Los Kirchner no pudieron con la prensa libre

Tomás Vío, responsable del Departamento de Relaciones Externas del Grupo Clarín, fue uno de los protagonistas del área de la empresa que lideró el enfrentamiento con el gobierno kirchnerista. En esta entrevista relata las peripecias que atravesaron el medio y sus periodistas por el ataque sistemático del régimen que pretendió destruirlo. Ni siquiera con el monopolio del 80% de los medios en su poder pudo conseguirlo.

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–¿Cómo fue ese ataque de los Kirchner para destruir a Clarín?

–En 2008 hubo un conflicto con las entidades agropecuarias cuando se quiso imponer el impuesto a la soja. A partir de ahí se radicalizó la postura del Gobierno que ataca la parte simbólica y la parte material.

–La parte simbólica, su credibilidad.

–Claro, el mayor valor que tiene un medio de comunicación es su credibilidad. Entonces, empieza una campaña muy fuerte que es bastante básica con la leyenda: “Clarín miente”.

–Así también proceden de tanto en tanto contra ABC.

–Siempre se copian bien los malos hábitos (ironiza). Fue una fuerte campaña para desacreditar la marca, o sea la empresa. Decían que Clarín tenía intereses espúreos, económicos, que defender, etc. Después acusaron a la directora de Clarín de haber adoptado hijos de desaparecidos en la dictadura militar. La directora adoptó a sus hijos en 1976. Se montaron programas de televisión, de radio para calumniar. Se crearon de la noche a la mañana diarios, revistas, medios de comunicación propios, de alabanzas al gobierno. Clarín tuvo cero publicidad oficial.

–Pero muere Néstor Kirchner.

–Néstor murió en el 2010 cuando su popularidad estaba en declive. Ese año fue el Bicentenario de la Revolución de Mayo. Se genera una especie de sentimiento de unidad, de solidaridad con Cristina por su viudez. En el 2011 se hacen las elecciones y ella obtuvo el 54%, la mayor diferencia en democracia con respecto al segundo. Allí ella dijo: “Voy contra todos mis enemigos”. Buenos Aires amanecía empapelada con carteles con la cara de los periodistas más emblemáticos de Clarín. Mandaron una vez 200 inspectores a la sede del diario para intimidar; otros 50 gendarmes a ocupar la empresa de cable. Bloquearon la salida del diario.

–Eso copiaron un poco también de aquí.

–Bueno, todo sucedía paralelamente a la ventilación de investigaciones periodísticas que comprometían a funcionarios muy importantes del Gobierno con la corrupción. Por ejemplo, en el baño de la ministra de Economía se encontró una valija con unos 80 a 100 mil dólares. Está la famosa valija de Antonini Wilson, el venezolano que intenta entrar con unos 800.000 dólares. Salen los vínculos del petróleo venezolano con la campaña política de Cristina. Aparece el caso de la “Ruta del dinero K”, la investigación que arranca en Clarín. Varios allegados a la familia Kirchner están hoy presos.

–¿Quién dirigió todos esos ataques?

–Directamente Cristina.

–(Cristina) habrá tenido su López Rega (el lugarteniente de la expresidenta Estela Martínez de Perón)

–Sí, tenía pero el poder estaba tan concentrado que ella controlaba absolutamente todo. En Buenos Aires llegaron a circular 18 diarios con alcance nacional, más que en Nueva York. Clarín, La Nación, Perfil y El Cronista eran los independientes, el resto era de ellos. Había siete señales de noticias 24 horas, una era de la empresa Clarín, seis eran de ellos. Ni en Estados Unidos había tanto. Esos medios kirchneristas hoy ya no existen. Con el fin del gobierno de Cristina se acabó el financiamiento y los medios cayeron, encima vinculados a empresarios oscurísimos. Estos se mandaron a mudar a Estados Unidos con toda la plata y dejaron que los medios se fundieran sin pagar a sus empleados.

–¿Qué pasó con los periodistas prohibidos de los medios comprados por el Gobierno?

–Fueron a parar a Clarín. (Jorge) Lanata es un ejemplo. Marcelo Longobardi, que era la estrella de la radiofonía argentina en Radio 10, fue dado de baja cuando el Gobierno lo compra. El único lugar donde podía recalar era Clarín. Así pasó con Nelson Castro, Alfredo Leuco, y otros periodistas que quedaron sin espacio. Al final, Clarín concentró a los mejores periodistas de la Argentina en radio, televisión y prensa escrita. El Gobierno creyó equivocadamente que suprimiéndolos tenían el camino allanado. Pero fueron a parar a Clarín.

–¿Cuál fue el punto de inflexión que desmoronó la fantasía kirchnerista?

–Hubo un punto de bastante inflexión que fue la muerte del fiscal (Alberto) Nismann (el 18 de enero de 2015), el que investigaba la causa de los atentados terroristas contra la AMIA y la Embajada de Israel en los noventa, que dejó como saldo más de un centenar de muertos. Nisman dijo que tenía pruebas de que la Presidenta y su canciller Héctor Timerman –que es judío– realizaron un pacto con Irán para dar inmunidad a los sospechosos a cambio de negocios. Ese lunes iba a presentar las pruebas y el domingo a la madrugada aparece muerto de un tiro en su departamento.

–Se apuntó a un crimen político.

–Si no fue asesinato, es probable que lo hayan inducido a suicidarse. Esa muerte conmovió a toda la sociedad.

–¿El comienzo del fin?

–El comienzo del fin ya venía de antes. Las investigaciones de corrupción cada vez eran más contundentes... El error de esta clase de Gobierno es no entender el rol de la prensa en una democracia. Cuando se hace periodismo bien hecho, el periodista no va a investigar porque tiene ganas de molestar a alguien. Lo que hace es ayudar a construir la democracia, a preservar ciertos valores, a fortalecer las instituciones.

–La prensa molesta.

–Cuando se demuestra que el poder político se involucra en casos de corrupción, realmente las autoridades tienen que valorar lo que se hace. En realidad, no solo es mostrar la corrupción en sí, sino más bien decir: “prestemos atención. Están pasando estas cosas”. La corrupción, el crimen, no ayudan a un país a ser más estable, a reducir las desigualdades. La prensa no sale de un huevo. Sale de las necesidades de la misma sociedad. Acallar a la prensa no va a frenar la desocupación, la pobreza, los problemas reales del país. No es porque los diarios no muestren los problemas, la gente deja de percibirlos. Si acallan un medio masivo aparecerá otro. Hoy tenemos redes sociales. Con abrir una computadora y crear un blog, no se necesitan demasiados recursos para hacer periodismo. Por eso, es ridículo pretender acallar a la prensa.

(holazar@abc.com.py)

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