La estabilidad política en el Paraguay es un valor ausente

Se ha señalado no sin razón que un país es desarrollado cuando tiene estabilidad política, justicia independiente, prosperidad económica y protección adecuada del medio ambiente.

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Pero de la estabilidad política depende en mayor grado la consolidación del desarrollo económico, la independencia del Poder Judicial y otros factores. Si no se dan estos requisitos, entonces el país es subdesarrollado, pertenece al Tercer o Cuarto mundos.

Según la ilustración de los cuadros, el Paraguay ha tenido 43 presidentes en la era republicana y constitucional, con un promedio de apenas 2,5 años por cada presidente, siendo el plazo legal de 4 y 5 años, según las constituciones. De los 43, solo 9 fueron estables; es decir, asumieron constitucionalmente y lograron terminar el mandato de igual forma; el resto fue inestable, con el agravante de los 43 años de autoritarismo de Morínigo y Stroessner.

Esta realidad expresa claramente que en el Paraguay la estabilidad política es un valor ausente hasta ahora. La regla es la inestabilidad y la excepción la estabilidad. Aclaremos que un país tiene estabilidad política cuando es capaz de procesar los cambios de sus gobernantes en base y dentro de las reglas de juego establecidas previamente en la Constitución y las leyes, y no al margen ni a costa. Además tiene que ver esencialmente con el respeto del plazo. La estabilidad no es sinónimo de inmovilidad, sino sucesión de gobernantes dentro de las reglas constitucionales y no al margen. Por eso el régimen de Stroessner no representa estabilidad; en rigor, se mantuvo en el poder 35 años mediante ‘‘su’’ propio sistema político y no en base a un sistema republicano, que consagra el principio del plazo presidencial y la sustitución periódica de los gobernantes. Fue una negación de la República.

En los países republicanos y democráticos serios como los EE.UU., la estabilidad política es un valor fundamental, protegido por los ciudadanos, la prensa y la clase política. De allí que en 227 años de historia no tuvieron un solo golpe de Estado, y los 43 presidentes que han tenido hasta ahora se sucedieron en el cargo respetando puntillosamente las reglas sucesorias establecidas en la Constitución. Es uno de los fundamentos del extraordinario progreso económico, tecnológico y cultural de este país.

En el Paraguay, como se ve, otro ha sido el cantar. Las causas de la inestabilidad han sido la intolerancia política -que se dio y sigue dándose bajo la forma del fraude-, la proscripción del adversario político, el autoritarismo y el asesinato. En marzo de 1999 afloraron estos vicios con la muerte de Luis M. Argaña y la deposición del presidente Raúl Cubas y la proscripción de Lino Oviedo y otros. El fraude y la proscripción son moneda corriente que a diario presenciamos. La forma de consagración del colorado Benjamín Maciel Pasotti como presidente de la Cámara de Diputados y el acaparamiento de sus comisiones pese a ser minoría, es una clara demostración de fraude sin duda.

De manera entonces que uno de los desafíos de Nicanor Duarte Frutos es cuidar al máximo el valor de la estabilidad política, que en el fondo es un elemento esencial y favorable para el desarrollo del Paraguay. De ella depende la seguridad jurídica, la institucionalidad en general y que el Paraguay sea bien visto en el exterior y sea efectivamente respetado.



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