Los “escombros” del Parlamento

Piratas, desvergonzados reptiles… la carroña aglomerada en el Congreso Nacional. ¿Y a esta podredumbre llaman Parlamento? Son fantasmas de inestabilidad, peligrosamente ataviados de legalidad. Tétricos para la población honesta y “laburante”, pues, ninguno de estos advenedizos la representa. Nacidos bajo la rúbrica de pactos ilegítimos, de una nomenclatura o lista creada por el statu quo a espaldas de la gente, jamás asumieron las reales necesidades populares. Desde que se fue el dictador, hace más de 23 años, los polluelos sustitutos crearon una Constitución Nacional a la horma (1992), plagada de artificios al solo efecto de eternizar en el poder a la horda política, fijación que los transformó en sádicos inquisidores de la ciudadanía.

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Producto de listas cerradas y, por ende, sin haberlos elegido el SUFRAGIO LIBRE y SOBERANO del común, como proclaman, los “honorables” se abrogaron inconmensurables atribuciones e instalaron en el Paraguay una cuasi monarquía, exhibiendo su repugnante faz de intrigas y exprimiendo una grosera impunidad, inadmisible para cualquier conciencia sana. Tan enlazados unos a otros se encontraban que, ni en su más horrible pesadilla hubieran visto amenazada su seguridad mercantilista como cuando la ciudadanía les asestó el golpe de gracia, eligiendo a Fernando Lugo aquel 20-IV-2008.

Un “golpe exprés” legalizado 

Desde aquel día, Lugo fue la esperanza que se fue diluyendo por su opaca gestión que no se caracterizó por acometer con medidas audaces, valientes y comprometidas, la rectificación de injusticias latentes y no cicatrizadas. Fernando Lugo vio cómo el Congreso y el Poder Judicial le ponían el palo a su carreta y capituló a la vida mundana, se entregó al buen pasar y a la escasa vergüenza, se distinguió por ser vacilante y ambiguo. Con virtudes y defectos, que posee cualquier nacido en esta tierra, el hecho de no jugarse por los graves conflictos crónicos, engendró morbos y enervó a la población anhelante de justicia y equidad, ganándose antipatías (enconos). Un presidente casi ausente que terminó cosechando lo que sembró. Las oportunidades perdidas no se le perdonan por su parquedad y extravío ante reclamos genuinos y justicieros. Por consiguiente, se puede colegir que su gobierno tuvo más sombras que luces.

A pesar de ello, nada justifica la acción puesta en marcha por un Parlamento cínico, cachafaz, gangrenado e inconsecuente con las desesperantes necesidades populares, que con ligereza tumbó a un presidente de la República contra todo principio de razonabilidad. Juez y parte en esta imputación y condena premeditada, el “para-lamento”, como lo expresara un ciudadano, protagonizó meteóricamente su primigenia pretensión, el “juicio político”, herramienta aplicada con exclusividad al Poder Ejecutivo y Judicial. Solo que en esta ocasión se destacó por etéreo en sus acusaciones e inquisidor por conllevar en sí mismo un “golpe de Estado disfrazado” (remoción constitucional). Para ponerlo en marcha solo bastó el ánimo o capricho de trasnochados parlamentarios, hasta ahora, totalmente arbitrario. Vaya práctica, un ventarrón cambia a un presidente de la República. Este acto supremo, por su relevancia, debería descansar exclusivamente en la “voluntad popular” a través de un mecanismo llamado plebiscito revocatorio, figura que debe instalarse en la Constitución Nacional. El pueblo lo elige, el pueblo lo destituye o confirma. Léase soberanía.

Durante sus cuatro años de gobierno que se caracterizó por contar con el soporte popular y no político, Lugo estuvo aprisionado por las garras del Congreso bajo constante amenaza y cuando este lo consideró oportuno, le trituró sin miramientos. Una tragicomedia donde el ícono de la corrupción, con el guiño complaciente de la supremamente prostituida Corte, destituye al presidente por “mal desempeño” (¿?). Es la arcaica burguesía traidora, la derecha insensible y carnicera que desoye y rivaliza absurdamente con los reclamos y necesidades reales del pueblo, tildado de “izquierdista”, “extremista”, “comunista”, “subversivo” y “conspirador”, estimulando las inequidades sociales a fin de obtener en los balances de sumas y saldos, provechosas tajadas y resultados.

A este respecto, el día 24-VI-2012, el mismo monseñor Mario Melanio Medina, refirió: “El ‘derechismo pirata’, capitalista y roedor, acusa y pone rótulos a quienes protestan y pretenden la igualdad social”. Expresó además: “El Paraguay y América Latina están sometidos entre dos modelos: el que busca la igualdad social y el capitalismo salvaje que solo quiere amasar fortuna. A estos no les interesa absolutamente la situación de los pobres y generalmente se amparan en un poder de facto para lograr sus propósitos”.

Genuinas raíces stroessneristas

Los miembros del Parlamento y del Poder Judicial provienen de la profunda entraña stronista. Y como  es de “público conocimiento”, estos herederos de libadores, agentes y capataces de la dictadura metidos hasta los colmillos en chanchullos, aprietes (chantajes-extorsiones) y negocios espurios de todo tipo, sin soslayar asesinatos, están desparramados en la amplia geografía nacional. En la actualidad, echaron raíces en el negocio de la agroexportación (cultivo mecanizado y arrasador), apoderándose de las tierras rurales –vírgenes o no– para llevar adelante un arquetipo que solo sustenta la explotación y desertificación de nuestro suelo, rociado por agrotóxicos de canallescas multinacionales latifundistas.

Próxima nota: ¡Parlamentarios... go home!

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