Los que comandan las FFAA, son los que defendieron a Stroessner

El coronel Gustavo Stroessner le prometió vengarse cuando fue capturado junto a su padre en el Batallón Escolta Presidencial antes de clarear el amanecer del 3 de febrero de 1989, acontecimiento que marcó el final de la dictadura más oprobiosa del Siglo XX. ‘‘Yayocobrata koa. Ne mandu’á chereh钒 (‘‘Esto vamos a cobrarnos. Acordate de m풒), le dijo ‘‘el primogénito’’, poco antes de que el ‘‘auto negro’’ partiera con el derrocado Stroessner rumbo a la Caballería, seguido en otros vehículos de sus 17 generales. Wladimiro Woroniecki, ex lugarteniente de Lino Oviedo, recuerda la escena y la relaciona con el infortunio que deparó a los que fueron llamados después ‘‘oviedistas’

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En esta cuarta y última parte de la entrevista con Woroniecki, sobre quien sus enemigos políticos entablaron una veintena de procesos para mantenerlo con la boca cerrada todos estos años, el militar desentraña el origen de estas persecuciones y ofrece como muestra un botón. Los prisioneros de Oviedo en el ‘89 son hoy los mandamases de las FFAA.


- ¿No tiene miedo de todo lo que dice?

- De los cobardes no hay que tener miedo. Si hay justicia son ellos los que tienen que estar presos. Ellos son los causantes de este estado de postración en que vivimos. A mí me da mucha pena lo que pasó con el general Quiñonez (Imas). Lo conozco muy bien. Se le utilizó. Lo más triste es lo que me contaron. Como ya no había como usarlo, lo pasaron a retiro. En su desesperación fue a llorarle hasta al ascensorista del Estado Mayor General. Se fue hasta 10 veces a la casa de (Nelson) Argaña. Jamás lo recibió. Lloró a lágrima viva frente a (el general) Garrigoza, frente a todos los generales. Dice que preguntó: ‘‘¿Y todo lo que yo hice?’’. ‘‘No hay caso’’, le dijeron. Y hoy está en su casa como el más común de los mortales. Lamento mucho por él, porque él no puede salir a la calle con la frente alta como yo, o como todos los inocentes que fuimos acusados con tanta maldad. No creo que él pueda ir a sentarse tranquilamente con su familia a un restaurant como podemos hacer nosotros. Estará encerrado en su valle.

- ¿Quién le pudo haber inducido?

- Vaya a saber por qué hizo. Habrá buscado figuración, no sé. No se dio cuenta que estamos viviendo tiempos nuevos, que ya no se puede silenciar nada como en la época de Stroessner. Nadie se puede mantener en un cargo en forma vitalicia. Están todavía los que no se convencen que somos pasajeros y que podemos ser juzgados por nuestros actos tarde o temprano. Cuando asumió (Raúl) Cubas, muchos oficiales quisieron aprovechar para comerle vivos a aquellos que nos persiguieron en tiempos de Wasmosy. Pero en los siete meses del Gobierno de Cubas no se le tocó un pelo a ninguno de ellos, ni al coronel Groselle que me disparó a la cabeza, ni siquiera Kanasawa, que le pisó a Raúl Cubas en la nuca aquella vez que atropellaron la casa de Lino Oviedo (30 de octubre de 1997).

- Kanasawa iba a ser nombrado comandante de las Fuerzas Militares...

- Hoy sigue siendo general y seguramente puede ser el comandante. Son premiados por los actos de bestialidad que cometieron. En cambio nosotros, jamás les perjudicamos a nadie. Creímos que con una actitud de tolerancia se iba a terminar la persecución y se iba a encauzar el país.

- ¿Se arrepintieron?

- Yo no estoy arrepentido. La mejor espada que se hace en el mundo es la que más se mete en la fragua y la que más se pega en el yunque. Después de esos cuatro años y medio, quiero mostrarle lo que es mi hija de 12 años. Vaya a chocar con ella si puede. Es hierro puroité. Está forjada en la mejor fragua del mundo.

- ¿Por qué fue Woroniecki fue el más buscado y perseguido después del general Oviedo? Cerca de 20 procesos...

