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Tras meses de expectación, el príncipe Enrique, sexto en la línea de sucesión al trono británico y la ex actriz estadounidense Meghan Markle se han convertido en marido y mujer en una ceremonia oficiada en Windsor, localidad británica a 40 km. de Londres, a la que asistieron más de 600 invitados.
La entrada de Markle a la capilla de San Jorge del castillo de Windsor fue espectacular. Con un vestido blanco y velo sujeto por una tiara de diamantes, Markle bajó del automóvil, un Rolls Royce Phantom IV que la llevó hasta el templo donde le esperaba su prometido, el príncipe Enrique, nieto de la reina Isabel II de Inglaterra, quien iba vestido con el uniforme de gala del regimiento de caballería “Blues & Royals” de la Guardia Real.
El vestido de la novia fue diseñado por la británica Clare Waight Keller, de la casa de la alta costura francesa Givenchy, con cuello de barco que descubría ligeramente los hombros de Meghan y realzaba la cintura ceñida del vestido. La prometida entró sola en la capilla acompañada por diez niños que hacían de damas de honor y pajes, entre ellos Jorge, de 4 años, y Carlota, de 3, hijos mayores de los duques de Cambridge, hasta que su suegro, el príncipe Carlos, heredero al trono, la tomó del brazo para conducirla hasta el altar.
La ceremonia empezó poco después del mediodía, donde el arzobispo de Canterbury y primado de la iglesia de Inglaterra, Justin Welby, fue el encargado de casarlos. El obispo Michael Curry, primer afroamericano que dirige la iglesia anglicana estadounidense, asombró a los parientes del príncipe Enrique con su apasionado sermón sobre el poder del amor.
Los duques de Sussex se subieron a una carroza abierta -un landó Ascot- en la que recorrieron algunos de los lugares más emblemáticos de la localidad, donde más de 100.000 personas se dieron cita para seguir de cerca el acontecimiento del año en el Reino Unido. (EFE/AFP)