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Dijo también en aquella oportunidad: “Después que hagamos la ley nueva, después que hagamos un derecho nuevo, después que haya un tipo de funcionario nuevo, no tenemos por qué temerles a las elecciones democráticas. Con la generación que vamos a preparar, con la clase de moral, de instrucción y de espíritu que vamos a darles a los hombres encargados de mantener aquí la vigencia de las leyes revolucionarias, ¿quién echa para atrás la revolución?”.
Dijo más cosas, pero lo que importa rescatar es el concepto que ya tenía entonces de la democracia y de la mayoría.
El que manda es Cartes
En oportunidad de discutirse aquí la reelección vía enmienda constitucional, el presidente del Partido Colorado, Pedro Alliana argumentó que “en la democracia manda la mayoría y ratificó que se debe dar la posibilidad a la ciudadanía de elegir si quiere o no la reelección presidencial” (Hoy, 28.03.17), aunque todo terminó cuando su líder, el presidente Cartes decidió –él solo, no el pueblo- dejando demostrado que en la democracia cartista es Cartes quien manda..
Ninguna novedad, ya que el 21 de noviembre de 1987 el dictador Alfredo Stroessner ya expresó en su discurso a la convención colorada: “La mayoría manda y las minorías deben ayudar a hacer un buen gobierno. Eso es democracia”. .Agregó además: “no estoy en el poder por ningún capricho de mando, sino por el deseo de la mayoría de mis compatriotas”, aunque sus compatriotas lo chutaron dos años después, incluidos sus propios correligionarios. Que un dictador de izquierda (Castro) coincida con un dictador de derecha (Stroessner) no es novedad alguna; la dictadura no reconoce diferencias ideológicas, pero que líderes actuales sigan repitiendo conceptos del siglo pasado o que una expresión autoritaria sea repetida por quienes se declaran demócratas más que una novedad es un peligro.
Con frecuencia se escuchan discursos de veteranos de la política, pero también de novatos, que en la democracia la mayoría manda, igual a como pensaban Castro, Stroessner, Alliana y otros, cuando que en realidad en un sistema democrático el poder, que es sinónimo de mandar radica en el pueblo, que delibera y decide a través de sus representantes. Estos representantes están integrados por miembros de la mayoría y de las minorías que a la hora de tomar decisiones se guían por la cantidad de votos que reúnen los bloques, pero también por sus argumentos y las normas preestablecidas.
No se viola la Constitución por mayoría
Hay decisiones que los representantes no las pueden tomar porque ya fueron tomadas, como es el caso de las disposiciones constitucionales o del funcionamiento de las instituciones.
En estos días vimos que el cartismo violó la Constitución en el intento de modificarla, violó el reglamento interno de las Cámaras del Congreso y atropelló la ley y la Carta Magna para cambiar la composición del Consejo de la Magistratura y del Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados para poder manejar a su antojo el Ministerio Público y dar impunidad a todos los políticos amigos salpicados de corrupción.
¿Qué diferencia hay con lo que advirtió Castro en el inicio de la dictadura cubana? “Después que hagamos la ley nueva” (enmienda para el cartismo), “después que hagamos el derecho nuevo” (mayorías cartistas que aropellan la institucionalidad), “después que haya un tipo de funcionario nuevo” (gente que acepta actuar arbitrariamente como Carlos Filizzola o que acepta un cargo como resultado del atropello, como los nuevos miembros del Consejo de la Magistratura y del JEM, o que siendo ilustrados justifican los atropellos, como el abogado Emilio Camacho, para quien todo estuvo legalmente en orden.
Solo falta que los cartistas emulen a Castro diciendo “¿quién echa para atrás al cartismo después de todo esto?”.
Muchas barbaridades hicieron porque lograron juntar una mayoría temporal de votos entre personas que tenían varios y diversos intereses particulares y grupales, mas no generales o comunes, como manda el fin de la sana política. Mayorías coyunturales para joder o para salvar a alguien, no para impulsar políticas, proyectos o formar agendas.
La política exige
La política de estos tiempos tiene exigencias difíciles de cumplir para personas que ingresan a ella sin la debida preparación intelectual y sobre todo moral. Su actual integración está casi llena de bazofia humana que fácilmente contamina a quienes permanecen en su área de influencia.
Por eso se impone una reacción ciudadana seriamente organizada para desplazar a quienes forman círculos cerrados de solidaridad para defenderse de las sanciones que corresponden pagar por sus fechorías y para lo cual recurren a mayorías inventadas que burlan los elevados principios y reglas de la democracia.
Las pruebas de que a los actuales representantes del pueblo les importa un bledo la democracia como juego limpio son los proyectos de ley que eliminan las listas sábana y que somete a control el origen del dinero utilizado en las campañas electorales, donde se sospecha que se hace lavado de dinero sucio.
La ciudadanía tiene varias formas de participar en la política, pero la más importante en estos momentos es la que le brinda la oportunidad de decidir, de optar por una mejor representación. No cuesta nada, ciudadano, solo tiene que prestar un poco más de atención sobre los antecedentes de quienes se ofrecen para ser electos, fijarse en su relacionamiento con los demás, que hacen juntos, que dejan de hacer, que ideas y posturas defienden.
Participar es la consigna
Si los postulados no consiguen reunir el puntaje que a ustedes les convence, es hora de pensar en que algunos de ustedes pasen a ocupar esos lugares, como lo están haciendo muchas personas, inclusive de la farándula, que no tendrán la experiencia política necesaria, y aún así posiblemente no logren ser peores que los actuales. La lección que necesitan nuestros políticos actuales es que no llegaron para quedarse y muchos menos para enriquecerse y peor todavía, que no se les permitirá aventuras extrañas que nos arrojen al pasado, sólo porque logran juntarse en mayor cantidad que otros.
RESUMEN DE LA NOTA ANTERIOR
El caos de la política no es lo mismo que la política del caos. Lo que aparenta ser un desorden en el campo político no es sino una estrategia política de dominación para conservar el poder o para adherirse a quienes aún la poseen, tal como se puede observar en los últimos y sucesivos episodios políticos en nuestro país.
La confusión ante el caos empuja a la ciudadanía a buscar fórmulas providenciales (generalmente mano dura) o a aprobar recetas de quienes provocaron deliberadamente la situación para terminar ellos mismos ofreciendo la sensación de algo mejor de los demás, tal como está ocurriendo con la promocionada capacidad y juventud de Peña.
ebritez@abc.com.py