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–¿Cuál es su especialidad?
–Ciencias de la Computación. Me formé en Ingeniería en la Universidad de São Paulo. Hice doctorado en Ingeniería de Computación en la Carnegie Mellon University de Pittsburgh y actualmente ejerzo como profesor en la Facultad Tecnológica (Fatec) de São Paulo. Trabajo en áreas de innovación tecnológica, agricultura de precisión, agricultura del conocimiento, algo que noté que interesa bastante aquí en Paraguay en el Workshop en Ciencias de Datos al que me invitaron esta semana en la Facultad de Informática de la Universidad Comunera.
–¿Qué es Ciencia de Datos?
–Es una nueva transdisciplina, síntesis de un relevante número de disciplinas y conocimientos, incluidos la computación, la estadística, la misma informática, comunicaciones, administración y hasta la sociología. Estudia cómo la enorme cantidad de datos hoy disponibles en Internet (Big data) pueden convertirse en nuevos conocimientos para disciplinas bien específicas como la agricultura, la medicina, los negocios, la ciencia política y cualquier otra área en la que se genera gran cantidad de datos que hoy no son suficientemente explotados. Esta ciencia promete revolucionar la generación del conocimiento a partir de la enorme cantidad de datos a la que tenemos acceso.
–¿Cómo aplicar en agricultura?
–La tecnología de datos ayuda a saber cuándo plantar, el tipo de semilla, el tipo de remedio contra las plagas, la medida. En Brasil se usa cada vez más, hasta para el uso de camiones, tractores, maquinaria. Cada vez más se controlan por computadora las operaciones de todo el proceso agrícola. El próximo paso es que el propio computador pueda controlar las máquinas.
–¿Sin mano de obra, tipo Tesla?
–Sí, como un robot, en forma autónoma como Tesla (los vehículos no tripulados). Estamos todavía en etapa de experimentación. Se trata de aprovechar el cúmulo de datos que contiene la Internet. Silicon Valley aprovechó muy bien la red y así crecieron gigantes como Google, Facebook, Amazon. Hoy estamos en una nueva fase que podríamos aprovechar brasileños y paraguayos, que es la aplicación de la tecnología de Internet al mundo real de la agricultura. Nosotros, desde aquí tenemos oportunidad de desarrollar las tecnologías sin necesidad de competir con Google, que tiene los datos pero no puede entender como nosotros, porque no maneja los datos reales. El productor sabe y puede elegir la variedad de soja que tenemos que plantar, la semilla que conviene, o si hace falta, innovar cambiando de rubro debido a la baja cotización.
–El precio de la soja está muy bien esta temporada...
–Claro, y nadie va a pensar en plantar otra cosa. Hay que agradecerle un poco a (Donald) Trump (se ríe).
–¿Por qué?
–Elevó los impuestos en su guerra comercial con China y aumentaron los precios de los comodities, y bueno, a Brasil y Paraguay les conviene lo que está pasando. Pero vamos a tener un buen año gracias a Trump. Nos ayuda indirectamente. De todos modos, el productor tiene que prepararse para cuando el precio cae.
–Con el tiempo, ¿vamos a cambiar la soja como principal?
–Pensemos 20 años más adelante. Yo no creo que se continúe plantando solo soja, maíz y trigo, con toda la tecnología y el conocimiento que hay. La tendencia mundial es producir alimentos que hagan bien a la salud. Esos son los que se van a cotizar mejor. Yo estuve en Taiwán a mediados de año, y ellos estaban vendiendo una calabaza que tenía propiedades medicinales, buena para la diabetes. El atractivo es el buen precio. En Taiwán son campeones en innovación, en producir nuevos alimentos, nuevas variedades...
–Porque tienen poco espacio...
–Sí. La estrategia de ellos es hacer “Green House”. No escatiman en gastar en aire acondicionado, sensores y otras cosas para garantizar las condiciones para el desarrollo de los cultivos. Es porque tienen poca tierra. Nosotros no necesitamos gastar tanto. Pero ¿cómo voy a saber eso? Con los grandes datos (Big data) que tenemos a disposición podemos aspirar a la misma calidad y a un costo menor...
–Elegir bien lo que se planta...
