“Las instituciones privadas no deben mercantilizar la educación”

Las escuelas y colegios públicos deben formar ciudadanos interesados en el bien común, según propone el secretario de la Congregación para la Educación Católica, Mons. Vincenzo Zani, que estuvo de visita por nuestro país. El alto exponente del Vaticano considera que las instituciones privadas no deben mercantilizar la educación, sino responder a la realidad. En esta entrevista insta a los docentes a capacitarse constantemente para responder a los jóvenes de la era de la tecnología.

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–¿Cuál sería el desafío de la educación actual?

–Son variados y múltiples los desafíos. Parece que la mayor dificultad de este tiempo es la relación intergeneracional. Los educadores encuentran que la siguiente generación se presenta con una nueva visión y tienen dificultades para responder a los interrogantes de los jóvenes. Según mi parecer, los maestros no tienen seguridad sobre qué aspecto del conocimiento van a entregar a las nuevas generaciones. Y esto presenta otros problemas, el de la autoridad de los mayores. Entonces, la primera reacción es un autoritarismo que impone algunas experiencias culturales a los más jóvenes. Por otra parte, los jóvenes se encuentran ante la dificultad de cómo incursionar en la investigación sobre su propia libertad. La segunda dificultad, el desafío, es la diversidad cultural, que plantea opciones. En ambos aspectos, sea en las dificultades intergeneracionales y en la variedad de la cultura, la respuesta y la solución sería el diálogo.

–¿Cómo se debería compaginar la educación y la tecnología?

–Es un desafío, pero al mismo tiempo una gran dificultad. Nosotros necesitamos de la tecnología y esta tiene un desarrollo cada vez mayor; entonces hay que promover los valores para que se tenga un relacionamiento crítico frente a la tecnología, porque da la impresión de que tiene un gran poder. Muchas veces estos poderes están vacíos y necesitan estar llenos de valores. El gran objetivo de la educación sería el paso o la ayuda de la virtualidad a la realidad. Esto se puede hacer construyendo verdaderas relaciones entre el mundo de los jóvenes y la tecnología. Por tanto, no hay que tener temor a la tecnología, sino aprender a usarla.

–La tecnología es cambiante, pero ¿cómo se adecuan los educadores a la tecnología, sabiendo que los jóvenes vuelan?

–A través del diálogo, de un relacionamiento continuo, un desarrollo constructivo. El problema se presenta cuando los adultos no pueden usar la tecnología como hacen habitualmente los jóvenes. Los jóvenes son movidos y atraídos en la relación con la tecnología. Los adultos tienen que aprender a usar la tecnología.

–¿Cuál es el modelo de ciudadano que debe perseguir la educación católica?

–La educación católica se inspira en la antropología revelada para ofrecer un modelo de persona. Son tres dimensiones a tenerse en cuenta. La primera es la cultura de la filiación. Nosotros somos hijos de Dios. Primero, somos hijos, y luego seremos padres. Es decir, tenemos la necesidad de algo. Por tanto, necesitamos de alguien que dé sentido a nuestra existencia. Es muy importante y relevante porque tienen muchas consecuencias. Si yo adopto la actitud de hijo, consiguientemente, estoy necesitado y tiendo hacia alguien en quien confiar, y también me abro. La segunda dimensión, la relación horizontal, sería la educación en la relación, porque fuimos creados a imagen y semejanza de Dios y tenemos al prójimo al lado: Ama al prójimo como a ti mismo. Significa promover las relaciones que superen los conflictos. La tercera dimensión sería la visión generativa de la vida. Las relaciones no tienen el objetivo de encerrarse en sí misma. La producción, con la finalidad del bien común, es producir algo en relación con la vida, a los bienes que se ofrecen a los demás.

–Un nuncio en Paraguay había cuestionado la educación católica porque sus egresados no son factores de cambio.

–La persona no se educa a sí mismo, sino tiene que ofrecer algo. El hombre no es una isla. La declaración apostólica Gravissimum educationis (Gravísima educación) trata este tema. Educar quiere decir que uno debe contribuir al bien común. Por eso la educación cristiana es una contribución grande para que las personas contribuyan al bien común y al desarrollo de la sociedad. El liderazgo significa cargar sobre las espaldas una responsabilidad común. La responsabilidad tiene dos significados. Del latín “res pondere”: cargar con un peso. Significa asumir y cargar sobre las espaldas los problemas de los demás. En segundo sentido, significa: responder y dar, o sea, dar respuestas a los problemas. Tengo que dar, además, de mí mismo. Es la cultura del don.

