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El Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) y el Ministerio de Educación y Cultura (MEC) presentaron la experiencia “Fortaleciendo la educación inicial en escuelas indígenas urbanas”, un trabajo de investigación que recoge una experiencia educativa que demuestra que cuando un niño indígena recibe una educación inicial acorde a su cultura y contexto, aumenta su autoestima, participa, puede aprender otros idiomas, mejora su rendimiento académico y disminuye la posibilidad de repitencia o deserción escolar. Una buena experiencia educativa durante los primeros años de vida abre un mundo de oportunidades para los niños.
El trabajo se implementó con especialistas del Centro de Aprendizaje Integral “Buscando la vida”, partiendo del diálogo con las comunidades indígenas y sus autoridades, articulando esfuerzos con el MEC, para finalmente implementar la capacitación y acompañamiento de los docentes en las aulas de dichas escuelas.
“Mostramos una experiencia exitosa de educación intercultural, que significa un acercamiento para la formación de los niños a fin de que mejoren su autoestima, que les ayude a reconocer sus valores culturales, pero que simultáneamente les abra al mundo moderno o al mundo actual. La idea es seguir aumentando la experiencia en las otras comunidades indígenas, no solamente urbanas, sino también rurales. Sabemos que lo más complicado es conseguir que los saberes de las comunidades indígenas se integren en la pedagogía educativa y simultáneamente que esta pedagogía educativa esté abierta al mundo actual. Ese cruce de ambos saberes es importante, pero para eso se necesita lógicamente una educación de calidad y un acompañamiento muy importante a los docentes”, indicó Rosa Elcarte, representante de Unicef.
Situación
“Los niños indígenas, al igual que el resto de los otros niños, solamente pueden aprender cuando el resto de sus necesidades están cubiertas, cuando son niños sanos, bien nutridos y están protegidos de la violencia. La experiencia demuestra que los niños indígenas con una educación de calidad son capaces de aprender, aprender para seguir respondiendo a su cultura y capaces de aprender para colaborar en el desarrollo del país”, recalcó Rosa Elcarte.
Por ejemplo, en la comunidad API de Luque, los niños viven en condiciones precarias. Generalmente, acompañan a sus familias en busca de oportunidades laborales, y como consecuencia abandonan la escuela. Cuando los niños no van a la escuela se los observa jugando en las calles cercanas, reciclando o pidiendo limosnas. La situación más preocupante es el consumo de alcohol en adolescentes de 12 años en adelante.
En la comunidad Cerro Poty, más del 60% de los miembros de la comunidad son niños, y viven en condiciones muy precarias. La gran mayoría de los niños se dedican al reciclado, en la casa o en la vía pública.