“Por mí, no tiene por qué reinstalarse la reelección...”

Óscar Facundo Ynsfrán, expresidente de la asamblea constituyente del 92, uno de los últimos patriarcas colorados, analiza en esta entrevista las internas. A sus 87 años asegura que las del siglo pasado eran más sangrientas. Dice no tener reparos por la irrupción en la campaña electoral del exliberal Santi Peña y de Marito Abdo, hijo de un stronista. Se reafirma en que el país no necesita que se reinstale la reelección, epicentro de eterna crisis política.

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–¿Cuál es su visión sobre estas internas? Ya no son tan sangrientas como antes pero...

–Se habla más pero se sangrienta menos (ironiza). En el pasado la pugna llegaba a la disputa física. Hasta cobraba vidas. Una vez, una de las facciones asaltó por ejemplo la Caballería. Hoy ya no existe eso...

–¿En el 47?

–Cuando era jefe de la Caballería Enrique Jiménez. Triunfó el “guionismo” (Los Guiones). Se asaltó la Caballería con Juan Vicente González. Lo mataron a González.

–¿Qué era este?

–Un militar colorado. En esa época se llegaba al poder por la conspiración. En los cuarteles se quitaban y ponían Presidentes. Cuando entró Enrique Jiménez se coloradizaron las Fuerzas Armadas. Fue el resultado de la Revolución del 47. Triunfaron los colorados con Higinio Morínigo. El Ejército oficialista tenía el respaldo popular. Fue su ventaja...

–Desde el fin de la Guerra del Chaco los militares fueron protagonistas de la política...

–Así mismo. Los militares a partir de (José Félix) Estigarribia tuvieron injerencia y mucha influencia en la política..., bueno, comenzó con (el coronel Rafael) Franco (en 1936). Lo primero que hace al asumir con el golpe del 36 fue deportar a Estigarribia y a Eusebio Ayala a Buenos Aires. Después viene la revancha. Vuelve Estigarribia. Se expulsa a Franco pero justo se muere el Presidente en un accidente de aviación el 7 de setiembre de 1940. Había asumido el 15 de agosto. No gobernó ni 30 días. De no haber muerto, el Mariscal hubiese sido una especie de Stroessner, porque era un hombre de carácter autoritario. A él se le debe la Constitución del 40. “Yo, Estigarribia, declaro y sanciono esta Constitución...” decía poco más o menos. No hubo una convención. Se hizo por voluntad del Presidente.

–Le sucede (Higinio) Morínigo, que fue al final el dictador...

–Morínigo era su ministro de Defensa, un militar arandu ka’aty, no como Estigarribia, con estudios en Europa. Morínigo, ungido por una junta, duró siete años. Todo el gabinete civil de Estigarribia estaba compuesto entre otros por buenos liberales como Justo Pastor Benítez, un pariente político mío casado con una Ynsfrán. Estaba Pablo Mario Ynsfrán, otro tío que ayudó a Estigarribia a redactar sus memorias. Había gente de primera, colorados inclusive...

–La pulseada era sangrienta...

–Hubo un período de anarquía cuando en un año se cambiaron seis Presidentes. Con el derrocamiento de Morínigo se quedó como interino Manuel Frutos...

–Civil...

–Sí. Subió Natalicio González...

–El de la frase: “a sablazos o a balazos, Natalicio al Palacio”...

–Lo derrocaron. Asume Rolón. Este dura 28 días. Lo derrocan y sube Molas López, un conspirador consuetudinario, un conspirador nato.

–¿Qué cualidades tenía para ser tan hábil conspirador?

–Tenía una gran virtud de político pero era maniobrero y sin escrúpulos. Contradictoriamente tenía bastante solvencia. En el Gobierno de Franco fue el que terminó el Oratorio de Nuestra Señora de la Asunción donde se depositaron los restos del Mariscal que estaban en Cerro Corá...

–Stroessner fue el que golpeó y esquivó golpes 35 años, hasta que al final también lo golpearon...

–Federico Chaves duró cinco años hasta que lo golpearon. Me acuerdo que lo tomaron en el Colegio Militar donde yo enseñaba geografía. Tenía 24 años. El comandante de cuartel era Germán Martínez y el director del Colegio era (Marcial) Samaniego.

–Compinches de Stroessner...

–El golpe que derrocó a Chaves cobró la vida del jefe de Policía, Roberto L. Petit. Stroessner fue hábil. No asumió de inmediato. Formalizó su gobierno a través de elecciones amañadas, para defender después que su Gobierno era constitucional.

–Regía la Constitución del 40. Tenía servido todo...

–La Constitución del 40 establece como prioridad primero la autoridad, primero el orden y después la libertad. Pero ¿qué pasó? La Constitución del 40 permite solo la reelección por un período más. Completó los 10 años y tuvo que llamar a la convención constituyente del 67 para ampliar su reelección. Esa Constituyente se dictó bajo estado de sitio innecesariamente, pero Stroessner no quiso bajar la guardia. Se agotaron enseguida los otros 10 años. En el 77 ordenó una convención con la presencia solo de colorados para establecer la reelección sin término. Se cumplió eso de que el que tiene poder quiere más poder, una estampida sin fin. Al final fue derrocado por la vía violenta.

