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"Una sociedad se juzga por el estado de sus prisiones" afirma el humanista Albert Camus. Por tanto, la nuestra está aplazada en esta materia. Lo que debemos agregar es que si no se revierte la situación calamitosa de las penitenciarías de nuestro país, la sociedad sufrirá cada vez con más rigor los azotes de la delincuencia.
Al concluir esta serie ya no hace falta hablar de la situación en que se encuentran las penitenciarías en nuestro país. Cada cuadro lamentable que graficó nuestro reportero son muestra patética de la realidad.
Por tanto, lo que debemos preguntarnos es qué hacemos con los seis mil presos que están hacinados, abandonados y enfermos en esas pestilentes celdas. Lo requerimos de las autoridades y prometieron que construirán nuevos edificios. ¿Será suficiente cambiarlos de lugar de reclusión? Obviamente que no, donde sea que estén es absolutamente necesaria una política carcelaria que apunte a la recuperación de los presos. Especialmente de esos miles de jóvenes que todavía no cumplieron 30 años y pueden volver a las calles como personas dignas o seguir como delincuentes.
Esa es la cuestión. Si la sociedad y las autoridades no acuerdan un plan para rever la situación de las cárceles, caminar por las calles y en los mismos hogares cada vez será más insegura. Así de sencillo, porque la situación penitenciaria está íntimamente ligada a la seguridad pública. De ahí que se impone ese pacto social para buscar una solución al tema.
De dónde comenzar
Lógicamente de una decisión política. Hasta ahora las penitenciarías constituyen botín político para el enriquecimiento fácil y rápido. Así, las principales penitenciarías están actualmente en manos de liberales. En Tacumbú está Julio Acevedo, uno que probó varios cargos electivos del Alto Paraguay, aunque hace rato dejó aquel olvidado paraje. En Ciudad del Este está Nelson Maidana, candidato a concejal, y en Itauguá, con los jóvenes, Pablo Faccioli, otro aspirante a la concejalía asuncena. Estos dirigentes ocupan mucho más tiempo en proselitismo que a la atención a los presos, lo que a su vez los vuelve más vulnerables a los sobornos que son cotidianos en las prisiones.
Es también urgente que los presos tengan algo que hacer. El ocio es ideal para la propagación de lecciones de delincuencia. Dijimos que nadie que haya recorrido esas inmundas celdas puede salir igual. De hecho que no, por lo que imploramos que la próxima serie podamos cambiar crueldad por humanidad.
Fotos: Fernando Romero