–Exactamente, y no hace falta ser un sabio para innovar. Un ejemplo, en São Paulo, un jugo de cranberry (arándano) cuesta 18 reales (24.000 guaraníes), tres veces más que un jugo de naranja. Es importado de Chile. Estoy seguro de que Brasil puede tener su propia producción y hasta exportar. Falta que alguien desarrolle esa tecnología y que nos diga cómo y dónde tenemos que producir un producto con tan alta cotización como este. Yo estoy convencido de que para el despegue, el futuro de nuestros países está en la agricultura de innovación y no tanto en los comodities.
–La gente ignora esta Ciencia de Datos. ¿A quién tiene que recurrir: al Gobierno, Agricultura?
–Cuando se habla de innovación, de hacer algo nuevo, el Gobierno no es un buen innovador (se ríe). El sector privado. El Gobierno puede contribuir y acompañar con el fomento, la protección, con leyes. Para crear una cadena de innovación se tienen seis agentes: las universidades, los centros de investigación, las empresas, el gobierno..., bueno, más bien agencias del gobierno facilitadores; los inversionistas y startups (empresas de tecnología).
–¿Cuánto cuesta?
–No cuesta nada. El área de Ciencia de Datos es lo más barato que hay. Lo único que se necesita es cabeza (inteligencia) y un computador. Es baratísimo. Se requiere de un buen internet, por supuesto, y voluntad. Es suficiente. Cultura es lo que necesitamos crear para ganar dinero. Lo cierto es que tenemos que comenzar a mirar la agricultura con otros ojos, no conformarnos solo con soja, con los comodities. Eso en el mediano y largo plazo no es sustentable.
–Entonces hay que producir la transición también
–Sí, eso es lo que estamos haciendo en Brasil, buscando la transición. Se gana mucho dinero con soja, pero se tiene que tomar un poco de ese dinero para invertir en innovación.
–¿Cómo impactó la crisis brasileña en la agricultura?
–El campo no está en crisis. Está igual que en Paraguay. La ciudad es la que está en crisis por la inseguridad: São Paulo, Río... Gracias a Dios que el agronegocio está al margen.
–¿Cómo se presenta la solución con (Jair) Bolsonaro?
–Va a ganar, sin duda este domingo. Él promete apoyar el agronegocio.
–¿A qué atribuye el fenómeno?
–No es por Bolsonaro mismo. Es porque todo el mundo está cansado del sistema político brasilero. Hace 24 años que gobierna la misma gente...
–¿Cómo?
–Claro, cuando gobernaba el PSDB (Partido Social Demócrata Brasileño), se aliaba con el PT y el PMDB (Partido del Movimiento Democrático Brasileño). Cuando el PT estaba en el Gobierno estaba aliado con el PMDB. Es el trío que monopolizó Brasil desde la apertura democrática. Ahora recién sabemos gracias al (escándalo) Lava jato. Los involucrados contaron cómo funcionaba el esquema, porque hay más de 100 presos por el Lava jato. La combinación era así: el PT robaba en el Gobierno federal (Petrolão, Petrobras, etc.); el PMDB robaba en el Congreso. De mil resoluciones, 900 tenían comisión. El PSDB robaba en los tres estados más ricos: São Paulo, Minas Gerais y Paraná. Entonces, cada uno tenía su territorio. Cuando todo eso salió a la luz pública, el pueblo se rebeló. Entonces, la gente no votó más al PT ni al PSDB ni al PMDB. Fueron barridos. Entonces, el fenómeno Bolsonaro es mucho más una reacción antisistema que propiamente por una atracción hacia Bolsonaro... Es en realidad el Lava jato. El pueblo es consciente de que esto tiene que cambiar radicalmente y no puede quedar ninguno de los tres: ni PMDB ni PSDB ni PT. Son los tres partidos que gobernaron juntos los últimos 24 años.
–Pero los universitarios siguen votando izquierda...
–Es cierto. Los universitarios votan izquierda. Fernando Haddad es profesor universitario. El PT también está muy enraizado en la universidad siguiendo la teoría de (el filósofo marxista) Gramsci, de dominar el mundo desde las bases, es decir, desde que los jóvenes tienen 13 y 14 años. Por eso es fuerte entre ellos...
–No van a detener a Bolsonaro.
–No. Inclusive él tiene mayoría propia en el Senado y en Diputados. Debe tener más de 60%. Además, él no tiene ningún compromiso con los que lo apoyan. Sus 28 años de parlamentario lo ayudan para negociar con el Congreso, algo que Dilma (Rousseff) no sabía hacer. Fue pésima. Por eso cayó.