Cargando...
Ya era vox pópuli que un golpe se venía. Afloraba el cambio como producto de una necesidad ciudadana. Don Federico Chaves debería ser sustituido para intentar una recuperación institucional y una marcha orientadora hacia el desarrollo e integración de la república.
EL GOLPE ESTABA EN MARCHA
Federico Chaves consideró que su medida correctiva de purga (autogolpe) estuvo acertada, mas no pensó en la infidelidad de su comandante derivado Alfredo Stroessner, quien, paralelamente, ya estaba gestando una silenciosa y planeada conspiración utilizando hombres clave de la estructura militar del Ejército. Estaría, gracias a sus amigos, a punto de dar un contragolpe, una antigua ambición íntima.
Noche y día, en sus fueros íntimos, Stroessner apuntaba al poder y sigilosamente complotaba en la ciudad capital. Las reuniones secretas se realizaban en el domicilio del Cap. Virgilio Candia, a la sazón comandante del RC 3, y de ellas participaban el Tte. Cnel. Mario Benito Ortega, comandante del célebre Batallón 40; el comando en jefe Alfredo Stroessner y el dueño de casa.
Se trataba de una conspiración puramente militar. Con Epifanio Méndez Fleitas, solo se tomaba contacto epistolar a través de su amigo Ortega, ya que se encontraba internado en su pueblo, cumpliendo castigo por las últimas decisiones de Don Federico. Epifanio era el único soporte civil y político con que se contaba para el contragolpe y un eventual éxito de la asonada castrense. Después confirmaría por completo su relevante protagonismo al encumbrar a Stroessner a la primera magistratura, mediante sus habilidades políticas.
LOS TEMORES DE STROESSNER
Sin embargo, con lo avanzado del proyecto, Stroessner, a cada instante, manifestaba sus dudas y temores. No se animaba a llevarlo a cabo. Por ello dilataba su ejecución una y mil veces originando el desagrado de los complotados. Finalmente, persuadido, a duras penas, resolvieron ejecutar el plan, como sea, en marzo.
A días del operativo, acometido por sus vacilaciones, peligrosamente lo volvió a suspender, generando la irritación de sus camaradas. Estas dilaciones minaron el ánimo de los dos comprometidos (Candia y Ortega), quienes al unísono expresaron: La péicha jahárõ, jajepilláta hína.
Y así fue. Las temidas sospechas se concretan en la noche del 3 de mayo. El comandante de la división de Caballería Néstor Ferreira, por orden de Don Federico, ordenó el apresamiento del comandante del RC 3 Virgilio Candia, lo que motivó la acción inmediata de su camarada, precipitando los hechos.
Ante la grave situación presentada, afloraron las agallas de Mario Benito Ortega, quien reaccionó y, resuelto, tomó las calles a las 20:00 del día siguiente, acompañado de su batallón. Al tomar la compañía telefónica, pone a Stroessner en conocimiento de lo realizado con el fin de obligarlo a dirigir su propio movimiento. La decidida tarea de Ortega y las adhesiones de las otras unidades determinaron el desenlace de los acontecimientos ya que no titubeó un instante en accionar como hacía tiempo estaba previsto, aunque se retrasaba en exceso por los frecuentes temores del jefe.
A pesar del coraje de Ortega tomando la policía y la telefónica, el comandante en jefe Alfredo Stroessner seguía sumiso en la retaguardia, inmerso en sus dudas, mientras los otros protagonistas directos consumaban los hechos victoriosamente.
Al amanecer del 5, recién cuando el terreno de operaciones estuvo allanado y se volvió seguro con la acción por parte de Ortega y otros camaradas, afloró su figura sin riesgo alguno, apareciendo ante la ciudadanía y el mundo como el gran triunfador del movimiento.
LA SENTIDA MUERTE DE ROBERTO LUIS PETIT BARÚA
Durante el golpe, Roberto L. Petit fungía de nuevo jefe de Policía. Era una promisoria figura del Partido Colorado, muy apreciada y amigo de todos, y muy especialmente de los románticos y soñadores. Su entrañable amigo Mario Benito Ortega, jefe del famoso Batallón 40, poeta, guitarrista y cantador nocturno, precisamente le había ofrendado una serenata en la madrugada del 3 de mayo, pero al no encontrarse en su domicilio debido a un viaje al interior, entonces Mario Benito dedicó la serenata a la madre del joven político.
Minutos después de concluida la expresiva velada, llegaba Roberto L. de regreso a su domicilio, siendo recibido por su eufórica madre, quien le comentó: Acabo de deleitarme con una hermosa serenata que te trajo tu amigo Mario Ortega y, como no estabas, me dedicó en tu nombre.
Es importante recordar este acontecimiento por las especulaciones que se han propalado respecto de la muerte de un entrañable compañero. Por malicia política, necedad y falta de información, se ha tergiversado lo acaecido.
Es bueno advertir la sólida amistad entre ambos. Su muerte ha sido muy sentida y fue fruto de la refriega en la toma y retoma del Cuartel Central de Policía.
STROESSNER INSISTÍA EN SER PRESIDENTE
Después del contundente éxito logrado, al día siguiente del 4 de mayo, Stroessner ya no ocultó su desvergonzada ambición. Le traicionaba el subconsciente, expresando a sus camaradas la necesidad de modificar el plan primigenio, cual era el de convocar a elecciones generales. Señalaba repetidamente: Para qué vamos a dar a otro si nos sacrificamos nosotros poniendo en riesgo nuestras vidas. ¡Qué desfachatez! Una simplista reflexión y antipatriótica conducta que pisoteaba los verdaderos objetivos de la revolución. Anhelaba desmedidamente ser ungido presidente, sin más trámites ni pérdida de tiempo. Todos (Méndez Fleitas, Candia y Ortega) contuvieron su empeño, oponiéndose con determinación a tales intenciones, porque se apartaba sideralmente de los ideales y fundamentos de la sublevación.
La unánime negativa a los propósitos de Stroessner (mantenidos hasta entonces en silencio) fue motivo suficiente y principalísimo para marcarlos y tenerlos en persistente ojeriza que alimentó la posterior persecución inmisericorde que sufrieron los tres integrantes del grupo auroral, desde que se apropió unipersonalmente al poder el 21-XII-55 hasta su providencial caída del día sábado y domingo, 2 y 3 de febrero de 1989.
MEMORIA
En las reuniones que hacíamos en mi domicilio, solo hablábamos Ortega y yo. Stroessner se remitía a consentir o desaprobar con monosílabos una idea, plan o proyectos profesionales. No aportaba nada interesante, era pura vaguedad, pero cuando descansábamos y dialogamos de bueyes perdidos cobraban un impulso inusitado sus ansias de comunicación. Le gustaban las tonterías, los juegos de barajas, los casos de mujerzuelas, el chismerío, la hacienda del vecino y toda esa literatura de la vida mundana o de baja ralea que demostraban por sí solos los quilates de nuestro jefe. Testimonio del mayor DEM (SR) Virgilio Candia Romero.
Mañana: Las negociaciones del 6, 7 y 8. (Final)
alcandia@abc.com.py