Walter Bower ya no puede evitar un juicio por torturas

Los integrantes de la gavilla del 99 cometieron los actos más deleznables que quedaron impunes. Pero Walter Bower cometió una torpeza mayor: en una de las sesiones de tortura fue pillado infraganti. El delito es imprescriptible, y el martes debía comparecer, después de 13 años de chicanerías, en el proceso que le abrió el comisario Alfredo Cáceres. En esta entrevista, el policía rememora sus tormentos.

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–Todo parecía que quedaba en el olvido, como todos los delitos que se cometen desde el poder. ¿Por qué tanto tiempo para un juicio por tortura? Son 13 años.

–Después de 13 años, con la resolución de la Cámara de Apelación se rechazó la recusación que se hizo contra el juez de la causa, Julián López. Previamente el fiscal Fabián Centurión también fue recusado, pero tampoco se le dio lugar. Para el martes, el juez nos cita para una audiencia preliminar.

–¿Nunca se hizo antes?

–No. Se anteponía cualquier excusa: falta de abogado, diagnóstico médico. Hubo chicanas de todo tipo durante 13 años.

–¿Falta de abogado, por qué? Bower debe ser un potentado...

–Me acuerdo que comenzó con Enrique Cantero, después fue Granada Salaberry. Los dos renunciaron a representarle. Yo creo que fue porque no podían sustentar su defensa. Ahora veo que tiene unos jóvenes abogados. Pareciera que son inexpertos...

–¿Quiénes son los acusados, además de Bower?

–Están los testimonios de ocho suboficiales que fueron bárbaramente torturados en la comisaría 11ª bajo la responsabilidad del comisario Basilio Pavón...

–Pavón murió hace poco...

–Sí. Es el que hacía las preguntas en la tortura.

–¿Quiénes estuvieron en su tortura?

–Walter Bower, el que fue comandante de la Armada Miguel Angel Candia, Basilio Pavón, los que procedieron contra nosotros fueron el comisario Merardo Palacios y Osvaldo Vera.

–¿Por qué solo figuran como torturados el policía Jorge López y usted?

–Según me cuentan los otros no aparecen porque dicen que Bower les instruyó o fueron extorsionados para que digan que se golpearon jugando fútbol y que se les pagó algunas deudas para que no hablaran. Pero todos ellos están pendientes de este juicio para obrar en consecuencia.

–Ustedes fueron acusados de cómplices de aquel supuesto golpe para derrocar a González Macchi. Evidentemente fue una excusa para desatar una represión más dura. Actuaron como bestias...

–Me acuerdo que usted también fue acusado por ellos de golpista. Se nota que usted y su diario les molestaban. En mi caso, ese día 18 de mayo de 2000 fui llevado desde la Central (de Policía) a la Marina. Estuve incomunicado una semana. Ningún miembro de mi familia sabía mi paradero.

–¿Qué día lo torturaron?

–El 21 a la noche. La sesión de tormento comenzó a las 9:50 aproximadamente y terminó más o menos a las 12 y media.

Me sacaron de la pieza donde me tenían, supuestamente para una declaración ante la justicia policial. Una persona entró. Me ordenó que me ponga de cara a la pared. Me ató las manos hacia atrás y me vendó los ojos. Me introdujo a otra habitación. Me ordenaron que me arrodillara, y allí recibí todo tipo de golpes en todo el cuerpo, en el tímpano, en los genitales, por espacio de dos horas y 45 minutos aproximadamente. Lo único que me pasaba por la mente es en qué momento me iban a matar. Me preguntaban sobre el “golpe” y quiénes eran mis cómplices. Cada vez que negaba me pateaban. Nunca me olvido de una patada que fue tan violenta a la altura de la cintura, que me caí y golpeé la cabeza por el piso. Me quedaron secuelas en la oreja. Otro momento que me hizo llorar de dolor fue cuando uno de ellos me pisó el cuello y estiró hacia arriba mis manos atadas atrás. Estuvieron a punto de romperme los brazos. Les pedía por favor que no me jueguen más y ellos se reían. Parece que les causaba placer.

–¿Cómo se percató que López también estaba siendo torturado?

–Porque le preguntaban si era cierto que yo le di un 100.000 guaraníes. Estaba acostado cerca de mí. Yo dije que sí le di la plata para que me dejen en paz. Pero después me preguntaban por números de teléfono que yo desconocía. A cada no como respuesta, me pateaban, me cachiporreaban, me estiraban los brazos hacia arriba. De tanto en tanto hablaba Pavón. Yo lo conocía bien. Era el jefe de la comisaría 11ª. Pero también, siempre se ve algo cuando uno está con los ojos vendados, por lo menos una luz, un color. El piso tenía una alfombra gris azulado. Identifiqué a un tipo trajeado. La voz de Bower es inconfundible. En un momento dijo “basta” y después dijo: “apriétele los testículos”.

–¿A ese nivel?

–Me desvistieron los dos (Palacios y Vera). Me retorcí para que no me agarren. Rompieron el short que tenía y ahí uno de ellos me agarró. Fueron alaridos de dolor. Uno se siente morir. No se puede describir. Me hace mal cada vez que me acuerdo. Me acuerdo vagamente que preguntaban quién era el financista. Yo no sabía de lo que estaban hablando. Estaba completamente atontado. Me humillaron hasta lo indecible. “Humby porãite piko kóa”, decía uno. “Ñamboperdéna ichupe la iñinvícto”, decía. Se reían a carcajadas.

