La otra guerra: el campo diplomático (II)

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Las posturas sobre los trámites a seguir para conseguir la paz entre el Paraguay y Bolivia eran diametralmente opuestas y no hubo ningún acuerdo, pese a los esfuerzos de los diplomáticos de los países neutrales que intentaron mediar en el conflicto. Por otra parte, era interés del gobierno norteamericano que el diferendo se solucionase por la Comisión de Neutrales, sin tener que recurrirse a la Sociedad de las Naciones, pues ello socavaría su influencia regional.  

Nuevos planes de paz

El gobierno paraguayo insistía en la desmilitarización del Chaco como requisito para el cese de hostilidades y, a la vez, resguardarse contra nuevos ataques bolivianos. El gobierno del Altiplano, por su parte, era contrario a esta postura y solo estaba dispuesto a aceptar un arbitraje territorial muy limitado, cuestión rechazada por la diplomacia paraguaya. Esta situación llevó a los neutrales a proponer un compromiso transaccional sobre suspensión de hostilidades.  

El nuevo plan, presentado el 15 de diciembre de 1932, buscaba la firma de un convenio de cesación de hostilidades en el plazo de 48 horas, su ratificación sin cambios en el plazo de un mes y el inmediato retiro de las tropas paraguayas hasta el río Paraguay y de las bolivianas detrás de la línea de retirada de Ballivián a Vitriones, bajo la supervisión de una comisión neutral, para inmediatamente someter la cuestión a arbitraje internacional. Cien policías de ambos países vigilarán el cumplimiento de estas medidas, ubicados a ambos lados del meridiano 60º 15’ de Greenwich.   

El Paraguay no podía admitir una propuesta que dejaba la mitad del Chaco en poder de Bolivia y obligaba a su ejército victorioso –en Boquerón y otras batallas iniciales– a replegarse hasta el río Paraguay. Además, era diametralmente opuesta a la posición del mando militar de no esperar a los bolivianos a la vera de dicho río. Por otra parte, el gobierno paraguayo entendió que el plan de los neutrales brindaba a Bolivia la ventajosa situación estratégica de poder reorganizarse para emprender una nueva arremetida.   

El gobierno boliviano aceptó la mayor parte del plan, pero el paraguayo desestimó la propuesta, lo que condujo al fracaso las tentativas de los países neutrales de resolver el problema. Su fracaso marcó la terminación de los esfuerzos por impedir la guerra y asegurar la paz y determinó la decisión paraguaya de declarar la guerra a Bolivia y retirar su representante ante la Comisión de Neutrales.   

El Acta de Mendoza

Tras el fracaso de la Comisión de Neutrales, el gobierno argentino propuso la retirada del ejército paraguayo al río Paraguay y de Bolivia a la línea Ballivián-Roboré y un fallo arbitral. El gobierno boliviano estaba molesto por la presión argentina y chilena, además de que estaba informado del proyecto paraguayo de una declaración de guerra para obligar a los países vecinos a declarar su neutralidad, lo que obligaría a estos a detener cualquier envío de armas, especialmente a uno de los beligerantes, Bolivia, por su posición de absoluta mediterraneidad.   

Para unificar los esfuerzos diplomáticos se realizó una reunión en la ciudad argentina de Mendoza, los días 1 y 2 de febrero de 1933. Como consecuencia de la misma, resultó el Acta de Mendoza, que reafirmaba la fraternidad en términos generales. Este documento contenía las sagaces proposiciones de Eusebio Ayala para promover una conferencia económica encaminada a considerar la situación mediterránea de los beligerantes, establecer un régimen de transición comercial que estimulara el intercambio y firmar un acuerdo sobre comunicaciones ferroviarias y fluviales. Esperaba Ayala, de este modo, satisfacer lo que juzgaba de las justas aspiraciones de Bolivia, sin desmembrar el Chaco paraguayo. Otro documento, conocido como Acta Reservada de Mendoza, intentó, a través de una mediación, realizar un nuevo esfuerzo para poner fin a la situación de guerra. No obstante, el Paraguay resolvió declarar la guerra a Bolivia, el 10 de mayo de 1933, con el propósito de servir como amenaza y como aval a la contestación paraguaya al Acta de Mendoza.   

Para obligar a Bolivia a aceptar las condiciones del Acta de Mendoza, surgió un frente de presión con la conformación de un grupo de países integrado por Argentina, Brasil, Chile y Perú. Ante esta situación, Bolivia tomó una posición más conciliatoria, aunque poniendo condiciones que hicieron desistir la intervención de Brasil, Chile y Argentina de proseguir en la consecución de un arreglo diplomático.

El armisticio de Campo Vía

El fracaso de las tratativas del grupo ABCP determinó que la Argentina y el Brasil firmaran, el 11 de octubre de 1933, el Acta de Río de Janeiro, proponiendo someter a estudio de una comisión conjunta la zona en disputa. Bolivia aceptó la propuesta, pero el Paraguay la rechazó, fracasando por esta y otras razones las tratativas.