- ... Todos sobreseídos libremente. Lo que pasa es que a mí, el general Oviedo siempre me distinguió con su amistad. Siempre fuimos amigos. Hoy me sigo considerando su amigo. Estoy convencido que es la única persona que puede sacar a este país del pozo donde está. Me acuerdo nomás de todas esas hipótesis que levantaron Mina Feliciangeli, el gordo Víctor Benítez, Calé Galaverna, sobre las barbaridades que supuestamente iba a cometer el general Oviedo. ¿Le parece que alguien puede cometer más barbaridades de lo que cometieron los que hoy están en el Gobierno y sus cómplices?

- Era poco menos que Satanás...

- ¿Le parece que la debacle que estamos observando en nuestro país es culpa de Oviedo? El funcionario de última categoría en el Banco Central se embolsa 10 mil millones de guaracas. IPS está vacío. Ahora dicen que van a caer de nuevo los bancos uno detrás de otro. Ni la peor hipótesis contra Oviedo se habrá figurado esta consecuencia. El tema es que me asociaron con Oviedo. Entonces, cuando no podían contra él atacaban a su entorno. Y su entorno más cercano era yo. Dijeron de todo de mí: que tenía prostíbulos en Concepción, que disparé contra la casa de Wasmosy, contra la casa del general Rodríguez, que estuve a punto de secuestrar a Seifart, que andaba en tráfico de drogas con Oviedo... Todo esto comienza con el golpe del ‘89...

- ¿La maldición de Stroessner?

- Las tres personas que tomamos prisionero a Stroessner fuimos: el general Oviedo, el hoy general retirado Benítez Gil y yo. Oviedo está exiliado, Benítez Gil procesado en esta causa del supuesto golpe y yo en una infinidad de procesos.

- ¿Usted estuvo con Oviedo la madrugada del 3 de febrero?

- Le voy a decir una cosa. Aquellla noche nadie se animó a acompañar al entonces coronel Oviedo para apresar a Stroessner. A mí me ofendió muchisimo lo que dijo el periodista (Humberto) Rubín en un programa de televisión al que nos invitó.

- ¿Qué dijo?

- Que el Golpe del ‘89 fue una farsa, una chambonada. Esa es una ofensa contra los muertos que tuvo esa gesta. Si fuimos a enfrentar a Stroessner en su propia cueva, sabiendo que era el hombre más todopoderoso del país, fue porque estabamos convencidos de que íbamos a liberar al Paraguay y que podíamos morir en el intento. Yo a Rubín le dije: ‘‘tenga mucho respeto por nuestros muertos’’, porque nosotros tenemos muchos muertos. Ahí murió un soldado hace poco, pobrecito, por falta de atención.

- ¿No tienen ningún seguro?

- No se les atiende porque ellos (los del Gobierno) no quieren saber nada de los que combatieron a Stroessner en el ‘89. Hay nomás luego gente miserable. Lamían el piso y lloraban su miseria esperando la intervención del general Rodríguez para derrocar a Stroessner. Desde 1987 ya esperaban. Después del ‘89, enseguida se volvieron multimillonarios con el ‘‘carnet’’ de luchadores de la libertad. Se olvidaron de los que verdaderamente arriesgaron su vida. Lo más triste es que en la menor oportunidad, no tuvieron ningún empacho en ponerse al lado de los que les pisaban el cuello antes del ‘89 para perseguirnos. Está por cumplirse 15 años cuando el coronel Gustavo Stroessner me dijo que me iba a cobrar algún día.

- ¿Cómo fue?

- Stroessner estaba con Gustavo, su hija (Graciela) y su nuera (Pachi Heikel), más otros 17 generales. Le subimos a su auto negro, con su chofer Miranda al volante. Quedó ahí esperando unos 20 minutos mientras Oviedo daba instrucciones para terminar con la toma del Batallón Escolta.

- ¿Cómo estaba Stroessner?

- Temblaba. No podía meter una de sus piernas en el coche. Mientras esperabamos ahí, me llamó Gustavo, que me conocía. Me dijo irónicamente: ‘‘oiporá la reyapova’’ (está bien lo que hiciste). Koa yayocobrata. Ne mandu’á chereh钒 (Esto te vamos a cobrar. Acordate de mí).

- ¿Qué le respondió?

