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El acto de reconocimiento fue realizado precisamente en dicha casona, en el centro histórico de la capital, donde se descubrió una placa en recuerdo de Gill, en presencia de sus familiares y del ministro de Cultura, Fernando Griffith.
El evento sirvió para rememorar la valentía de Gill al enfrentarse a las autoridades de la época, en plena dictadura de Alfredo Stroessner (1954-1989), para frenar el derribo del histórico sitio, donde se quería construir un local de venta de coches.
La directora del Museo Casa de la Independencia, Ana Barreto, explicó que Gill tomó esa postura “bajo su entera responsabilidad”, aquel junio de 1960, al elevar una petición pública ante las autoridades municipales y nacionales para anular la demolición.
Con esa insistencia logró detener la desaparición del edificio, que ahora es uno de los más visitados por los paraguayos cada fiesta de la independencia, que se celebra el 14 y 15 de cada mes de mayo.
Barreto valoró la trayectoria e intensa búsqueda de Gill por el pasado de Paraguay, su batallar por la conservación de objetos históricos y su empeño por mantener el museo que está en la Casa de la Independencia.
“El legado de Gill habla por sí solo”, señaló Barreto, en referencia a la declaración de la Casa de la Independencia como patrimonio histórico nacional, lo que le ha permitido sobrevivir hasta hoy. En el mismo sentido se pronunció el ministro de Cultura, quien puso en valor la labor del homenajeado, a quien retrató como “el único consciente en un mar de inconscientes”.
La nieta de Gill, Alicia Morínigo, visiblemente emocionada, recordó que su abuelo “fue un infatigable y obsesivo guardián del patrimonio de Paraguay”, que logró salvar objetos y lugares históricos “por su intención noble y generosa”. Tras destapar la placa conmemorativa “por su gran legado en la defensa y preservación del patrimonio histórico del Paraguay”, su hija, Esperanza Gill, aseguró que su padre tuvo esa inquietud de preservación desde chico.