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–¿Dónde estaba usted cuando llegaron las tropas?
–Nosotros estábamos viviendo en la casa donde nacimos, a la que le llamaban Óga Tupãnói porque tenía un techito tipo europeo, parecido a una iglesia, ahí en la calle España casi General Santos. Me acuerdo que llorábamos de emoción al ver pasar las tropas victoriosas del Chaco. Yo tenía como nueve años. Nunca olvido que las tropas pasaron por un enramado gigante de eucalipto que salía de la vereda de mi casa y atravesaba toda la calle España hasta la otra vereda. Por la rama estaban trenzadas flores de Santa Rita, a tal punto de formar una especie de arco maravilloso. Era como un decorado natural, un Arco del Triunfo, para recibir a los héroes.
–Iban hacia la calle Palma...
–Sé que otros contingentes desfilaron por la calle Colombia (hoy Mariscal López). Pienso que iban hacia Palma, pero nunca me olvido de ese escenario, cuando pasaban por el arco de flores frente a mi casa...
–¿Qué hacían los niños en la época de la Guerra?
–En todos los hogares se trabajaba para los combatientes. Todo el mundo hacía caramelos de miel que se enviaban al Chaco. En mi casa, mi mamá, con una tía que se llamaba Chocha de Filippis –la hermana de Santiago de Filippis, un soldado que también peleó en la Guerra– hacían caramelos de miel. Cortaban los caramelitos y nosotros teníamos que envolverlos en papel celofán con mi hermano (mayor) Hermann (el escultor, ya fallecido). El tenía nueve años y yo ocho cuando murió mi padre (el intendente de Asunción Bruno Guggiari) a los 47 años.
–Murió joven el intendente...
–Murió siendo intendente en el 33, en plena Guerra. El 25 de julio falleció su hermana, mi tía, en Villarrica. Él estaba engripado. Se puso su tapado, su sombrero y se fue en auto al ferrocarril para despedir a su sobrino que llegaba del Chaco para ir al entierro de su mamá en Villarrica. Mi papá decidió no ir al sepelio porque no se sentía bien. Al volver del ferrocarril, por el frío, ya llegó con pulmonía. Estuvo un mes y ocho días enfermo. La pulmonía derivó en bronconeumonía. De ahí le tomó septicemia y ya no hubo nada que hacer. Toda la ciudad estuvo pendiente. El estuvo del 28 al 32 y estaba empezando una nueva administración después de ser reelecto.
–El hermano fue el presidente.
–Sí, el hermano de papá, José P. Guggiari. Estuvo del año 28 al 15 de agosto del 32. En junio creo que comenzó la Guerra y él entregó la presidencia a Eusebio Ayala el 15 de agosto...
–A José P. le tocó el tiempo más duro de la preguerra: la Masacre del 23 de Octubre...
–Son las contradicciones de la historia. Los estudiantes fueron a manifestarse para protestar porque los comunistas les hicieron creer que el Paraguay no se estaba preparando para la Guerra. Sin embargo, las dos cañoneras Paraguay y Humaitá ya estaban alistadas en el puerto de Asunción. Mediante sus dos cañoneras (sirvió de transporte de tropas) Paraguay ganó la Guerra. Ya estaban listas desde el 5 de mayo de 1931. Para su época eran las mejores naves de guerra del mundo preparadas para navegar los ríos.
–¿De dónde salieron?
–Esas cañoneras fueron concebidas por un estudiante naval José Bozzano. Él hizo su tesis en Massachusetts, Estados Unidos.
–¿Se fabricaron ahí?
–No. Las cañoneras se hicieron en Italia, pero la concepción, la tesis, la hizo Bozzano en Estados Unidos. Su proyecto llegó a conocimiento del presidente Eligio Ayala (1924-1928). “Usted se va a Italia y va a controlar los detalles de la construcción”, le dijo. José P. pagó su costo. Yo estuve en el puerto cuando se recibieron...
–Usted estuvo...
–¡Sí, estuve! ¡Me acuerdo perfectamente! Hermann y yo, que éramos chiquitos –él tenía 7 años– nos peleábamos. “La cañonera Humaitá es mía”, decía él. “Paraguay es mi cañonera”, le decía yo. Y él cambiaba y nos peleábamos. Eran gemelas. ¡Eran grandiosas, cómo olvidar!
