Si legalizamos las drogas, narcotraficantes van a perder

Cuando los adultos dicen: “necesitamos una guerra contra las drogas para proteger a nuestros hijos”, los chicos se ríen, porque las personas que más fácil acceso tienen a la droga ilegal son los jóvenes, afirma el experto estadounidense Ethan Nadelmann, un firme defensor de la legalización de los narcóticos, quien visitó Asunción esta semana. En esta entrevista expone sus argumentos. Asegura que la despenalización no convertirá a los jóvenes en zombies.

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–¿Por qué la legalización de las drogas sería una guerra contra las drogas?

–Porque las pruebas lo dicen. La política de penalización, de castigo, ha fracasado.

–¿Usted habla de todas las drogas o de algunas drogas?

–Yo recomiendo las mismas políticas para todas las drogas. La marihuana hay que legalizarla; que tribute y sea controlada como el alcohol, pero con reglas más estrictas.

–Para la gente común y corriente, es ridículo comparar el alcohol con las drogas; son cosas distintas. ¿Por qué, para usted, es la misma cosa, y compara con la “la ley seca” (de la época de la prohibición del alcohol en Estados Unidos)?

–Tiene razón. Si usted hablara con el público, te diría como usted dijo: ¡alcohol, tabaco! Conocemos eso. La mayoría de las personas cree que la marihuana, cocaína, heroína, las drogas psicodélicas, son cosas totalmente distintas. Si usted pregunta a los científicos o lee las conclusiones de los expertos, ellos le dirán que el público no sabe de qué está hablando. Le van a decir que el alcohol y el tabaco están entre las drogas más peligrosas consumidas por el ser humano. Le van a decir que la marihuana es relativamente menos peligrosa que las drogas legales y que nadie ha muerto por una sobredosis de marihuana.

También le van a decir que la droga más difícil de dejar es el cigarrillo. Si las drogas son peligrosas, tienen que actuar los médicos y no la policía ni la justicia penal. Arrestar a miles de personas como hace el método americano no funciona. Precisamos otro enfoque.

–¿Vender cocaína como si fuera Coca-Cola?

–No. El otro enfoque no significa vender cocaína como Coca-Cola. Significa encontrar la forma de sacar el control de las drogas de las manos de los delincuentes y tratar este problema como un tema de interés de la salud.

–Uno se imagina la cocaína legalizada y toda la gente saliendo de la farmacia como los zombies de la película The Walking Dead...

–(se ríe) Este temor, esa imagen, es el principal obstáculo para llevar adelante políticas más sensatas. Es el temor de Sodoma y Gomorra en la Biblia. Si usted mira, a finales del siglo XIX todas estas drogas eran legales. Los consumidores principales en Estados Unidos eran mujeres blancas de clase media. La Coca-Cola tenía cocaína hasta el año 1900, pero hasta donde sabemos no hubo un problema de adicción masiva a la Coca-Cola. Yo no promuevo la venta de cocaína como se vende cerveza o cigarrillo. Digo que precisamos avanzar un paso a la vez, de manera cuidadosa y gradual, en una nueva dirección. Y esto no lo digo solamente yo. Los expresidentes Henrique Cardoso de Brasil, César Gaviria de Colombia y Ernesto Zedillo de México dicen lo mismo que yo. Si a ellos se les agrega Paul Volker, exjefe de la Reserva Federal; Kofi Annan, secretario general de la ONU; Javier Solanas, de la comisión de Seguridad Europea; Ricardo Lagos, expresidente de Chile, y otros importantes personajes de la política y los negocios... Esta no es gente radical. O si escucha al presidente colombiano (Juan Manuel) Santos o (Otto) Pérez Molina, de Guatemala... Esta no es gente radical.

–Si esta gente tan importante está de acuerdo, ¿por qué los gobiernos no, comenzando por Estados Unidos?

–No son todos los gobiernos. En junio pasado, Mujica de Uruguay propuso legalizar gradualmente la marihuana. En noviembre, por primera vez, en las elecciones los votantes de Colorado y Washington dijeron “legalicemos la marihuana”. Lo harán otros estados los próximos años. La política de prohibición data de 100 años. Tratar de cambiar esto es como tratar de virar un transatlántico 180 grados. Estamos en los comienzos.

–¿Cuáles son los elementos de quienes oponen y cómo rebate usted eso?

–El argumento más importante es lo que usted mismo dijo, el temor a la “invasión de los zombies”, la incapacidad de comprender que las alternativas que proponemos no son radicales. En los últimos 40 años nos hemos concentrado en cómo reprimir el uso de las drogas. Pero el debate por la despenalización comenzó inclusive en el Paraguay, el mayor productor y exportador de marihuana en Sudamérica, pero pocos quieren hablar de eso.

–El primero que va a tomar represalias es el gobierno de Estados Unidos.