–¿Qué pasa si educando va por otro camino?

–La falla que puede existir cuando la persona, en vez asumirla, va por otro lado. Por mis aulas han pasado muchos alumnos. Muchos tuvieron elevado nivel y otros permanecen como una interrogante. En este caso, se aplica la parábola del sembrador. Él siembra la semilla y algunos crecen en tierra fértil y otros entre cizañas. El papa Francisco nos invita a reflexionar este pasaje bíblico. En este sentido, el Papa está centrando la atención sobre la semilla buena que está creciendo antes que distraerse en la cizaña, que no permite crecer.

–En esta parte del continente se considera mejor a la educación privada que la pública. ¿Cómo se debería compaginar para que el alumno gane?

–Esto no sucede solamente en el Paraguay. Ocurre en la mayoría de los países, porque la educación privada tiene objetivos específicos y son más eficientes que la pública. Me parece muy importante, en este sentido, que las escuelas públicas dialoguen con las privadas. Que haya una colaboración mutua, que se encuentren. Que sea un intercambio de experiencias propias. Se debe trabajar juntos por el bien común, sin cerrarse. En “La gravísima educación” no se habla solo de la educación católica, sino de la educación en general, que sirve para todos. Luego dice que las escuelas católicas también deben aportar y hacer su trabajo, y agrega que los católicos deben empeñarse y destacarse en las escuelas públicas. En ese sentido, el papa Francisco recomienda que la Iglesia salga y ofrezca su servicio. Parece que muchas veces las escuelas privadas se las presentan para diplomadas o para la gente que hace carrera, como una escuela comercial; se paga y se adquiere algo, a fines del mercado y es un mal de la sociedad. La escuela privada esta inspirada en un proyecto particular, es diversa y construye algo y no debe ser una mercantilización de la educación.

–¿Podría compartir métodos de enseñanza con las escuelas públicas?

–El punto fuerte de una escuela o una universidad católica debe ser el proyecto educativo, que incluye contenido y método; objetivo y finalidad, y es lo que se debe hacer para contribuir al bien común. No es un hábito que se agrega al estudiante, sino que es una claridad en la propuesta a partir de la cual uno se pierde en los puntos de vista de los estudiantes para acompañarlos. En la realización de la educación se va a evaluar la validez y la capacidad de la propuesta de responder a las verdaderas exigencias. La escuela católica no es la escuela de los católicos, y tampoco la universidad; ambas instituciones son para todos. Es un proyecto inspirado en el cristianismo, que está al servicio de todos. La prueba de estos son los más de 214.000 escuelas católicas en todo el mundo. Están entre las grandes religiones, musulmanes, budistas, y contribuyen en la enseñanza en esos lugares. Tenemos 59 millones de estudiantes en esos institutos, y el 40% no son católicos. Por tanto, se está colaborando por el bien común. Con generosidad y sin temor a los desafíos de la cultura.

–Ante los maestros paraguayos dijo que la educación debe responder a los desafíos culturales del momento, ¿qué implica?

–En la Evengelium gaudium, el papa Francisco dijo que la realidad es más importante que las ideas. Sin ideas, no se va a ningún lugar, pero prestando atención solo en las ideas, existe el riesgo de crear ideologías que llevan a la destrucción. La ideología preferentemente es un instrumento de poder y no de servicio. Las ideas tienen la característica de imponer un poder, en tanto la realidad es la que debe guiar el servicio educativo. El desafío educativo consiste en dejarse evaluar y medirse por la propia realidad. La escuela y la universidad católicas deben meterse en la realidad y cambiarla, y allí se ve el valor y es una gran tarea. Reconocemos que a veces tenemos miedo como instituciones católicas. Las escuelas católicas no deben ser islas separadas del mundo. Deben sumergirse en la realidad, y eso requiere una constante evaluación, desarrollo y actualización. Es impensable que una persona esté enseñando 20 años y no se actualice. Debe participar del dinamismo que requiere la educación; es la dinámica de la educación en la realidad. Es difícil, pero es necesario hacerlo.

avelazquez@abc.com.py

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