"Los tiranos corren el riesgo de morir a balazos..."

Somoza llegó al Paraguay el 17 de agosto de 1979 en un vuelo chárter de Líneas Aéreas Paraguayas (LAP) pilotado por el coronel Raúl Calvet, hombre de confianza del dictador Alfredo Stroessner. La frondosa comitiva abordó la aeronave en Ciudad de Guatemala. Los sandinistas habían tomado el poder el 19 de julio de ese año. Los principales personeros del régimen huyeron en desbandada, los que pudieron, con sus maletas llenas de dinero. En Asunción, Somoza no tardó mucho tiempo para desnudar sus escasos escrúpulos, que se exterioriozaba en el desprecio a su misma custodia paraguaya y, más tarde, al competir con algunos millonarios mujeriegos de la época en la disputa por cotizadas damas de la sociedad.

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Como si fuera un discurso calcado del dictador Stroessner, el general Somoza decía un año antes de su caída: "No tengo que renunciar. Soy un presidente democráticamente electo. Existe una conspiración contra mí y yo no quiero precipitar a mi pueblo en la boca del lobo. Al vender armas a los sandinistas, son los otros quienes han creado la situación actual. No yo".

En realidad, Somoza no tenía una oposición real. La que había era clandestina, la que al principio no parecía preocuparle tanto como aquella que ejercía el diario La Prensa de Managua con su combativo director al frente, Pedro Joaquín Chamorro, miembro de una de las familias más tradicionales del país, considerado como el símbolo de la resistencia.

Su asesinato en 1978 encendió la chispa de la rebelión más larga y una de la represiones más crueles que recuerda la historia americana. La indignación fue tal que la gente se lanzó espontáneamente a las calles para reclamar contra los asesinos. Como respuesta, la "Guardia Nacional" asesinó a mansalva. Pueblos y ciudades fueron bombardeados. Hubo ejecuciones sumarias. Somoza mostró en todo su esplendor su faceta sanguinaria.

Antes de perder la vida, Chamorro dejó como legado una frase rebelde, tal vez la que precipitó su ejecución: "Los tiranos corren el riesgo de morir a balazos. ¿Por qué? Porque personifican la injusticia, porque asesinan y torturan a los hombres, porque rebajan la dignidad de las personas a una condición ínfima, y entonces llega el momento en que todo, aun lo mismo que ha destruido, conspira contra ellos, y ya no pueden salvarse. Así, parafraseando a Séneca, puede decirse: el tirano no se muere, se mata" (del libro de Chamorro: "Los Somoza, una estirpe sangrienta").

PETULANTE Y DESPRECIATIVO

Al llegar a Asunción, el ex mandamás nicaragüense no se había despojado ni mucho menos de sus costumbres autoritarias.

Era petulante y despreciativo.

Stroessner designó como jefe general de su seguridad al teniente coronel Ladislao Alfonso Martínez.

Pastor Coronel también dispuso un refuerzo adicional de dos grupos de policías del Departamento de Investigaciones, a cargo de un oficial y cuatro oficiales subalternos, que disponían de un Ford Falcon con chofer y un equipo de radio walkie-talkie, para turnos de 24 horas.

Inicialmente, como jefes de grupo fueron nombrados los comisarios Camilo Almada (Sapriza), Rogelio Sosa y Francisco Rubén González, en total 15 hombres y dos choferes.

Somoza contaba paralelamente con su propia guardia nicaragüense, que portaba fusiles ametralladores de asalto muy modernos, calibre 2.23 o 5.55 de la marca Galil de procedencia israelí y metralletas calibre 9 mm de la marca Uzi.

"Algunos de ellos eran taciturnos, otros charlatanes, otros sobradores y uno que otro tenía un carácter similar al nuestro, respetuosos, comunicativos, sencillos", describió en una entrevista con ABC el comisario Francisco González León, un hombre que después sufrió una larga agonía represiva por su destino ligado al general hasta el día de su muerte.

Al principio, el general Somoza ignoraba a la custodia paraguaya y depositaba su atención en su comitiva, encabezada por el general Samuel Genie, el general Addonis Porras, el general José Somoza (su hermano), el coronel Linarte, su mujer Dinorah Sampson y la secretaria de esta.

