Vallemí, una ciudad para olvidar, sitiada por un ambiente increíble

VALLEMI, Concepción.- La ciudad de Vallemí es para olvidar. No ofrece nada, salvo las cenizas de la planta cementera. Sin embargo, no existe en Paraguay un lugar que pueda superar la serranía que rodea al casco urbano. Esa contradicción también se observa en la gente que vive en la región: dispone de mármol de excelente calidad, pero explota este mineral para la fabricación de cal.

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En Paraguay existen lugares de extraordinaria belleza. Podemos dar un listado de sitios increíbles, como la serranía de Cerro León, en el alto Chaco, por citar un ejemplo; pero es difícil encontrar un lugar que pueda superar a Vallemí.

La ciudad tiene muy poco por ofrecer. Alrededor de la cementera estatal existe cierto orden, pero el resto de la zona urbana refleja descuido y desinterés de sus autoridades.

Vallemí se convirtió en una suerte de imán para los desocupados de la región. Aunque muy poco se puede esperar de la cementera, siempre hay opciones de changa o de rapiña, para estirar los días y comer algo.

Se nota que la ciudad tiene cierta planificación. Las plazas son amplias, algunas calles están cementadas. Existe infraestructura como polideportivo, anfiteatro, aeropuerto o el edificio destinado para mercado.

Saliendo del área céntrica y caminando por los barrios ya se observa la realidad cotidiana de una ciudad invadida por familias desesperadas por encontrar un trabajo aunque sea ocasional.

Lo bueno de Vallemí se tiene fuera de la ciudad: la serranía todavía presenta un follaje de color verde intenso y en casi todas ellas existen redes de cavernas que prácticamente se encuentran desconocidas para la ciencia, por la carencia de inventarios biológicos.

Las cavernas de Vallemí son apasionantes. Ingresar en ellas es adentrarse en un mundo nuevo, con el convencimiento de que muy pocos pisaron esos sitios con anterioridad.

Navegar en el río Paraguay es otra gran aventura. Desde el agua se tiene a la vista unos muros que terminan en el mismo río. El primer pensamiento es utilizar esos farallones para practicar rápel, que consiste en descender de las alturas por medio de sogas.

Un país medianamente decente (no es el nuestro) hace tiempo habría convertido una región como Vallemí en el centro de deportes de ecoaventura y ecoturismo. Aquí se tiene todo en las manos, pero no existe apoyo gubernamental ni interés departamental en ayudar a superar la pobreza que existe en la zona.

Esta es la otra cara de Vallemí: la miseria en un lugar donde el potencial económico es abrumador. Basta con mirar lo que hizo Brasil en la ciudad de Bonito (Mato Grosso do Sul) para aumentar la decepción que causa la dirigencia política de Paraguay. Y la serranía que rodea a Bonito es la misma que se extiende en territorio paraguayo.

Si a la destrucción de los bienes naturales se suma la extracción de mármol de excelente calidad para elaborar cal, entonces uno se pregunta cuál es el rumbo elegido por Paraguay.

De acuerdo con la documentación del ingeniero José Zacur, que dedicó su vida a investigar los yacimientos de mármol en Vallemí, la calidad es similar al mármol de Carrara, ciudad italiana que asoció su nombre con este mineral.

Vallemí y sus alrededores se nutren de la miseria de familias que viven en condiciones de esclavitud, entregadas a un trabajo que los conduce a una muerte lenta por tuberculosis.

En la ribera del río Paraguay, entre Guyratí y San Lázaro, funcionan unos 50 hornos que se dedican a la fabricación de cal, utilizando un obsoleto sistema que obliga a usar gran cantidad de leña. En estos hornos se depositan miles de toneladas de mármol de primera, para convertirlo en cal por la vía de calentamiento.

En este contexto, la fábrica de la Industria Nacional del Cemento es una suerte de árbitro político y social en toda la región. En Vallemí viven pendientes de la INC: si la planta se resfría, toda la ciudad estornuda.

Los políticos que manejan INC tienen en sus manos una herramienta poderosa, que no tiene como destino mejorar las condiciones de vida de la población. Las acusaciones de graves actos de corrupción es una constante, lo mismo que la supuesta complicidad de sindicalistas. Todos quieren ligar su tajada.

Mientras esta pelea tiene lugar, la población se muere de hambre y enfermedades. Si el robo por corrupción fuera menor, es seguro que no tendríamos miles de familias azotadas por tuberculosis. Pero esta es una realidad que no se pretende cambiar.

Es mejor que todo siga igual, para que el robo quede impune.


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