“Necesitamos a Brasil, pero lamentablemente no está a la altura”

El expresidente uruguayo y senador Julio María Sanguinetti señaló en una conversación con ABC Color que el Paraguay debe retornar al Mercosur, pero antes debe volver a sus orígenes como plataforma de lanzamiento hacia el mundo y “no un corsé que nos ate”. El político charrúa criticó a Maduro y Dilma. De la presidenta brasileña dijo que su gobierno está “subordinado a los arrebatos de Venezuela”.

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–A días de asumir un nuevo gobierno electo, ¿cuál es su evaluación del proceso político paraguayo?

–El Paraguay va en buen camino. Aun una crisis como la del presidente (Fernando) Lugo, se manejó dentro de la Constitución, y esto es un síntoma de madurez política. Desgraciadamente, esto no fue comprendido desde el Mercosur, que actuó al margen del Derecho, como dijo el propio presidente (José) Mujica. Lo reconoció expresamente cuando dijo que en Mendoza “lo político superaba ampliamente lo jurídico”. Ahora retorna el Partido Colorado y viene desde el llano, triunfando cabalmente.

Lo más importante es que el presidente Cartes logre consolidar su mayoría y, de ese modo, preserve una estabilidad que le permitirá al Paraguay dar un salto cualitativo. Existe una expectativa muy favorable en la región y más allá. Vendrá inversión, y, con ella, modernización y trabajo. Lo fundamental es que la política no dañe a la economía.

–¿Por qué cree que ha surgido un Hugo Chávez en Venezuela y se ha propagado el bolivarianismo en algunos países de la región?

–La región ha vivido desde 2003 una bonanza única, con precios internacionales que han enriquecido fiscalmente a los Estados. Los períodos de prosperidad tienen a veces ese hijo espurio, el populismo, que nace detrás de repartir esa bonanza. Y cuando pierde, se alimenta de la nostalgia de aquel tiempo en que había para todos... Así nació el peronismo y así nacieron todos los populismos.

–¿Encuentra algo positivo en el “Socialismo del siglo XXI”?

–No es una doctrina. Apenas un discurso autoritario, de un antiyanquismo anacrónico, que divide las sociedades, las encona y abre camino al autoritarismo..

–¿Cuáles son los aspectos más negativos?

–La restricción de la libertad de prensa y la violación del principio de separación de poderes. Estas son las bases de la democracia, y eso es lo que primero agreden los populismos.

–¿Piensa que el proceso bolivariano está consolidado y que va a perdurar sin Hugo Chávez?

–La última elección mostró una oposición vigorosa detrás de (Enrique) Capriles. Ya nada es igual que en tiempos de Chávez, y así como Chávez no fue (Luiz Inácio) Lula ni Dilma (Rousseff), (Nicolás) Maduro tampoco es Chávez. El desastre económico de Venezuela, por otra parte, también abrirá muchos ojos.

–¿Cuál debería ser la actitud de Horacio Cartes ante la violación del derecho y el menoscabo de la dignidad paraguaya por parte de sus socios del Mercosur en Mendoza?

–El presidente Cartes ha actuado, hasta hoy, con dignidad. No fue a Brasil, pese a los deseos que supongo tenía de estar con el papa Francisco. Ha anunciado que no actuará bajo la presidencia de Venezuela, lo que es más que lógico. Si arrogante e ilícito fue suspender a Paraguay, no lo es menos revalidar esa presidencia de Venezuela, justamente con un presidente que como canciller estuvo en Paraguay estimulando un golpe militar. ¿Qué se habría dicho si eso mismo lo hubiera hecho un Secretario de Estado norteamericano o, aun, un canciller argentino? Confío y deseo que Paraguay vuelva a ser un socio activo del Mercosur, para defender un Mercosur que no siga traicionando sus valores fundacionales.

–¿Cree que la crisis del Mercosur es temporal? ¿Podría desaparecer el Mercosur?

–El Mercosur sobrevive, como sobreviven todas las instituciones internacionales que, luego de creadas, inventan los mecanismos para autosustentarse. Pero hoy el Mercosur ya no es lo que construimos en su tiempo. Ni hay libertad comercial efectiva, ni hay coordinación macroeconómica, ni hay sentencias judiciales aceptadas. Su crisis es muy profunda, pero la idea sigue siendo válida. Es increíble que esté marginado Paraguay y tengamos a Surinam y Guyana de socios. Lo mismo pasa con la Unasur, donde están estos países ajenos a nuestra cultura y, en cambio, falta nada menos que México, una potencia comparable a Brasil.

–¿Podría salir adelante un país como Paraguay al margen del Mercosur?

