Paraguay no debe pagar deuda de Gramont Berres

El Paraguay no debe pagar bajo ningún concepto la deuda espuria por 95 millones de dólares, legada por el uruguayo Gustavo Gramont Berres en connivencia con burócratas europeos en el último tramo de la dictadura de Alfredo Stroessner, según el abogado Guillermo Peroni, especialista del derecho internacional. En esta entrevista vuelve a refrescarnos sus argumentos. El empréstito no fue aprobado por el Congreso.

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–Paraguay se niega asumir la deuda de Gramont Berres. ¿Por qué no debe pagar?

–El señor Gramont Berres era un embajador itinerante del Gobierno de Stroessner con asiento en Suiza. No era paraguayo. Era uruguayo pero consiguió esa designación mediante una carta que le dio el ministro de Hacienda de entonces, César Barrientos.

–Tenía una relación de parentesco. Era sobrino político de Stroessner.

–Cómo lo consiguió no sé. Nosotros entramos a colaborar con el entonces ministro de Industria y Comercio del gobierno del general Andrés Rodríguez, (Antonio) Tuco Zuccolillo, en el 89. Me pidieron una opinión jurídica sobre el caso.

–Cuando cayó Stroessner en el 89, la estafa estaba finiquitada.

–Ya se estaba implementando. La única operación que se desembolsó sobre esta línea de crédito otorgada por la Sace fue la construcción de la planta de frutas y de elaboración de conservas de tomates en La Colmena. Nunca se terminó. Estaba el otro proyecto de una fábrica de equipamiento hospitalario. Nunca se concretó. Cuando tuvimos acceso a la documentación vimos que faltaban elementos jurídicos imprescindibles para que este crédito tuviera vigencia de acuerdo a la Constitución vigente.

–Son 95 millones de dólares, mucho dinero en juego.

–Era por un monto mucho menor. Le hice un resumen al procurador (general de la República) Roberto Moreno, profesional al que veo muy capaz, preparado, inteligente para ir a enfrentar el reclamo ante los tribunales norteamericanos. Estoy seguro que habrá utilizado argumentos que están expuestos en nuestro informe.

–¿Qué dice básicamente?

–Lo esencial es que se requería la aprobación del Congreso y eso nunca se obtuvo. Lo único que había era una firma de Gramont Berres en representación del Paraguay, con una carta insuficiente para ese propósito que le dio el ministro Barrientos... El (Gramont) firmó un contrato. Por en este caso también fue procesado el director de la Sace en Italia y condenado a prisión. Mi recomendación siempre fue que el Gobierno del Paraguay no reconozca la validez de lo firmado por no reunir los requisitos indispensables.

–¿Cuáles son los elementos?

–En un préstamo internacional, un elemento indispensable es la opinión jurídica de un representante del Gobierno. El que dio una opinión fue un tal Rodríguez Báez (hermano del conocido artista Alberto de Luque), que era un funcionario de Hacienda, pero esa opinión jurídica no tiene ninguna validez porque no hace relación con los requisitos establecidos en la Constitución.

–¿Qué decía exactamente la Constitución?

–Lo mismo que dice la Constitución vigente hoy que en su artículo 9 dice: “Esta Constitución es la ley suprema de la nación. Los tratados, convenios y demás acuerdos internacionales ratificados y canjeados y las leyes integran el derecho positivo nacional en el orden de prelación”.

El artículo 149 dice: “Es atribución del Congreso (inciso quinto), autorizar la contratación de empréstitos”. El inciso 8º dice: “Aprobar o rechazar los tratados, convenios, concordatos y demás acuerdos internacionales suscritos en nombre de la República”. La Constitución es clarísima.

–¿Por qué estos bancos acreedores recurren a la justicia de Estados Unidos?

–Porque hay un banco, el Bank of New York, que integra el sindicato de bancos con posterioridad a la firma del contrato que se suscribió con Gramont Berres.

–O sea, el banco norteamericano compró la deuda de otro banco para requerirle después al Paraguay. Siguen los pasos que siguieron los que denunciaron a la FIFA ante los tribunales norteamericanos.

–Exactamente. Hoy en día en esos tribunales se interpreta que cualquier transacción económica financiera que pase por los bancos americanos, le da competencia al juez americano a dictaminar. En la práctica, aquí en el Paraguay no podría ser así si no estuviera pactada la jurisdicción del tribunal paraguayo. No se podría atribuir el juez la decisión de ser competente para entender en esa causa.

–No son acreedores originales. Son bancos buitres.

–Sí, eran 10 bancos creo. Son los famosos fondos buitres de los cuales conoce mucho la Argentina.

–Se avivaron. Siguieron el camino de los que acusaron de corrupción a los dirigentes de la FIFA. Pusieron al Paraguay entre la espada y la pared entonces. ¿Vamos a tener que pagar?

–No. Paraguay puede interponer las mismas excepciones. Las habrá opuesto Roberto Moreno esta semana en Nueva York. Ese documento de Gramont no vale a pesar de lo que diga Suiza. No es válido porque nunca fue aprobado conforme a nuestra Constitución.

–Se dice que la justicia de Estados Unidos es más poderosa que su propia flota naval, lo que quiere decir que lo que falla se cumple a rajatabla.

–La justicia de EE.UU. no necesariamente va a salir a favor de los bancos si encuentra términos y condiciones que se han incumplido que hacen que sea nulo el acuerdo.

