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La propagación continua ante la pandemia de coronavirus también ha desencadenado grandes epidemias que estaban latentes en nuestra sociedad: noticias falsas, paranoicas, explosiones de discriminación, desempleo, explotación, maltrato, humillaciones, hambre. Y lo más importante, el servicio de la salud pública que por décadas se mantuvo en terapia intensiva. Esta cuarentena ha demostrado una vez más la diferenciación de clases sociales, dejando en aislamiento al sector más pobre de la sociedad, sin alimentos y sin asistencia social.
Gloria Bareiro, activista feminista y trabajadora social que desde hace años viene trabajando de cerca con las mujeres en diferentes áreas y más en la formación de sus derechos políticos, afirma que “la pandemia deja brutalmente expuesta la desigualdad que impera en el sistema capitalista y que se refleja en estos momentos en las condiciones dispares en las que se afronta esta crisis sanitaria, como el aislamiento y las indicaciones de higiene que se deben cumplir, en el marco del sostenimiento de las necesidades vitales de las personas”. “Las diferencias de clase y género son esenciales para entender lo que las mujeres trabajadoras deben afrontar durante este periodo”, agrega.
Bareiro analiza la situación actual. “La clase trabajadora en su conjunto, que ya venía soportando condiciones de trabajo precarizados, durante la pandemia sube el nivel de inestabilidad con rasgos de miseria. El sector informal y cuentapropistas, con el aislamiento necesario, hace imposible que puedan ejercer su labor cotidiana y con eso su sustento de vida que se generaba con el trabajo del día. Por otro lado, son más de 1.500 despidos de las personas que tenían un empleo formal, y otro sector que aún conserva el empleo sufre una reducción de sus ingresos, además de recortes de beneficios sociales, que sin dudas deterioran el nivel de vida de las familias trabajadoras”, detalla.
Dentro de este panorama, vale recordar que las mujeres trabajadoras ya entran al mercado laboral en los trabajos más precarios, y este es el más golpeado por la crisis sanitaria. Así se tiene un ejército de mujeres en el trabajo informal como las vendedoras (yuyos, plantas, juegos de azar, cosméticos, etc.), empleadas en comercios, en restaurantes, en empresas de limpieza y en el trabajo doméstico. Cabe resaltar que muchas de estas cesantías ni siquiera forman parte del subregistro que tiene el Ministerio del Trabajo.
Condiciones de trabajo
Muchas mujeres siguen realizando tareas (esenciales y no esenciales) como las empleadas domésticas, y entre ellas las que viven el aislamiento en la casa de sus patrones, sin posibilidad de días libres y sin posibilidad de socializar con sus familias. Por otra parte, las trabajadoras de limpieza que deben realizar sus tareas sin las mínimas condiciones de salubridad, como lo denunciaran días pasados las trabajadoras de la empresa Potî. Se debe hacer mención especial a las miles de trabajadoras que hoy están en la primera línea, las enfermeras, las doctoras, las trabajadoras en los hospitales expuestas al contagio personal y de sus familias, con infraestructura paupérrima y sin insumos, producto de años de abandono y desidia de los sucesivos gobiernos.
El virus no hace diferencias, pero el Gobierno sí
Las medidas económicas y su componente social y de mitigación de crisis sanitaria que el gobierno de Mario Abdo ha tomado demuestra una vez más que la crisis la pagamos la clase trabajadora, con un brutal endeudamiento (que el pueblo trabajador debe pagar en años venideros), destinado a parchar el harapiento sistema de salud pública, el programa Ñangareko, kit de alimentos del Ministerio del Trabajo para personas que perdieron el empleo y el subsidio de IPS de hasta 50% del salario mínino, todos por un tiempo ultra restringido y a todas vistas imposible de cubrir las necesidades básicas de una persona, mucho menos de una familia.
No hay ninguna propuesta seria del Gobierno de redistribuir la concentradísima riqueza de nuestro país, que ha sido generada esencialmente por la clase trabajadora, por medio de impuestos progresivos a las riquezas y supongan el fin del paraíso fiscal para los sectores acaudalados del país.
Asimismo las mujeres trabajadoras, deben sumarse y fortalecer con su participación las organizaciones sindicales, y en los sectores populares, las organizaciones vecinales para paliar las necesidades urgentes, y con la fuerza de esa unión demandar al Gobierno que asuma un apoyo real para garantizar la subsistencia durante la cuarentena, también recursos suficientes para proteger la vida de las mujeres de la violencia machista. Existe una responsabilidad de entes del Estado para salvar las vidas.