Políticos corruptos y Estado débil, causas de la guerra narco en México

La caída del poder del Partido Revolucionario Institucional, el PRI, que había sostenido con mano de hierro el control de todo México –carteles incluidos– para beneficio propio, es uno de los componentes importantes de la verdadera escalada de violencia narco en ese país. Así lo sostiene Francisco Cuamea, jefe de Información del periódico Noroeste de Sinaloa, en una entrevista en la que explica que los narcos echan raíces en países con dos condiciones básicas: debilidad institucional y ausencia total del Estado.

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Francisco Cuamea tiene 38 años y toda su vida ha vivido en Culiacán, en Sinaloa. Allí está su familia, sus raíces, y desde los años 2007 y 2008, dice que allí también vive el miedo.

–¿A qué atribuyen en México la situación que están viviendo con las drogas?

–El fenómeno de las drogas en México tiene un origen que algunos académicos han ubicado desde hace un siglo y muy focalizado principalmente en la Sierra de Sinaloa, que colinda también con los estados de Chihuahua y Durango. A través de la historia, el fenómeno de la corrupción de las instituciones y los servidores públicos fue creciendo, pero el quiebre por el cual el cáncer se esparce por todo el país ocurrió en el 2007-2008. Algunos investigadores han encontrado que en 2007 empezó una guerra por las fronteras, por el paso de la droga de México a los Estados Unidos. Concretamente del lado de Tamaulipas que hace fronteras con EE.UU. y Ciudad Juárez, en Chihuahua. Básicamente esa es la escalada de violencia por el pleito de tener en su poder las puertas para ingresar droga a los EE.UU.

A esa guerra que se genera por las puertas se suma luego que en el 2008 detienen a Alfredo Beltrán Leyva, conocido como “El Mochomo”, quien es uno de los grandes lugartenientes del cartel de Sinaloa. Entonces, eso genera una división del cartel de Sinaloa porque los del clan Leyva que eran muy fuertes, se enojan con Ismael Zambada y le empiezan a atribuir como una traición del Chapo Guzmán, entonces se separan del cartel de Sinaloa. Eso hace que explote la violencia en ciudades como Culiacán, que donde yo vivo. Parecía una guerra, escuchabas balas todo el día, mataban a 9, 10, 12 personas y morían policías emboscados, era horrible.

–¿Las instituciones no pueden hacer nada para detener la violencia entre narcos?

–El problema es este: El PRI era un partido autoritario y su gobierno, un presidencialismo autoritario. Estuvieron en el poder durante 70 años. Entonces, ellos administraban la violencia, ellos digamos, de manera rígida, imponían su ley incluso a los criminales, que tenían que tener la venia del gobierno para cometer sus crímenes. En el 2000 llega la alternancia. Obviamente lo que ocurrió no significa que las alternancias sean malas, al contrario, son muy buenas; pero en un país como México, cuando llega la alternancia, ese autoritarismo estricto que tenía el PRI se diluye. Entonces, la figura presidencial se debilita y el control queda en manos de los gobernadores de los estados.

Estos gobernadores de los estados, en esa posición, ya no tienen jefe a quien responder a rajatabla en la Presidencia, sino que ellos ahora se transforman en los jefes de sus propios estados. Incluso, se les llamó “virreyes”.

Entonces, en ese esquema, sumado a que el gobierno federal de la derecha concibió el problema no como de seguridad, sino como una cuestión moral, elevó aún más los niveles de violencia. A esto se suma que los gobiernos estatales son corruptos porque históricamente la corrupción es un mal endémico que tenemos en Latinoamérica y los estados de México no son la excepción. Los gobernadores priistas pasaron de ser quienes controlaban las reglas del negocio, a ser empleados de los narcotraficantes. Es decir, el político quiso convertirse en narcotraficante. Eso, pues, es corrupción y, obviamente, impunidad. En Sinaloa tenemos un nivel de impunidad del 98%, de 10 homicidios cometidos, 9 quedan sin resolver y eso es como un permiso para matar, porque mato y no me pasa nada.

–Tiene que ver con la debilidad de la Justicia, en Paraguay también se da esa situación.

–No sé si todos los actores de justicia están involucrados, pero sí hay una situación de instituciones débiles; los mexicanos perdimos 12 años de alternancia en donde no fortalecimos las instituciones.

–¿La pobreza también es un factor?