–¿Qué hacían las mujeres?
–Mamá, Anita Brun de Guggiari, era madrina de guerra. Visitaba los hospitales. Una vez, para distraerlo a mi hermano Hermann, que era muy inquieto y curioso, le compró un helado. Le invitó su helado a un soldadito en cama. El muchacho lo tomó todito enseguida y le dijo: “gracias paraguayito”. Ahí supo que era boliviano. Fíjese qué casualidad. Otras mujeres se alistaban como enfermeras, hasta argentinas se anotaban. Había una gran solidaridad. ¡Aah! Me acuerdo que nosotros ayudábamos a hacer vendas. A Hermann le daban un metro de tela, la cortaba en tiras y yo tenía que arrollar. Las vendas se enviaban al Hospital Militar para esterilizar. Hubo también una “Colecta de Oro” para juntar dinero para la guerra. Mi mamá se quedó sin anillos y papá también.
–¿El 23 de Octubre fue político o espontáneo de los estudiantes?
–Lo que pasa es que en esos tiempos las autoridades tenían que tener mucho cuidado para no hacer trascender los planes que había para expulsar del Chaco a los bolivianos. Solamente cuatro o cinco personas del entorno del Gobierno sabían los pasos que se estaban dando. No es como pintan cada 23 de octubre.
–Murieron como 10 estudiantes
–Murieron estudiantes y murieron soldaditos. El primer disparo salió del grupo de manifestantes. El presidente salió corriendo al balcón gritando: “¡Paren! ¡Quién dio la orden!”, dijo. Hubo intercambio de disparos, muertos y heridos, soldaditos también. Fue un episodio tan triste que golpeó fuerte a mi tío por tanta injusticia que se tejió. Nosotros sabíamos de su patriotismo. Me acuerdo que se tapaba con una colcha que tenía el mapa del Paraguay. Con Rafael Franco vinieron todas nuestras desgracias.
–El que hizo el Golpe del 36.
–Franco persiguió mucho a los liberales. A José P. lo echaron y murió en el exilio en Buenos Aires en 1957. Por suerte conservó su prestigio y allá le llovían ofertas para dirigir empresas dada su capacidad de liderazgo y su reconocida honestidad.
–¿Se cuidaban más de robar?
–Los de antes eran más honorables. La honorabilidad era una condición para ocupar cargos públicos. Colorados y liberales eran personas ¡decentes! (remarca), no como ahora.
–¿De dónde esa influencia política tan fuerte de los Guggiari en la preguerra: uno presidente y su hermano intendente?
–Mi tío era abogado y necesariamente la profesión conjuga con la política. En cambio, mi papá era ingeniero químico y no le gustaba la política. Fue científico. Solo le interesó transformar y hermosear Asunción cuando le dieron esa responsabilidad. Su jefe de Hacienda fue un colorado: Tomás Romero Pereira. A mi padre ni se le pasó por la cabeza ser intendente. José P. tampoco quiso ser presidente, pero después de Eligio Ayala era el más confiable para esos días aciagos en que el Paraguay, para seguir siendo libre, tenía que definir su destino sacrificando una vez más la sangre de sus hijos.
–De dónde proviene el nombre Brunhilde...
–A Hermann papá le puso ese nombre por el poema de Goethe “Hermann y Dorothea”, el burgués de nobles sentimientos que se enamora de una fugitiva de la Revolución Francesa. El nombre de Brunhilde proviene de aquella doncella guerrera de la epopeya germánica “El canto de los Nibelungos”. Etimológicamente es “Coraza de acero”...
–¿Cuántos hermanos, cuántos hijos?
–Eramos cinco hermanos, yo la segunda. El último fue Ezio. Nació tres meses después de la muerte de papá. Yo tengo 10 hijos, 28 nietos y cinco bisnietos (madre de los conocidos Bruno y Martín María Masi, viuda del médico e investigador de la cultura Rafael Masi Pallarés y prima de Chiquitunga, la beata destinada a ser santa).
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