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En la fecha se recuerdan 77 años de la victoria paraguaya en la batalla de Yrendague, capítulo trascendental de la Guerra del Chaco que terminaría por definir el conflicto armado a favor de nuestro país. En este combate fue fundamental la conducción del general Eugenio A. Garay.
Hace 77 años, el 8 de diciembre de 1934, en Yrendague, el Ejército paraguayo tuvo una de sus victorias más importantes. Tan fundamental fue esa batalla que finalmente terminó marcando el rumbo para que nuestro país, meses después, saliera victorioso de la contienda.
La grandeza de esa victoria tiene su mayor sustento en el esfuerzo que pusieron los soldados paraguayos. Caminaron más de 70 kilómetros entre una tupida y agresiva vegetación, en medio de arenales, el permanente hostigamiento enemigo, cargando armamento pesado y soportando temperaturas de 50 grados celsius con la única ayuda de una cantimplora de agua para cada combatiente.
Los protagonistas de la hazaña fueron los bravos soldados de la 8ª División de Infantería, comandada por el bizarro y legendario general Eugenio Alejandrino Garay, quien con apenas 1.400 efectivos logró aniquilar al cuerpo de Caballería de 13.000 efectivos al mando del coronel boliviano David Toro, a la sazón el mejor armado y equipado de la fuerza invasora.
Las arengas del sexagenario comandante Garay, pidiendo a sus hombres un último esfuerzo en favor de la patria en momentos en que los hombres desfallecían, fueron fundamentales para mantener cohesionada a la tropa.
La victoria de los soldados paraguayos generó tal descalabro que incluso afectó la huida del enemigo. Miles fallecieron en las picadas chaqueñas por falta de agua y a causa del insoportable calor.
El desbande fue pavoroso, con soldados desorientados huyendo.
Se tomaron estratégicos pozos de agua, además de centenares de prisioneros y todo el parque de armamentos pesados y livianos, vehículos, tiendas y hospitales de campaña totalmente equipados de los bolivianos.
Hace 77 años, el 8 de diciembre de 1934, en Yrendague, el Ejército paraguayo tuvo una de sus victorias más importantes. Tan fundamental fue esa batalla que finalmente terminó marcando el rumbo para que nuestro país, meses después, saliera victorioso de la contienda.
La grandeza de esa victoria tiene su mayor sustento en el esfuerzo que pusieron los soldados paraguayos. Caminaron más de 70 kilómetros entre una tupida y agresiva vegetación, en medio de arenales, el permanente hostigamiento enemigo, cargando armamento pesado y soportando temperaturas de 50 grados celsius con la única ayuda de una cantimplora de agua para cada combatiente.
Los protagonistas de la hazaña fueron los bravos soldados de la 8ª División de Infantería, comandada por el bizarro y legendario general Eugenio Alejandrino Garay, quien con apenas 1.400 efectivos logró aniquilar al cuerpo de Caballería de 13.000 efectivos al mando del coronel boliviano David Toro, a la sazón el mejor armado y equipado de la fuerza invasora.
Las arengas del sexagenario comandante Garay, pidiendo a sus hombres un último esfuerzo en favor de la patria en momentos en que los hombres desfallecían, fueron fundamentales para mantener cohesionada a la tropa.
La victoria de los soldados paraguayos generó tal descalabro que incluso afectó la huida del enemigo. Miles fallecieron en las picadas chaqueñas por falta de agua y a causa del insoportable calor.
El desbande fue pavoroso, con soldados desorientados huyendo.
Se tomaron estratégicos pozos de agua, además de centenares de prisioneros y todo el parque de armamentos pesados y livianos, vehículos, tiendas y hospitales de campaña totalmente equipados de los bolivianos.