- Que yo era un soldado y que solo estaba cumpliendo órdenes. Me alejé un poco para evitar cualquier otro diálogo. Pero después fue Stroessner el que quiso hablar con Oviedo. Le hice llamar. Le dijo: ‘‘Yo ya hablé con su comandante (por Rodríguez). Yo me voy a ir a mi casa’’. Oviedo le dijo: ‘‘Mire general, yo hablé con el general Rodríguez y vamos a hacer lo que él disponga’’. Cuando se iba a retirar, le llamó de nuevo: ‘‘Oviedo’’, le dijo. ‘‘Ordene mi general’’, le respondió. ‘‘Yo pues necesito ir a mi casa. Lléveme a mi casa...’’. Oviedo le contestó más seco: ‘‘Mi general, yo estoy recibiendo órdenes del general Rodríguez y tengo que hacer lo que él me ordena. ¿Por qué no espera un ratito?’’. Cuando se dio vuelta le llamó otra vez: ‘‘Oviedo’’, le dijo. Ahí reaccionó instintivamente y le apuntó con su fusil directo a la nariz. ‘‘!Cállese, caraj...¡’’, le dijo. ‘‘¿O usted no entiende lo que le estoy diciendo?’’. Descargó toda su tensión y la adrenalina contenida. Stroessner omanoité. Se pinchó como un globo en su asiento. Se quedó quietito. Para asegurar, cuando íbamos a arrancar hacia la Caballería, Oviedo se sentó detrás del chofer Miranda y le mostró una granada a la que le sacó el percutor. Le dijo que le iba a poner bajo su asiento para que explote si intentaba cambiar el rumbo.

- ¿No les intimidó la presencia de ese hombre que era el dueño de la vida y la hacienda de los paraguayos?

- Indudablemente que impresiona. Pero nosotros fuimos a una guerra. El era nuestro objetivo. Nosotros teníamos nuestro propio líder, el general Rodríguez. Estabamos preparados para dar la vida por él: Oviedo, yo y todos los que fuimos a atacar el Batallón Escolta. Era un hombre que vivía para su gente. Era un tipo leal con su personal. Hoy vemos calles, plazas, escuelas, lo que sea, con el nombre de Argaña, un hombre que no sé qué mérito pudo haber tenido. En cambio, el nombre del general Rodríguez no figura en el mapa, un hombre que, con sus luces o sus sombras, es el que trajo la libertad a nuestro país. Es el que dio la orden para dar el golpe. contra Stroessner. Los militares que lo considerabamos nuestro padre, pusimos en su homenaje el nombre de nuestra villa, en el RC3. Nelson Argaña hizo arrancar ese nombre cuando arrasaron la Caballería.

- ¿Se cumplió la venganza?

- En parte creo que sí. Todos los que comandan las fuerzas hoy son todos los que estaban en el Batallón Escolta esa noche para defender a Stroessner y huyeron como ratas abandonando su tropa, como Kanasawa y Groselle que se escondieron en el barrio (Añareta’í). Los magistrados que se prestaron, especialmente esos ocho miembros de la Corte y el fiscal general del Estado, el fiscal Latorre, son unos bárbaros. Se creen impunes. Está ese Rienzi, que participaba en las torturas durante el Gobierno de Stroessner, Sapena que odiaba a los oviedistas porque su ex yerno Galeano Perrone estaba ahí. El otro viejito, ese lelo que no puede ni hablar ni caminar (Irala Burgos) es una burla a la ciudadanía. Ellos violaron la Constitución y el Pacto de San José de Costa Rica. Inventaron tribunales especiales para mantenernos prisioneros y con la boca cerrada.

- ¿De dónde es originario Woroniecki?

- Mi abuelo integró la última guardia que tuvo el Zar Nicolás, el último Zar de Rusia (1917).

- ¿Cómo se llamaba?

- Stanislav. El se recibió en la Academia Militar del Cáucaso en Rusia. Fue deportado. Por el camino nació mi tío en Alemania. Mi papá nació en Brasil y justo en esos años empezaba la guerra del Chaco. Vino a ofrecerse como voluntario y participó. Estuvo con esa camada del general Vysokolan. Mi abuela, Josefina, era muy conocida acá porque enseñaba idiomas en forma particular a las familias pudientes de acá. Mi papá prestó servicios mucho tiempo en el Batallón Escolta. Wladimir también se llama. A mí me pusieron Wladimiro. Tengo dos hermanas mayores y un hermano, Carlos Miguel, al que el general Ovando también le pasó a retiro cuando empezó la persecución política. Tiene el grado de teniente coronel de la Fuerza Aérea.
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