–Encima pervertidos...

–Unos bárbaros. Ese Bower debe ser un pervertido sexual y los otros unos enfermos que prostituyeron la Policía.

–¿A quiénes más identificó?

–Bower es el que daba las órdenes. Basilio Pavón era el que hacía las preguntas. Si no escuchaba las respuesta que querían escuchar pegaban, torturaban. Escuchaba cómo se reía Bower. Candia estaba allí. El comisario (Diosnel) Ferreira fue el que le llevó a López a la Marina. Era subjefe de la 11ª. En el expediente él confirma que me vio en esa posición en la pieza donde me torturaron. Lo que más les preocupa a ellos es la declaración de Ferreira. Aparte está el certificado médico que me dio un médico de la Marina. Está el tiempo de detención ilegal sin orden judicial ni nada. Está el cuaderno de novedades de la oficina de guardia de la Marina...

–Es el que arrancaron y trajeron a ABC...

–Claro. En el cuaderno de novedades figura la hora exacta en que ingresaron Walter Bower, Basilio Pavón, Palacios, Vera, en compañía del comandante de la Marina.

–Son hechos irrefutables...

–Ese lunes, 22, solicité el concurso y la revisión de mi cuerpo por un médico de la Infantería de Marina. Fue a verme uno de apellido Gómez. La primera vez que fue llamado por la fiscalía, dijo no recordar que me atendió. Tres meses después se rectificó felizmente y admitió que me recetó un remedio antiinflamatorio. Imposible que no se acuerde que me atendió, porque mi cuerpo estaba completamente machucado, escoriado. No me podía mover. Gracias a Dios esa persona se rectificó y testificó que me apremiaron. Eso consta...

–¿Cómo salió de la Marina?

–El día 25 de mayo, el día en que fui llamado por la Corte ante un pedido de hábeas corpus genérico. Allí denuncié la tortura. Al volver de mi declaración, el comandante Candia ordenó que me llevaran a la FOPE. Ni siquiera esperaron una resolución de la Corte que salió recién al día siguiente 26 de mayo. Sabían perfectamente que violaron todas las leyes y la Constitución. No querían ser salpicados.

–Pero el libro de novedades de la guardia los delató. Militares indignados por tanta salvajada habrán sacado ese documento para que se publique...

–Es el moño de la prueba de tortura y de la presencia de los torturadores en aquella pieza, y en la cantidad que estuvieron y el tiempo que estuvieron. No se les pasó por la mente que iban a quedar registrados.

–Es la prueba de que no existe el crimen perfecto...

–Yo fui víctima de un secuestro. Me llevaron el 18 a la noche y reaparecí el 25 en la Agrupación especializada (FOPE). Jamás olvido los apremios a que nos sometió en ese lugar el comisario Núñez, quien después fue ascendido a jefe de Orden y Seguridad. En esas desastrosas condiciones fuimos llevados al calabozo de la Agrupación. Fuimos tratados en forma humillante, así como trataban a dos distinguidos excomandantes de la Policía Nacional, los comisarios Niño Trinidad Ruiz Díaz y Rubén Arias Mendoza, presos, tratados en peores condiciones que los delincuentes exclusivamente por cuestiones políticas. En la época de Stroessner por lo menos se asimilaba a civiles desequilibrados para hacer el papel de torturadores. Bower hacía cometer estas violaciones a altos oficiales egresados del Colegio de Policía. Prostituyó la Policía Nacional.

–¿Usted reconoció bien a Bower?

–¡Claro que sí! Su voz es inconfundible. Después de una hora y media o dos, él dijo “¡Basta!”. En la comisaría 11ª también fueron torturados tres civiles de Paraguarí. Uno de ellos también identificó públicamente a Merardo Palacios y Osvaldo Vera como sus torturadores.

–¿Palacios no es ese que aparece tanto en las radios hablando como experto antisecuestros?

–Qué va a ser experto de nada. Fue mozo de (el excomandante en tiempos de Stroessner) Schreiber. Cebaba mate, tereré, cafecito. Estuvo como encargado de Obras. Recién como comisario pasó a las comisarías. Por supuesto que es experto, pero en torturas.

–¿Cómo Bower consiguió retardar 13 años el proceso?

–Con chicanas, con recusaciones de fiscales y jueces, con renuncias de abogados para tomar otro. En el 2006 el expediente se perdió misteriosamente. Finalmente se encontró en la oficina del ministro de la Corte Víctor Núñez.

–Es prácticamente el único que continúa de la vieja época...

–Yo le recusé a Víctor Núñez. Pero recién después de un año y ocho meses se apartó. Lo importante es que el delito por tortura no prescribe. Es la mayor herramienta que tenemos. Quiere decir que, tarde o temprano, por más amigos que tenga donde tenga, Bower será procesado y, por las pruebas contundentes que hay, será condenado, y este caso será un ejemplo para futuras generaciones, de que la vara de la justicia no tiene fin en el tiempo cuando se trata de tormentos físicos a las personas.

–¿Llegó a cruzarse con Bower?

–Sí. En la última audiencia apareció con tres guardaespaldas. Llegó saludando con el cinismo que lo caracteriza. Cuando se me acercó, le dije: “¡Retírese: cachafaz, cínico, a tantos policías ha perjudicado y me quiere pasar la mano...!”, y me contestó amenazante: “Ya te va a tocar a vos”. Estaban presentes el fiscal Fabián Centurión y el abogado Rolando Alum Rojas...

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