También formaba parte de su corte su hijo mayor, Anastasio Somoza Portocarrero, y un cocinero indio misquito llamado Chimbolo.

Tenía su propio chofer, un tal Lara, sustituido más adelante por un paraguayo de apellido López, designado por el teniente coronel Martínez.

FARRISTA Y PENDENCIERO

Con el paso de los días, el general Somoza fue descubriendo su faceta de farrista y pendenciero, al igual que su hijo Somoza Portocarrero, con desprecio hacia su propia guardia, a la que no pagaba un centavo. Los custodios debían agenciarse para oblar y comer cualquier empanada con pan, cuando no obtenían una conmiseración de los encargados de restaurantes o de las fastuosas residencias de jerarcas locales que visitaban periódicamente.

"A veces, en algunas parrilladas o restaurantes nos pasaban algo que comer, que al parecer le cargaban disimuladamente a su cuenta. En otros lugares, se sentían molestos por nuestra presencia. Al poco tiempo de nuestra llegada, los demás comensales se iban retirando y otros, que al llegar nos veían, volvían a retirarse", relata González, quien, con el paso de los meses se fue quedando como único responsable de la guardia, junto a ocho suboficiales, reducida por traslados diversos.

Recorría lupanares y le gustaba frecuentar las mejores modelos de la época.

Uno de sus incidentes más conocidos fue el que protagonizó con el famoso HDD (Humberto Domínguez Dibb, padre de "Goli" Stroessner Domínguez, actual candidato a integrar la Junta de Gobierno del Partido Colorado), a quien se atribuye haber destruido el auto blindado, estacionado, del general con un tractor, cuando el nicaragüense se encontraba jugando en el casino Itá Enramada en compañía de la conocida Mariángela.


POR CULPA DE SOMOZA

ABC publicó entonces, el domingo 20 de abril de 1980, un verso satírico -muy bien logrado- en la tradicional columna dominguera de Jesús Ruiz Nestosa, Línea Privada, que habría sido redactado por Pepa Kostianovsky.

El escrito, que resumía en cierta manera la promiscuidad -rayana en la impunidad- de los mandamases del régimen, despertó la ira del hombre, quien acusó recibo y, fuera de sí, atropelló ABC con su guardia "pretoriana" en busca de su director. Finalmente, uno de los asistentes de la dirección, Rufo Medina, fue agredido, y eso motivó la presentación de una querella criminal contra HDD, que no pasó a mayores, teniendo en cuenta que este se había casado con Graciela Stroessner.

El policía González recuerda que a fines de noviembre de 1979 recibió una orden de traslado para asumir como jefe de brigada de Puerto Falcón, noticia que dijo haber recibido como una liberación.

Sin embargo, José Somoza, el hermano mayor, se enteró y le informó al general de la novedad. González debió comparecer, por primera vez, ante el "jefe"...

González recuerda que el diálogo se desarrolló más o menos así:
- Comisario, mi hermano me ha informado que Ud. nos deja. ¿Es así?

- Sí, mi general. He sido trasladado para cumplir otra misión.

- Caramba, nosotros nos sentimos muy a gusto con usted y le tenemos mucha estima. Le digo de veras.

- También para mí fue un placer trabajar para Ud., mi general.

- Dígame. ¿Desearía Ud. continuar conmigo?

- Mi general, yo soy un soldado. Me limito a cumplir las órdenes de mis superiores. Es una decisión de ellos.

- ¡Nooo, por favoor! Solamente quiero que me conteste sinceramente si a Ud. le agradaría continuar trabajando conmigo (no había forma de decir que no). ¿Sabes, Dino? El comisario nos deja (Dinorah aparecía en ese momento).

- ¿Y por qué comisario? Nosotros ya le estábamos tomando tanta confianza y cariño. Encima que tenemos tan pocos amigos en Paraguay... ¡Nooo! Ud no nos puede dejar. Por favor. ¡Y tú, Tacho, debes hacer algo! -agregó más seria, en tono casi imperativo, dirigiéndose a su pareja.

- De eso estábamos hablando (continuó Somoza). Dígame, comisario... Solo quiero saber si está a gusto con nosotros (insistió).

- Sí, mi general. Yo estoy a gusto con ustedes.

- Ya pues. Este asunto lo arreglo yo...


(continuará...)
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