Viuda no sabía que murió el marido

Hilda Gladys Fleitas es la viuda de Francisco Feliciano Duarte. Mejor que nadie sabía que el marido estaba muerto, desde el 27 de junio de 2000: ella lo había enterrado en el cementerio de La Recoleta. Sin embargo, el 5 de junio de 2014, ocultó al ujier judicial que su marido había muerto 14 años antes. Innegable complicidad con Enrique “Kike” Sarubbi en una estafa procesal.

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Francisco Feliciano Duarte falleció el 27 de junio de 2000.

El velatorio de su cuerpo se realizó en Parque Serenidad, mientras que el entierro tuvo lugar al día siguiente, en el cementerio de La Recoleta.

Su esposa, Hilda Gladys Fleitas, publicó una participación en la sección Exequias de ABC Color junto con sus hijos.

En el listado de nombres se puede encontrar el de Enrique Sarubbi, quien estaba casado con su hija Graciela.

Tanto Hilda Gladys Fleitas como Enrique Sarubbi sabían que Feliciano “Manito” Duarte había muerto, de hecho acompañaron el cuerpo del finado hasta el mismo cementerio.

Mayor comprobación de fallecimiento de “Manito” Duarte, imposible.

La viuda no sabía que murió el marido

El 5 de junio de 2014, el Abog. Alfredo Valdez llegó hasta la vivienda de la señora Hilda Gladys Fleitas Vda. de Duarte a fin de entregar una notificación judicial.

Consta en el acta labrada por el ujier Alfredo Valdez que “la señora se comprometía a hacer entrega de la notificación al destinatario”.

“Manito” Duarte murió en el año 2000, no es necesario señalar que resulta absolutamente imposible entregar una notificación judicial a un muerto.

Su viuda ocultó esta información al juzgado de Capiatá y aceptó el documento como si fuera posible entregar con posterioridad al destinatario.

Y no solo mintió al juzgado sino que también se convirtió en parte de una estafa procesal montada por su yerno, “Kike” Sarubbi, con asesoramiento legal del abogado Guillermo Montiel.

“Kike” Sarubbi demandó a su suegro muerto por “cumplimiento de contrato” y lo hizo en complicidad con la viuda.

¿El objetivo? Acceder a un título de propiedad judicial sobre una finca de 20 hectáreas en Minga Guazú, Alto Paraná.

Y lo logró. La sentencia 529, firmada por el juez Manuel Saifildin Stanley, llena de vergüenza al Poder Judicial y a la Corte Suprema de Justicia. Un juicio ganado a un muerto. Vergonzoso.

roque@abc.com.py

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