesos. Llevábamos una buena vida, y mamá era muy exigente en la cocina".
Al recordar aquello no puede pasar por alto a tres tíos "trotamundos", que pasaron por toda la República "cantando y durmiendo con chicas, que ha de haber una gran cantidad de Bregains por allí".
A la centenaria mujer le sobra la gracia y tiene chispa. En los años que le quedan promete fundar un partido político llamado "mujeres al poder". "Allí voy a tener la silla presidencial, y a los hombres los voy a poner en un brete para que aquél que deje embarazada a una mujer tenga la obligación de mantenerla hasta el final de su vida. ¿No les parece justo?"
"¡Qué lástima no tenés 50 años menos, mamá!", le contesta Mabel, la hija que nos acompañó para la entrevista. Pero ella tenía la réplica exacta:
"¿Y por qué no? ¿Pensás que no me animo a pelear? Tengo ganas de vivir todavía. Yo no digo que estoy cansada ni que me quiero morir porque la vida es maravillosa. No me puedo quejar".