–¿Cuál era el modus operandi de estos estafadores internacionales? ¿Usaban gobiernos corruptos como el del Paraguay para perpetrar sus golpes? Con Africa hacían lo mismo.

–Se valen de los países más pobres. Los de la Sace eran cómplices. Por eso se le condenó a su propio director. Este banco de Nueva York no habrá comprado por más de 17 a 19% la deuda de Gramont. Ahora exige que se le pague 100% más los intereses.

–Es un despojo. Actúan como hacían los piratas del Caribe.

–Con Argentina pasó lo mismo. Al no pagar, los acreedores venden la obligación a bancos buitres especialistas en esto. En cualquier momento podemos tener una sorpresa parecida con la deuda que tiene Petropar con Venezuela.

–¿El ámbito internacional está preparado para la trampa?

–Le voy a contar una anécdota. Cuando fui a negociar con los franceses el caso de la escandalosa sobrefacturación de la planta de la Industria Nacional del Cemento (INC), me entrevisté en París con el viceministro de Asuntos Económicos Internacionales. Tarde me di cuenta que yo era absurdamente ingenuo. Le digo al ministro: “Mire, acá tengo todas las pruebas, todos los depósitos (los dineros de la coima) efectuados en la cuenta (suiza) del señor ancien ministre (exministro de Cultura de Francia) Jacques Soustelle. Acá está todo...”. Le pregunté: “¿Cómo su gobierno avala este tipo de cosas? ¿Cómo ustedes mismos no actúan para impedir que se produzcan estos despojos?”. El tipo me mira y me dice sin perturbarse: “Señog Pegoni. Esa es la única fogma de haceg negocios con su país”. No dije más nada. Agarré mis papeles. Cerré mi maletín. Me levanté y me fui. Ni “hasta luego” le dije. “Exprímelos hasta donde puedas” es la consigna que tienen.

–No hubo arreglo ahí.

–Paraguay pagó 456 millones de dólares por la financiación más la provisión llave en mano de la planta de cemento. Y la planta tenía que costar 70 millones de dólares. Para aumentar los precios dividieron la planta de clínker en Vallemí y la fábrica de cemento en Villeta, el valle del entonces presidente de INC, Centurión Núñez.

–Sextuplicaron el precio de la planta.

–Era una vergüenza. Compraron un remolcador y 10 o 12 barcacitas con (el empresario Federico) Regúnega para hacer el transporte del clínker desde Vallemí a Villeta.

–Pero ustedes por lo menos le sacaron algo a Ugarte Centurión (exministro de Stroessner).

–Había 27 millones de dólares en las cuentas secretas. Finalmente los culpables pagaron siete millones.

–¿Stroessner ligaba comisión por todos estos negociados?

–No, yo estoy seguro que no. Él dejaba hacer. Era la forma cómo los tenía amarrados seguramente. Yo creo que Stroessner sabía y cobraba los negociados de Repsa (actual Petropar), eso sí. Seguramente había algunas otras cosas más. Puede ser que Gustavo Stroessner haya estado metido en todo caso. No sé con seguridad. Una vez llevé a un viceministro norteamericano al Palacio donde oficié de traductor. Stroessner me sorprendió al dirigirse a mí. Me dijo: “Veo que los extranjeros le tienen confianza a usted”. “Es porque les digo la verdad”, le dije. Y me contestó enseguida: “Y usted tiene que decirle que acá tienen todas las garantías. Si alguien les pide plata para invertir en el Paraguay, hágame saber o usted me viene a ver a mí...”.

–Acá se cobraba por protección. Desplumaban hasta a los delincuentes internacionales que se refugiaban aquí.

–Por lo menos yo nunca tuve un cliente que tuviera que pagar nada por protección.

–(El escritor) Graham Greene retrata perfectamente en Viajes con mi Tía cuando la tía Augusta le pregunta al pordiosero italiano qué hacía en el puerto de Asunción pidiendo limosna, y el otro le cuenta que le exprimieron.

–Hay casos y casos.

–Usted también es descendiente de italianos.

–Mi abuelo era italiano, de Brescia. Vino al Paraguay cuando tenía 24, 25 años. Se estableció acá y tenía una casa de comercio que se llamaba “Peroni Hermanos” que importaba electrodomésticos. Mi papá era integrante del directorio liberal. Era diputado. Tenía 27 años cuando murió el Gral. Estigarribia. Con Higinio Morínigo presidente, en seis meses casi no quedó un solo liberal prominente que no estuviera ya exiliado o en (el presidio de) Peña Hermosa. En la Revolución del 47, la radio de comunicación del directorio liberal en el exilio, de comunicación con el Ejército Revolucionario estaba en mi casa de Buenos Aires. Era un aparato gigante, recuerdo.

–¿Desde cuándo estaban exiliados?

–Desde el 40. Cuando comenzó a gobernar Stroessner, papá volvió una vez y lo echaron. Volvió otra vez después de unos años y ya le toleraron. Se quedó un poco más. Yo vine a hacer mi servicio militar Cimefor, en Villa Hayes. Me acuerdo que me embarqué en el hidroavión Catalina. La familia completa se mudó después cuando me ofrecieron la asesoría jurídica del Bank of America en 1968. En esa época casi no había abogado que hablara inglés.

holazar@abc.com.py

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