–El año pasado me encontré con el presidente Santos y le pregunté: “¿Usted recibe presión de Washington?”. El dijo que no. “Ellos no me amenazan”, dijo. Tal vez el presidente Obama tiene un poco más de compasión por ser Colombia, aunque la política del gobierno sigue siendo antidrogas. Pero en Guatemala, que es muy vulnerable a la presión de Estados Unidos, Pérez Molina dice: “necesitamos un nuevo enfoque”, y yo pregunto: ¿por qué el presidente (Horacio) Cartes no puede decir lo mismo?

–Es una incógnita bastante peligrosa de desentrañar...

–Esta incógnita ha sido la misma en otros países.

–¿Usted tiene problemas en su país por esta campaña?

–No. Yo hablo libremente. Tal vez mi gobierno trate de asegurarse de que yo no sea invitado a hablar en ciertos lugares, pero yo me puedo encontrar con los miembros más antiguos del Congreso, con gobernadores, alcaldes. Cuando yo comencé a hablar de este tema, hace 24 años, había unos cuantos intelectuales –no muchos– de la izquierda y de la derecha como William Buckley, Milton Friedmann, el jefe de policía de San José, el alcalde Baltimore... Pero hoy día las cosas están cambiando.

–¿No se siente vigilado?

–No, aunque tuve unas cuantas experiencias. Por ejemplo, me llamó la atención que un mes después de hablar ante la Asociación de Industriales en Bogotá, alguien de la DEA se me acercó y me dijo: “Yo te escuché”. Pero no lo siento como una amenaza.

–¿Usted fuma marihuana?

–Desde que tengo 18 años..., no todos los días. A veces pasa una semana, pero ocasionalmente...

–¿Donde vive?

–En Nueva York.

–¿Cómo está la ley allí?

–En Nueva York usted puede poseer hasta 28 gramos, en su casa o en su bolsillo. La multa es como una multa de tráfico.

–¿Cómo se originó su interés por este tema, porque fumaba?

–Crecí en una familia religiosa. A los 18 años fui a la Universidad en Montreal. Disfruté del alcohol y la marihuana, pero el alcohol es lo que vuelve a la gente más violenta, más estúpida. Con la marihuana escuchamos música, nos relajamos, pero algunas personas eran arrestadas. No pensaba todavía en términos políticos. Luego, cuando tuve 20 años, estudiaba Derecho y un doctorado en Ciencias Políticas en Harvard. Decidí estudiar los temas relacionados a la aplicación de la ley a nivel internacional. Escribí en revistas académicas sobre un nuevo enfoque y las personas comenzaron a escucharme.

–¿Usted es consciente de que estas drogas, incluida la marihuana, hacen daño a la salud?

–Como hace daño el alcohol y el tabaco o las drogas farmacéuticas... Sí, soy consciente de que la mayoría de la gente que consume marihuana no tiene problemas con la marihuana y no avanzan en el uso de otras drogas. Pero hay un porcentaje pequeño que se vuelve adicto y tiene problemas, como todos los adictos. Pero eso no significa que son delincuentes. Lo mismo ocurre con el alcohol. La mayoría consume de manera responsable, pero para una minoría es la peor droga del mundo. Destruye familias enteras. Está conectada a la violencia y al crimen, a los accidentes en rutas. Los cigarrillos son más adictivos que la heroína. Millones mueren de manera prematura cada año. En todo caso, tenemos que aplicar altos impuestos, desalentar a la gente joven a fumar. Necesitamos una política de control de drogas pragmática, fundamentada en la ciencia, la salud y los derechos humanos. No necesitamos una guerra ideológica contra las drogas.

–Uno se imagina liberar la cocaína hoy, lo que será Estados Unidos con los envíos en cantidades industriales. Los narcos van a estar felices...

–Yo no propugno que legalicemos la cocaína como el alcohol y los cigarrillos, pero si lo hiciéramos, los narcos perderían. La ventaja competitiva de los narcos está en el empleo de la violencia, la intimidación y el contrabando. Si una droga es legalizada, ellos ya no tendrán el control. Cuando la ley de la prohibición al alcohol se abolió en Estados Unidos en 1933, las personas decían lo mismo, que Al Capone sería el más rico y exitoso. Pero no fue así. Los mafiosos no pudieron competir con los productores legales del alcohol. La legalización de las drogas va a socavar el poder y la riqueza de los narcotraficantes. Ese es uno de los principales argumentos de la legalización.

Finalmente, para los que luchamos contra la prohibición, el tema de la libertad es lo más importante. Cuando los adultos dicen: “necesitamos una guerra contra las drogas para proteger a nuestros hijos”, los chicos se ríen, porque las personas que tienen fácil acceso a la droga ilegal son los jóvenes. Las personas que tuvieron más acceso a las drogas ilegales 10 años atrás fueron los jóvenes, y las personas que tendrán más acceso a las drogas ilegales dentro de 10 años van a ser los jóvenes. A los adultos les gusta escucharse a sí mismos. No ven la realidad de afuera.

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