–Son varias circunstancias, la pobreza es una de ellas. De 112 millones de mexicanos, 50 millones están en situación de pobreza. Pero el hecho de que seas pobre no significa que te vas a convertir en vendedor de drogas, porque también hay gente que es reclutada de manera forzada, sobretodo en la parte de los pueblos de la sierra, las montañas. A mucha gente la meten a sicariatos de manera obligada, porque si se niegan, los matan. También en la juventud se ha generado un fenómeno sociológico que tiene que ver con la aspiración de vida, el joven piensa en vivir rico, derrochar y reventar, aunque muera joven.

–¿Cómo se trabaja en periodismo, atendiendo a esta situación?

–Nosotros (en el diario Noroeste) éramos muy ingenuos y nos poníamos en situaciones de riesgo. Nunca las denunciábamos: un reportero podía estar buscando alguna nota y aparecía en un paraje donde dos criminales estaban negociando intercambio de drogas. No nos protegíamos ni nada... pero las cosas fueron incrementándose, en lo personal yo recibí una amenaza velada del jefe de la Policía Municipal de una de las ciudades de Sinaloa, no fue una amenaza directa, pero fue una amenaza velada; y a partir de eso empezamos a capacitarnos, a tomar con más seriedad e importancia ese tipo de situaciones, porque el riesgo no solamente es que te maten: por cada periodista asesinado ha de haber 20 amenazados, entonces, este es el clima de impunidad.

–Se trabaja con miedo.

–Pues unos con miedo, otros con emoción... no dejamos de hacer lo que nos gusta hacer, buscar la verdad nos motiva y con los años vas aprendiendo, te vas entrenando, empiezas a tomar decisiones y agarras cierta experiencia. El tema es publicar. ¿Cómo publicarlo? Eso es lo que hemos estado aprendiendo, a hacerlo con el menor riesgo posible.

–¿Cuál va a ser la consecuencia política de la tragedia de los jóvenes asesinados?

–Los muchachos asesinados pertenecen a escuelas normales donde van a estudiar para ser maestros de escuelas primarias. Una en particular es una escuela con una tradición política muy antigua, ahí estuvo un luchador llamado Lúcio Cabañas, quien fue asesinado por el Estado hace muchos años. Esos estudiantes tienen una actividad política muy dinámica, son de izquierda y siempre estaban reivindicando causas como la educación y los derechos de los estudiantes, ya están muy organizados y bueno, cometen cosas como que se roban camiones, se los secuestran para moverse ellos mismos. En su escuela tenían dos camiones que se habían secuestrado y en esos camiones se estaban trasladando. Dicen las versiones oficiales que iban a sabotear el informe del alcalde... Se entera el alcalde y manda a los policías a pararlos y pasa lo que ya sabemos.

El caso es la punta del iceberg de lo que pasa en el país, la cifra oficial del país es de 8.000 desaparecidos y el dato más grande de las ONG es de más de 20.000 desaparecidos. Ayotzinapa es un ejemplo de un problema más de fondo que son las desapariciones forzadas. Eso se da cuando participa un servidor público y el Estado no hace nada para evitarlo.

¿Qué va a suceder? Lo que he visto y me parece muy importante es una emergencia, quizás por la ira y la frustración de la sociedad civil. Han habido marchas en distintas ciudades de México, cosa que yo no había visto en mis años anteriores de periodista, incluso en mi ciudad, la gente ha salido a marchar.

–La gente está cansada.

–Está cansada, lo siente próximo, yo, ciudadano, siento que los que lo debieron haber resuelto la situación, no lo hicieron. Son cientos los que están ahí desaparecidos, en fosas, México es un país de fosas.

En esta emergencia de la sociedad civil se encuentra la mayor posibilidad de un cambio porque en México hay mucho gobierno fuerte, pero una sociedad civil muy débil. Para lograr un balance de fuerzas, la sociedad civil necesita organizarse y yo creo que esta es una oportunidad.

–¿El presidente Peña Nieto va a pagar algún costo político o no?

–(Risas) Tendríamos que ver en las elecciones generales intermedias que vienen el próximo año para ver si realmente hay un costo político como la pérdida de posiciones en la cámara de Diputados, o no. Tenemos 500 diputados y el PRI básicamente es mayoría. Pero en México el problema es ese: nuestros funcionarios públicos nunca pagan ningún costo, es un cinismo sistémico que saben que pueden hacer lo que quieran hacer y no les pasa nada. Entonces, solo se pueden esperar las elecciones generales y esperar que la sociedad civil tenga memoria. Somos un pueblo sin memoria, un día nos enojamos por una cosa, otro día nos enojamos por otra, pero no hacemos nada al respecto. Porque no tenemos memoria.

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