Se perdió la moral, se perdió la vergüenza, afirma Resck

A sus 90 años, el humanista y político Luis Alfonso Resck no se resigna a permanecer ajeno a la realidad que lo rodea. En esta ocasión, exterioriza su decepción de Fernando Lugo por su pacto con Calé Galaverna para ungir a Mario Abdo Benítez como presidente del Congreso. Remarca la falta de moral que padecen los políticos de hoy y evoca en esta entrevista la convicción y honestidad de los luchadores antistronistas para terminar con la dictadura. Afirma que sin justicia, el Paraguay no tendrá forma de salir de la pobreza.

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–¿Qué pasó con esa gente combativa de los tiempos de Stroessner? Mucha gente se escandalizó por este pacto entre Calé Galaverna y Lugo para poner a Mario Abdo como presidente del Congreso.

–Los tiempos cambian y hay cosas que todavía sorprenden. Yo no sé si yo nomás soy anticuado porque estoy viejo –estoy por cumplir 91 años–, pero aquí hablan de socialismo, de igualdad, de reivindicaciones políticas y sociales, pero el único resultado que vemos es una carrera para conquistar más poder. Imagínese: negocian cargos y privilegios a cambio de ungir como presidente del Congreso a Mario Abdo, el hijo del que fuera secretario privado de Stroessner. Es cierto que el hijo de un represor no tiene la culpa de los antecedentes que dejó el padre, pero este muchacho defiende a Stroessner a muerte. Dice que le dio mucho a su partido y al país. Es probable que si se hubiera castigado en forma a los represores de la dictadura, estos descendientes ni se hubieran animado a entrar a la política.

–¿Hay que adecuarse a los tiempos?

–De esta forma, no. La moral debe prevalecer. Tiene que triunfar. Acá lo único que está en juego es: “Yo te doy esto, tú me das lo otro”. No importa el país. Lo que menos importa es si uno reivindica a Stroessner o si es antistronista. Al final de cuentas, son los stronistas los que marcan las pautas. Me acuerdo lo que decía este cachafaz de González Macchi cuando le pidieron su opinión en un aniversario del 3 de febrero (de 1989). “No tengo nada que festejar”, dijo.

–Por supuesto, es otro hijo de un exministro y hombre de confianza de Stroessner.

–Es cierto. Estoy de acuerdo con los que dicen que hay que olvidar el pasado, reconciliarse y caminar para adelante, pero, ¡por favor!, vamos a reconciliarnos entre ciudadanos, entre gente relativamente honesta y decente. ¿Cómo vamos a reconciliarnos con alguien que torturó y no recibió castigo? Como cristiano yo no debo odiar a nadie. Al contrario, nuestra convicción religiosa nos empuja a perdonar. ¿Pero cómo vamos a reconciliarnos con alguien que torturó y que no recibió ningún castigo por sus actos de brutalidad contra personas indefensas? Un día me hizo llamar Pastor Coronel. Me trataba de comunista, terrorista internacional.

“Por culpa de usted murió Schaerer Prono, ahí está ese Bogado (Gondra). Fueron sus alumnos (de terrorismo)”. Yo le dije: “Me sentiría orgulloso que fueran mis alumnos. Ellos estarían trabajando ahora y no circulando libres como los delincuentes que apaña este gobierno”. Ahí me metió una patada y me tiraron de vuelta al calabozo. Otra vez, uno de los responsables de la represión, el comisario (Eusebio) Torres, se me acercó en los tribunales ya después de Stroessner.

–El torturador.

–Sí. Por lo visto es abogado. Me quiso saludar. Le negué el saludo. Me alejé de él. Le dije al juez: “Este atrevido, osado, cínico se burla así y se jacta de su impunidad”. El juez me decía que no tenía la culpa de que permaneciera libre, que era culpa del fiscal que no le encontró evidencias. Todo es bola. Lo salvaron. Nuestra justicia no logra avanzar y no vamos a salir de la pobreza si nuestro Poder Judicial no hace su trabajo y condena a los verdaderos responsables. No hay un solo expresidente que no haya salido rico, con tantos recursos, residencias, departamentos, estancias, empresas.

–¿Hasta Lugo?

–Él, que se iba por todos lados mostrando su zapatilla franciscana. Duarte Frutos, con todo el respeto que se merece como persona humana, fue lustrabotas en Coronel Oviedo (donde nació). Dicen que tiene estancias modelo, departamentos en Argentina, una residencia de una manzana. Decía Raúl Previsch, aquel argentino que fue por muchos años el director de la Cepal (Comisión Económica de América Latina), que había que poner énfasis en la honestidad para crecer. Y eso es lo que no existe: honestidad. Por tratar de ser honesto a mí me echaron del país.

