Puerto Casado, una comunidad dominada por el fanatismo religioso y la ignorancia

PUERTO CASADO, Alto Paraguay (Roque González Vera, enviado especial). Puerto Casado es una comunidad que se mantiene en el oscurantismo y la ignorancia. La religión es un factor de dominio social que permite decidir quiénes son buenos cristianos y quienes pueden ir al infierno. Resulta paradójico, pero ni el fanatismo religioso del cura párroco pudo despertar simpatía popular hacia la Comisión Pro Tierra. La desesperación por salir de Puerto Casado es una constante, aunque ello implique ofrecer la virginidad a cambio de un boleto de ida.

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Gloria (nombre ficticio) tiene 18 años y finaliza en noviembre el bachillerato. Es una buena alumna y se encuentra entre las cinco primeras del tercer curso. Su meta es alcanzar la licenciatura en enfermería y espera seguir sus estudios en Asunción, aunque también podría hacerlo en Concepción.

En la tarde del sábado nos pidió un tiempo para conversar en la noche, y acordamos encontrarnos en su casa, que está situada en los alrededores de la planta de tratamiento de agua corriente.

Es una vivienda modesta, como todas en Puerto Casado. Su madre es ama de casa y su padre trabaja de capataz en una estancia de Puerto Pinasco; casualmente, en ese momento se encontraba de visita.

Joven decidida, directamente va al grano: ofreció su virginidad y su juventud, a cambio de estudiar en Asunción. "Si me llevás a vivir contigo y me hacés estudiar enfermería, vas a ser mi primer hombre. Te voy a cuidar como tu mujer y no va a haber otro", fueron sus palabras.

Surgieron otros comentarios: en torno a la fidelidad, el amor, el desafío de compartir una casa y los problemas que van surgiendo en la convivencia diaria. A los 18 años, se tiene el convencimiento de superar cualquier barrera, incluso la dificultad propia de compartir la vida con un desconocido.


TODO A CAMBIO DE ESTUDIAR ENFERMERIA

Gloria explicó que era su único referente para sacarla de Puerto Casado. "Hace dos años que todos los días hablan mal de vos en la radio. Yo pensé que si igual te animás a seguir viniendo, porque aquí te quieren matar, también podrías animarte a llevarme contigo a Asunción", dijo.

Una lógica extremadamente simplista, propia de una joven desesperada por abandonar su comunidad y seguir estudiando. Esta es la palabra apropiada: desesperación, el mismo sentimiento que debe abrumar a otros jóvenes casadeños.

Puerto Casado es una comunidad muy particular. Pocas en el país deben llegar al extremo de aislamiento en que transcurren sus días. Un camino de tierra que buena parte del año se encuentra en pésimas condiciones; un río que no lleva a ninguna parte, porque no se tiene dinero para vivir en otro lado; una radio comunitaria que se convirtió en la única fuente de información; dirigentes políticos corruptos en extremo y un cura párroco aliado fuertemente a la corrupción.

En el apogeo de Carlos Casado SA llegaron a vivir aquí 12 mil personas, que disponían de agua corriente y luz eléctrica, mientras en Asunción seguían con carrito aguatero y antorchas. El declive de la empresa taninera también marcó el éxodo de sus trabajadores.

En Puerto Casado quedó el rejugo. Aquellos que no podían competir por un trabajo quedaron aquí, condenados a observar cómo las chimeneas de la fábrica se iban apagando una a una, sin tener adónde ir.

Hasta que se apagaron definitivamente. Allí comenzó la supervivencia y salió a flote el instinto del "mariscador", que ingresa al monte para ir de un lado a otro detrás de su presa, buscando cazarla. A la mañana se puede suplicar un puesto en Victoria SA, a la tarde llevar chismes a la Comisión Pro Tierra y a la noche visitar a los dirigentes de la Asociación de Empleados y Obreros de la Municipalidad.

Es natural, es una conducta propia de la mendicidad. En Puerto Casado, el Estado paraguayo convirtió en mendigos a sus pobladores. La entrega de subsidio de 200 mil miserables guaraníes significa que sus beneficiarios deben estar a disposición de los dirigentes de turno.

Al salir de la casa de Gloria, era imposible contener la rabia, la impotencia y las ganas de una patada en el trasero de personajes como Francisco Dick, Cristóbal Notario o el mismo sacerdote español Martín Rodríguez.

Esa mañana del sábado dedicamos un buen tiempo a escuchar el programa radial del cura párroco, en la emisora comunitaria Quebracho Poty. Mentía descaradamente a la población, planteando derechos de propiedad popular sobre una tierra que ni siquiera pertenece aún al Estado paraguayo.

A lo largo de todo el programa se dedicó a enviar bendiciones y oraciones a los "buenos casadeños" que se manifiestan contra la empresa coreana. "Son hijos de Dios que están con el pueblo", repitió una y otra vez.

Cegado por la estupidez propia del fanatismo religioso, el sacerdote Martín Rodríguez determina que los hijos de Dios gritan contra los coreanos e invita al arrepentimiento a aquellos que sienten simpatía por Victoria SA.

Dirigentes corruptos y un sacerdote cegado por el fanatismo tienen a su disposición una radio, que utilizan con el exclusivo fin de mantener a la población casadeña en la ignorancia y el oscurantismo.

En una comunidad con estas características, ¿cuántos se atreverían a quedar sin las bendiciones del Señor? Resulta paradójico, pero ni siquiera de la mano del sacerdote español los dirigentes de la Comisión Pro Tierra lograron atraer la simpatía popular. Esto obliga a Martín Rodríguez a apelar al recurso milenario del miedo al infierno. Algunos jóvenes pueden salir de esta "caldera del diablo", pero la mayoría debe quedarse a convivir con culpas ajenas. Gloria intenta hacerlo y lo único que posee de valor es su virginidad. Es lo que ofreció, en medio de su desesperación por seguir estudiando.

La virginidad de Gloria es más importante que el fanatismo religioso, que las ambiciones de políticos sin escrúpulos, que todo el dinero robado en la Municipalidad. Si tuviera esperanzas, su dignidad de mujer nunca hubiera estado en oferta.
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