–¿Por qué duró tanto?

–Él se dedicó a cortar los centros de conspiración, por ejemplo, las casas de juegos y casinos...

–¿Por qué los casinos?

–Era el lugar preferido de los militares, policías de rango y civiles con dinero. Corría mucha plata fresca. En sus primeros 10 años suprimió los casinos. Se reabrieron cuando consiguió controlarlos personalmente.

–La Constituyente del 92 fue la más oportuna de la historia, la que usted presidió.

–Sí, irrepetible diría yo. Fui el director de orquesta. Me tocó presidir la sinfonía de la libertad. Fue la Constituyente más libre y participativa. Ahí se ventiló todo. Participaron todos los partidos, movimientos y se escuchó la opinión de todo el mundo. Hubo un consenso del 98% siendo 198 convencionales de todas las extracciones políticas y sociales.

–Siempre está latente el tema de la reelección. Cada gobierno del poststronismo termina en crisis...

–Hay otros asuntos más importantes que la reelección: la justicia por ejemplo, la seguridad. La Constitución debe consagrar la libertad y prevenir el libertinaje y la anarquía.

–La impunidad...

–Para no ir lejos, un presidente colorado, Nicanor Duarte Frutos, violó campantemente la Constitución. Se hizo elegir presidente del Partido Colorado y las incompatibilidades decían: “no puede ejercer cargo público o privado, rentado o no de ninguna laya....”. Siendo Presidente de la República juró como presidente del partido. Eso fue una aberración. ¿Qué consecuencias tuvo? Ninguna.

–Ahora se vuelve a presentar Nicanor, también (Horacio) Cartes, como candidatos a senadores. ¿Pueden, si son vitalicios?

–“Serán vitalicios...”, dice la Constitución. No se les puede inhibir el derecho a renunciar. Nicanor no renunció. Cartes si renuncia por lo menos es factible que sea más constitucional. Lugo no terminó su período y no fue senador vitalicio. Entonces fue senador activo. Lo que no puede ser más es Presidente. La Constitución es terminante.

–¿No conviene reinstalar la reelección para acabar con las crisis políticas?

–Por mí, no tiene por qué reinstalarse la reelección. Ahí está México. El Presidente de México no puede ser reelecto nunca. Así de simple, y eso rige desde la Revolución Mexicana a principios del siglo XX. ¿Por qué le va tan bien a México? La historia nos enseña que en nuestro país siempre se quebrantó la Constitución. Con o sin reelección siempre hubo gobernantes que quisieron perpetuarse. Eso sucede hoy mismo en otros países de nuestra región. Lo que tenemos que fortalecer es la institucionalidad. Nuestro sistema por lo menos obliga a la clase política a buscar figuras nuevas.

–En el Partido Colorado hay un candidato a Presidente que fue liberal (Santi Peña)...

–Es algo nuevo, la verdad. Para quienes están comprometidos en la pasión política actual evidentemente que les molesta que una persona que fue liberal ahora tenga que ser representante del Partido Colorado. Se puede decir a su favor que no hizo militancia partidaria. Desde mi punto de vista depende de los partidos, que tengan la grandeza de decir “vamos a elegir al que está mejor preparado”. Necesitamos emular a las figuras morales de nuestro pasado como fueron Eligio Ayala y el propio Bernardino Caballero, que respetó y cumplió su mandato de cuatro años como establecía la Constitución de 1870 y se fue a su casa...

–¿Y el otro (Marito Abdo)?, hijo de un excolaborador de Stroessner. Las cosas que tiene la vida...

–Un joven que no está asimilado a una actuación pública como stronista. Es el hijo. Los hijos, claro, no pueden asumir lo que fueron sus padres. Lo llamativo es la confrontación de figuras nuevas ya que no existen valores sobresalientes.

–Las figuras gastadas están detrás, buscando el rekutu...

–La política es una tarea noble y hay que enaltecerla y no perjudicar y denigrarla. El gran sustratum que falta es la ética y la moral. En eso estamos muy atrasados. Mire. Si vemos el lado positivo, a pesar de las crisis, de los golpes y contragolpes, a pesar de los fracasos políticos, a mi edad y con todo lo que pasé y observé me doy cuenta y tengo que reconocer que el Paraguay creció enormemente. Yo me acuerdo perfectamente lo que había cuando tenía 20 años a principios de los cincuenta. A los 24 fui profesor del Colegio Militar, convencional en el 67 y presidente de la Convención Constituyente en el 92. Nadie se acuerda pero no me quejo. Cada uno tiene su lugar, su oportunidad y tiene que tratar de enaltecerlo con su trabajo. Es suficiente. Y sobre el futuro de la Patria, dependerá mucho del Presidente que nos toque en suerte elegir. Lo único que puedo decir como verdad absoluta es que los grandes vicios que hemos tenido no derivan de alguna mala redacción de la Constitución y las leyes. Derivan de la mala acción político-administrativa. Los defectos son del Gobierno de los hombres, no de la Constitución.

holazar@abc.com.py

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