–Personalmente pienso que Paraguay, dentro de las simples normas comerciales de la OMC (Organización Mundial del Comercio) podría seguir creciendo como lo está haciendo hoy, y hasta buscar mejores horizontes de expansión. Lo mismo digo para el Uruguay. Pero estimo que, hoy por hoy, todavía tiene sentido seguir en el Mercosur si se logran condiciones de flexibilidad para tener acuerdos comerciales fuera de él, como hizo Uruguay con México, por ejemplo. Esa sería una línea de política fundamental. El Mercosur tiene que ser una plataforma de lanzamiento hacia el mundo y no un corsé que nos ate.

–Si usted fuera presidente del Uruguay, ¿qué haría a favor de Paraguay en este momento y en estas circunstancias?

–No me ubico en esa posición, pero digo que los otros tres países del Mercosur, incluido el nuestro, demostramos con creces nuestra solidaridad con Paraguay en su proceso de democratización, desde que comenzó el general Andrés Rodríguez, en cuya palabra creímos entonces, felizmente, y eso abrió un camino muy valioso. Hoy se debería retomar esa línea y respetar al Paraguay. No es posible que Brasil termine siempre subordinado a los arrebatos de Venezuela. Desgraciadamente, es así.

–¿Qué hizo bien el Uruguay en la última década que recomienda que pueda hacer también el Paraguay?

–El Uruguay ha retrocedido en educación, en seguridad pública y en integración social. Pero ha preservado las bases de la misma orientación económica, respetuosa de la economía de mercado y de los equilibrios macroeconómicos. Esta lección la aprendió mi país, aun en ciertos sectores de izquierda: no hay precio para la estabilidad política y la continuidad económica que ofrecen seguridad al inversor, extranjero o nacional. Y esa economía fuerte es el único camino para luchar en serio contra la pobreza, a partir de una educación popular que inserte a la nueva generación en el mundo global de la sociedad del conocimiento, para el cual hoy la mayoría no está preparada.

–¿Cree usted que existe una competencia entre Estados Unidos y Brasil por el liderazgo en América Latina y el Caribe?

–Hoy, para nada. EE.UU. no está notoriamente en una carrera de esa naturaleza. Brasil está pretendiendo jugar un rol más universal, pero fracasa en el Mercosur, fracasa en la Unasur y, pese a relevancia, no posee un real liderazgo. Su celo con México ha sido empequeñecedor, incluso. Digo todo esto con pesar, porque un Brasil vigoroso y comprensivo es lo que necesitaría la región.

–Socialismo del Siglo XXI, Mercosur, Alianza del Pacífico, Brasil, Argentina, México, Estados Unidos, Europa, China, ¿cuál es su visión geopolítica de la región y el mundo para los próximos años?

–Hoy estamos fuera de juego. Los del Pacífico avanzan entre sí y avanzan hacia Asia. EU.UU. se viene recuperando y es la potencia de siempre, ya no dominante, pero jugando en el frente asiático y aproximándose también a una Europa en crisis, que aun debilitada sigue siendo económicamente el bloque mayor. En el barrio no nos fortalecemos. Estamos aquí, encerraditos, mirando cómo los grandes bloques se asocian, y nosotros, sumergidos en batallas de aldea. El Mercosur está en crisis y lo reconocen hasta las primeras figuras del gobierno uruguayo de hoy.

–Ud. parece muy crítico de Brasil...

–Paraguayos y uruguayos somos brasilerólogos ontológicos, o sea, es parte de nuestra razón de ser. Un Brasil grande y respetuoso, un Brasil a lo Barón de Río Branco es importante para todos nosotros. Desgraciadamente, hoy no está actuando de ese modo, y nuestros gobiernos tendrían que encontrar el modo de superar esta situación. Brasil es fundamental, pero arrastrado por la retórica venezolana y alejado de México, no actúa a la altura de su peso específico y de la calidad de sus gobernantes. Ojalá podamos hacérsele sentir, para que toda la región se inserte mejor en un mundo globalizado.

Presidente del Uruguay por dos períodos

Julio María Sanguinetti (Montevideo, 1936). Doctor en Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de la República, fue presidente de Uruguay en dos períodos (1985-1990, 1995-2000). Anteriormente, ocupó el Ministerio de Industria y Comercio (1969-1971) y de Educación y Cultura (1972), y luego una banca en el Senado de la República (2005-2010). Presidió el Centro Regional para el Fomento del Libro de Unesco (1975-1984), y en Uruguay, la Comisión Nacional de Bellas Artes (1967-1973). Ha publicado numerosos libros sobre temas históricos, artísticos y jurídicos, como “El doctor Figari”, “El temor y la impaciencia”, “La agonía de una democracia”, entre otros.

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