Ibérica y Evaristo cumplieron 60 años de casados

Este artículo tiene 12 años de antigüedad
/pf/resources/images/abc-placeholder.png?d=2394

Sesenta años de casados cumplieron Ibérica Rubí Dans (78) y Evaristo Santander Rojas (83) el 4 de enero pasado. Nacieron y siguen viviendo hasta la actualidad en Tebicuarymí, departamento de Paraguarí. “No podemos vivir el uno sin el otro, nos seguimos amando como siempre”, manifestaron durante la entrevista realizada en la residencia de su hija, en Fernando de la Mora.

Ibérica, quien casi no tiene cabellos blancos a sus 78 años de edad, afirma que no tiene achaques propios de la edad, no tiene pérdidas de memoria, camina sin problema, se alimenta bien y vive feliz y tranquila en su casa de Paraguarí junto a su inseparable marido a quien protege y quiere como si fuera ayer.

Ella nació en Paraguarí el 14 de marzo de 1935 y es hija de español. Recuerda que hasta hace unos tres años, se levantaba a la madrugada a ordeñar 10 vacas. Hacía los quehaceres de la casa y preparaba la “matula” (media mañana) que llevaba su marido a la chacra.

Nos dijo que estudió solo hasta el sexto grado porque eran tiempos en que no había secundaria en los colegios del interior del país.

Evaristo también nació en Paraguarí el 26 de octubre de 1930. Él afirma que le quiere y le busca a su esposa de quien nunca se separó desde que se casaron.

Todos los beneficios, en un solo lugar Descubrí donde te conviene comprar hoy

De familia numerosa, Evaristo Santander tuvo 16 hermanos de quienes 12 están con vida actualmente.

Él realizó hasta el quinto grado en la escuela porque eran tiempos difíciles donde debía trabajar en la chacra para ayudar a sus padres para la manutención de la numerosa familia.

El matrimonio expresó que son muy felices porque sus hijos crecieron todos sanos y honestos y muy trabajadores.

“Les inculcamos con el ejemplo de vida a nuestros hijos todos los valores éticos, morales y espirituales. Y gracias a Dios son personas de bien”, significó.

Recordaron que la vida del campo es muy tranquila y hay mucha naturaleza y que tal vez por eso viven tan sanos y fuertes a la edad que tienen.

“Ahora ya poco trabajamos, pero nos levantamos siempre temprano a tomar el mate con remedio yuyo, planificamos nuestra rutina de siempre, orientamos a los personales para cuidar del cultivo de caña de azúcar”, significó.

En fin, a puertas del mes del amor, un lindo ejemplo a imitar, y una prueba palpable de que cuando hay tolerancia, respeto, diálogo, unidad, el amor perdura, tal como lo juraron el 4 de enero ante el altar: “hasta que la muerte los separe”.

Sus hijos

María Estela Santander, (50) una de las hijas del matrimonio Santander, es docente jubilada, madre de 4 hijos y con 6 nietos, dijo que sus padres le inculcaron el trabajo, la tolerancia, el respeto y la honestidad.

De su niñez recuerda con cariño que en Asunción había muchos juguetes prefabricados; en cambio en el interior del país jugaban a la tiquichuela, al descanso, creaban sus propias muñecas y pelotas. Andaban sobre caballo y se levantaban a respirar el aire fresco del campo de las primeras horas de la mañana, desayunaban temprano para luego barrer y corretear por el amplio patio de la casa.

“Tuvimos una niñez muy feliz y muy sana. Caminábamos largas distancias porque había pocos medios de transportes, nos levantábamos temprano a ayudarle a nuestra mamá en los quehaceres de la casa, y sin protestar, con mucha alegría”, significó.

Nilda Rosa Santander (56) tiene 3 hijos y 2 nietos; dijo que lo que más admira de sus padres es la fidelidad que se profesan uno al otro. “Son como niños, no pueden estar el uno sin el otro. Que yo recuerde, nunca se pelearon. Ambos son muy trabajadores y son fieles el uno al otro, hay un inmenso sentimiento entre ellos”, manifestó.

Doña Nilda agregó que la vida del campo es muy tranquila, muy diferente a la ciudad. “No crecimos con abundancia en lo económico, pero sí en forma honorable en cuanto a los valores, una conducta intachable de nuestros padres”, resaltó. Recordó de su infancia que se iban a la escuela en tren o a veces caminaban tres kilómetros con el guardapolvo blanco y el rocío de la mañana. “Me gustaba andar a caballo y nadar. Nuestros juegos eran tan sanos, divertidos y creativos”, significó la docente.

Blanca Ibérica Santander dijo que promueven la unidad familiar entre sus hermanos e hijos. Por eso realizan frecuentes reuniones donde están la mayoría de los hermanos y los padres vienen del interior y quedan en Asunción por unos días, para luego regresar a Paraguarí.

Explicó que hasta la actualidad sus padres plantan la caña dulce que venden en la azucarera cercana al lugar donde viven.

De su niñez recuerda que había mucha naturaleza en el campo donde vivían. Nadaron enfrente de la casa paterna en el arroyo cristalino. Ahora, lamentablemente se secó. “Es muy importante cuidar la naturaleza porque es la mejor herencia que le dejamos a los hijos y a los nietos”, concluyó.

eolmedo@abc.com.py