Por otra parte, la Sociedad de las Naciones había resuelto enviar una comisión encargada de resolver la cuestión, para ello conformó en Montevideo –durante la VII Conferencia Panamericana– una Comisión del Chaco. Mientras tanto, el Paraguay había resuelto adoptar como base de definición de derechos el uti possidetis puro y simple y los demás principios del derecho internacional.

Durante su visita en el escenario de los hechos los miembros de la Comisión vieron con buenos ojos la situación del Paraguay en el Chaco.Luego de su entrevista con autoridades bolivianas, la Comisión informó al gobierno paraguayo que Bolivia aceptaba ciertas condiciones que podrían conducir a la obtención de la paz con el Paraguay. El presidente Ayala informó a Estigarribia, quien aceptó creyendo que "se podría llegar a la concertación de la paz y que el armisticio prepararía el camino". Por esta razón, el 18 de diciembre de 1933 el gobierno paraguayo propuso al boliviano la concertación de un armisticio general entre el 19 al 30 de diciembre, en cuyo plazo se reunirían los beligerantes y la Comisión de la Liga para negociar las condiciones de paz y seguridad. Bolivia, postrada como se encontraba, aceptó la propuesta paraguaya. En el Chaco, el general Peñaranda, sucesor de Kundt al frente del ejército boliviano, se replegó hacia Magariños, donde se proponía reorganizar su ejército, aprovechando la pausa. Mientras se replegaba, el fortín Muñoz fue atacado por fuerzas paraguayas, que entraron en él incendiándolo en la noche del 19 de diciembre, poco antes del inicio del armisticio. Tanto el ejército paraguayo como el boliviano aprovecharon la tregua para fortalecer sus condiciones de lucha, con la reunión de hombres y la adquisición de armamentos y vehículos.

Viendo que el enemigo no tenía intenciones de cejar en su empeño por conquistar el Chaco, para prepararse mejor, el comando del ejército paraguayo accedió a una prolongación del armisticio hasta la primera semana de enero de 1934.

Siguen las gestiones

Mientras tanto, en Montevideo, las gestiones de la Liga de las Naciones no avanzaron mucho por la posición boliviana, que no estaba inclinada a pactar la paz, lo que llevó a los delegados paraguayos a endurecerse en sus posiciones, y el consecuente cumplimiento del plazo de la tregua sin obtenerse un resultado positivo.

Continuado el conflicto luego del armisticio, siguieron las tratativas por llegar a una solución equitativa y terminar la guerra. La Argentina propuso en julio un plan general de paz, apoyado por el Brasil y los EE.UU., que sobre precisas condiciones de paz se estableciera un alto el fuego definitivo y se adoptaran medidas de seguridad adecuadas. De no tener éxito, debía someterse a la Corte Permanente de Justicia de La Haya.

El plan general de paz incorporaba dos ideas básicas: el concepto del presidente Eusebio Ayala de una conferencia económica y una fórmula transaccional que satisficiera las necesidades de Bolivia sin la pérdida del Chaco por el Paraguay; y una transición gradual al estado de paz. Receloso de la propuesta argentina, el gobierno boliviano mostró sus reticencias con respecto a este plan, replicando que la conciliación debería quedar a cargo del grupo ABCP y ajustarse a los principios de la declaración del 3 de agosto de 1932 (Bolivia inicialmente fue contrario a los postulados de esta declaración, pero, debido a sus reveses militares, venía reconsiderando su posición al respecto), además de poner como condición primordial la concesión para Bolivia de una zona sobre el río Paraguay.

En el aspecto diplomático el Paraguay estaba acorralado; si bien en el aspecto militar el año 1934 fue desfavorable para Bolivia, en el campo diplomático su suerte era más propicia. En este sentido, es de destacar que pudo sortear sus dificultades de aprovisionamiento a través de las fronteras de Chile y Perú. En contraposición, dos rotundos errores de la diplomacia conspiraron contra el Paraguay: la declaración de guerra y el rechazo de la propuesta que estipulaba el retiro boliviano a Villa Montes y del Paraguay al río epónimo.

La Asamblea Permanente de la Liga de Naciones aprobó en noviembre de 1934 las recomendaciones de su Comité de Conciliación, de ordenar un alto el fuego y el retroceso a 50 km de sus respectivos ejércitos, permitiendo crear una zona neutral de 100 km. Bolivia aceptó estas y otras proposiciones, pero el Paraguay aceptó con objeciones y poniendo en duda la imparcialidad del secretario general de la Liga, organismo que seguía manteniendo el embargo sobre armas para el Paraguay, por lo que el gobierno de Asunción resolvió retirarse de la Sociedad de Naciones.

 

Extraído del libro La Guerra del Chaco, de Luis Verón

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