Me acuerdo que en una manifestación me dieron un golpe en el occipital. Ese episodio ocurrió a las 10:00 de la mañana. Recién recobré el sentido a las 10:00 de la noche en (el departamento de) Investigaciones (de la Policía). Cuando se producen estos acontecimientos políticos muchas veces yo me pregunto si valió la pena haber pasado tantas penurias y más de 100 detenciones para contribuir al cambio.

–Dicen que Juan Pablo II impulsó el cambio en el 89. ¿Cree que la venida de Francisco puede obrar milagros?

–Algo va a dejar, pero no en forma muy abierta. Hay muchos métodos para transitar por ese ancho camino de la transformación. El Papa viene a hablarnos de la pobreza y de la necesidad de promover al hombre. Acá se promociona bastante el tema del combate a la pobreza, pero cada vez el pueblo está más pobre y se desconocen sus derechos básicos. Las fuerzas del orden no cumplen con la convención de la ONU que en los casos de desalojo se requiere conversar primero con los ocupantes, que el desalojo se haga sin violencia y al mismo tiempo se prevea una reubicación. Si el Papa quiere cerciorarse de la pobreza extrema no tiene más que hacer una breve gira por el interior.

Decía Konrad Adenauer, a quien tuve el placer de conocer, que “el político no debe aspirar nunca a enriquecerse de la política, así como el profesor o el maestro de la educación”. “Luchen por sus reivindicaciones, pero luchen más todavía por la calidad de la educación”, les decía a los maestros. Otra gran personalidad que conocí fue Franco Montoro, el que fuera gobernador de São Paulo. Él decía que la única solución a la grave problemática que afecta a América Latina es el humanismo integral.

–¿Qué es?

–Es el pensamiento del filósofo francés (Jacques) Maritain: “La obra común debe tender sobre todo a mejorar la vida humana misma, a hacer posible que todos vivan en la tierra como hombres libres y gocen de los frutos de la cultura y del espíritu” (lee). Es el principio de la doctrina social de la Iglesia. Es la promoción de los valores de un humanismo integral, fundado en el reconocimiento de la verdadera dignidad y de los derechos del hombre.

–Acá la lucha no es ni mucho menos por la calidad de la educación y la moralización política.

–Claro, porque la lucha es por el sueldo, por una serie de privilegios. En nuestra época no era así. Los políticos no estaban con ese afán de recaudar. Yo lo vi a (Rafael) Franco (el expresidente en 1936) en el exilio. Lloré de emoción. Lo vi a José P. Guggiari. Vivía en un departamento humilde. Hoy, usted ve hasta un suboficial pituco con coches lujosos y palacios, o secretarias con salarios millonarios. ¿Dónde está la moral? ¿Dónde está la vergüenza?

–El ideal es ser como ese suboficial.

–La corrupción es tremenda. Está inficionada en todas las estructuras. Todo está encadenado a la política. La política es una ciencia y una técnica. Como decía muy bien Juan Pablo II: “No hay después de la religión cosa tan santa como la política”. Lo que pasa es que la vacían, la distorsionan.

–La degeneran.

–En nuestro país no usan la política como una instancia de promoción del hombre. Yo no me explico por qué se disputan un cargo en el Parlamento. No creo que sea para trabajar. Son pocos los que trabajan. Estoy seguro que es por las prerrogativas que les produce. A mí Lugo me decepcionó desde el principio. Y pensar que el que lo trajo de San Pedro, o uno de los que lo trajo de San Pedro, fui yo. Al llegar acá, la mal llamada izquierda enseguida lo rodeó y lo conquistó y me marginaron a mí.

–¿Por qué?

–Decían que era mi edad, otros decían que yo les cuestionaba mucho a ellos, decían que mis consejos iban a contrariar el objetivo que tenían para llegar al poder. No les gustaba los cuestionamientos que yo hacía de Hugo Chávez, de Fidel Castro. Mi presencia les incomodaba bastante.

–¿Lugo fue siempre de izquierda?

–Lugo era un hombre muy inestable en su criterio. Un día decía una cosa, otro día otra cosa. Con los conservadores se mostraba conservador, con los radicales se mostraba de avanzada.

–¿Era un inexperiente en política seguramente, o era muy zorro?

–Quién sabe.

–¿Siempre lo visitan a usted los políticos?

–Siempre. Los que más me están visitando últimamente son los candidatos a defensor del Pueblo.

–Quieren su bendición.

–Todo el mundo quiere ser defensor del Pueblo. Yo fui candidato a defensor del Pueblo. Nueve años tardó en nombrarse a pesar de las críticas de la prensa. Los colorados y liberales se unieron para que no sea yo. Donde se cuecen habas en este país jamás van a nombrar a personas íntegras.

holazar@abc.com.py

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