No podía faltar el testigo falso

Hugo Ruiz Olazar El primer ‘‘voluntario’’ utilizado para adobar la fantástica historia oficial de la ‘‘basura tóxica’’ fue un ex funcionario de la Embajada paraguaya en Alemania, llamado José Rommel Achucarro. Este acusó a Lino Oviedo y al ex embajador Nicolás Luthold de importar la basura tóxica al Paraguay a través de la Embajada de nuestro país en Bruselas, durante la administración de Dido Florentín.

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También fue salpicado Antonio Zuccolillo, hermano de nuestro director, y otros ex diplomáticos. Como ocurre con todos los testigos falsos, antes de desaparecer de escena, Achucarro compareció con una decena de policías custodios ante el juez Ortiz Barrios. La denuncia fue presentada llamativamente por el ministro de la Corte Wildo Rienzi. Oficiaba de fiscal Carolina Llanes, hoy jueza.

Ortiz Barrios llamó a declarar a los que estaban en la ‘‘lista negra’’ del régimen con Oviedo a la cabeza: el ex ministro Antonio Zuccolillo, Nicolás Luthold, Dido Florentín, William Wilka y el ex embajador Víctor Godoy, entre otros.

Zuccolillo sería mezclado en octubre de 1999 en otra comedia parecida, a raíz de una falsa denuncia formulada por el mismo jefe de redacción del diario Noticias, Celso Chávez Santa Cruz, en la fracción Surubi’y, cerca de Limpio.

Para tratar de adornar su versión absolutamente irresponsable, Achucarro entregó al juez un documental de Greenpeace (la conocida organización ecológica no gubernamental) sobre la supuesta introducción de residuos tóxicos al Paraguay.

Achucarro dijo que no presenció, pero que tenía conocimiento del tráfico de los tóxicos hacia nuestro país originado supuestamente como un envío de ‘‘combustible sustituto para uso de la Industria Nacional del Cemento, hacia fines de 1989’’, con la supuesta intención de ahorrar costos para la entidad estatal.

‘‘El gestor principal era el señor cónsul honorario del Paraguay en Dusseldorf, Alemania, Heinrich Kreyenberg. En 1989, motivó la presencia de él en Asunción ante el entonces comandante de la Primera División de Caballería, general de brigada Lino César Oviedo, quien fue el impulsor de las tramitaciones del señor Kreyenberg ante autoridades nacionales. Prueba de esto se puede hallar en los registros de ingreso al país por vía aérea durante ese período y el registro de ingreso de visitantes al general Lino Oviedo a la Caballería, que se registra en la guardia de la unidad. Luego, por indicación de Oviedo, este señor tomó contacto con el señor William Wilka, por entonces presidente de la Industria Nacional del Cemento, y el señor Antonio Zuccolillo, por entonces ministro de Industria y Comercio, para imprimir los trámites correspondientes...’’, relató.

Dijo que cuando se desempeñaba como segundo secretario de la Embajada paraguaya en Bonn a principios de 1989, el embajador Víctor Godoy le confesó que el subsecretario alemán de Asuntos Exteriores le manifestó su preocupación por las ‘‘donaciones’’ que eran enviadas al Paraguay por el señor Kreyenberg, ya que este estaba bajo fuerte sospecha de estar enviando basura tóxica.

Remarcaba que la citada persona ‘‘gozaba de la más alta protección a nivel gubernamental’’ en el Paraguay y sindicó como principal protector a Lino Oviedo.

Dijo tener informaciones de que Oviedo tenía una fuerte vinculación con la señora de Kreyenberg, de nombre Margarita Wolf.

Apuntó Achucarro que tras la defección de Víctor Godoy en 1989, fue nombrado encargado de negocios hasta que fue sustituido por Anastacio Medina Armoa, quien llegó desde Madrid para hacerse cargo en Bonn de esas funciones presuntamente digitadas por Oviedo hasta que tomó la posta Nicolás Luthold.

El testigo falso también declaró que el tal Medina Armoa le advirtió que se cuide porque se estaba metiendo ‘‘bajo la lupa de los ‘grandes actores’ en nuestro país’’.

No se olvidó de incluir entre los cómplices a Dido Florentín Bogado, como ex embajador paraguayo en Bruselas. Florentín fue inmediatamente cesado por Wasmosy de la Embajada en Brasilia cuando se ventiló la historia.

Agregó que un periodista de Greenpeace, Gert Monnheim, estaba dispuesto a colaborar con la justicia paraguaya y entregó al juez un video filmado supuestamente por el alemán.

Citó luego a los supuestos participantes del transporte de la carga: ‘‘Cap. Wálter Moeller, quien reside actualmente en Bremen y que era encargado de recibir los papeles que le eran entregados por Erika Menke, hasta hoy día curiosamente todavía en funciones consulares en la representación paraguaya en Alemania. Esta señora está vinculada a Christa Peters, quien es funcionaria de la agencia Transnaval en la ciudad de Hamburgo’’.

En Asunción, la mercadería era supuestamente retirada por personal del Ejército.

Mencionó a un tal Otto Richter, recluido en Tacumbú, como otro testigo que supuestamente tenía conocimiento de sus relatos.


LA ‘‘BASURA’’ DE TENIENTE OCHOA


La intención de los gobernantes era evidentemente infundir miedo-pánico a la población en cumplimiento de su perverso plan político.

Casi enseguida, el escenario pasó a Teniente Ochoa (Chaco), distante a unos 550 km al noroeste, cerca de Mariscal Estigarribia.

Nuevamente una delegación de emisarios wasmosistas, su secretario Jorge Raúl Garcete, la misma Leila Rachid Lichi y el titular de IPS de entonces Mario Luján Melgarejo (funcionario condenado por el vaciamiento del Banco Nacional de Trabajadores, actualmente en Tacumbú) fueron repentinamente a descubrir decenas de tambores de ‘‘basura tóxica’’ en un predio de Previsión Social.

No invitaron a la prensa para aquella cita, pero a cambio manifestaron contar con fotografías y filmaciones.

En su descripción relataron que los contenedores despedían ‘‘un líquido verdoso’’, casi tan real como las escenas de la versión fílmica de ‘‘Alien, el octavo pasajero’’. En los diarios y en la televisión aparecieron funcionarios vestidos como astronautas, para condimentar la historia.

‘‘Esto es un crimen de lesa humanidad. La Convención de Basilea de la cual forma parte nuestro país prohíbe rotundamente el transporte transfronterizo de desechos tóxicos...’’, exclamaba con estudiada contrariedad, pero con picardía, la vicecanciller Leila Rachid.


Mañana: ‘‘Puede producirse una explosión...’’, decía Sapena.




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