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Y en recompensa, nadie se levanta como corresponde, apenas un tímido amague.
El movimiento After Office a través de internet es esperanzador y el pueblo debe adherirse para adquirir fuerza, intrepidez y hacer respetar sus deseos con pujanza y firmeza, porque hasta hoy son avasallados por estos impresentables carcamanes avalados por unos cuantos utópicos mercenarios de oficina so pretexto de la “no violencia” (brazos caídos).
¡Una verdadera pantalla para engañar! La confección de esta celada atroz que busca aplacar ánimos inquietos y desviar los reales propósitos ciudadanos se ha convertido en una gran olla de presión que está siendo mal accionada. Y todos sabemos lo que puede ocurrir. El prolongado descontento se convierte en violencia reprimida, dinamita de alta pureza.
¿Y qué dice la ciudadanía respecto a la provocación que los poderes Judicial y Legislativo vienen generando desde su gruta, al contrariar sistemáticamente la voluntad popular? La agresión oficial está instalada hace muchas décadas y aunque se atrincheren en sus fueros e influencias, no podrán librarse del dicho popular que consagra: “la violencia engendra violencia” ¿De qué se quejan, si bajo sus narices están viendo crecer a su propia cría?... Y cuidado, la revolución de los mansos será terrible.
Al respecto, recuerdo cuando estudiaba en la Argentina, los avatares universitarios me llevaron a ser testigo del “Rosariazo” y del “Cordobazo”, aquello fue idílico, la determinación cívica hizo temblar las estructuras oficiales, sacudiendo a los sistemas en boga. La reacción popular posee un poder inconmensurable y en ese orden, el ciudadano argentino demostró ser valiente, lo ha testimoniado varias veces, es un pueblo con fuerza inusitada que protagoniza y entiende sus derechos cuando le son arrebatados. ¡Una sociedad ejemplar digna de ser imitada!
En la Argentina, siempre la comunidad gana las calles para tumbar a los vivarachos que se atornillan al poder. Es una majestuosa actitud cívica. ¿Acaso no recuerdan los cacerolazos de las amas de casa que terminaron por defenestrar al propio presidente Fernando de la Rúa? Paradigmas históricos hay a granel. Solo debemos deshacernos del terror que instilaron en nuestro inconsciente colectivo durante la tiranía anterior a esta, paralizándonos como sociedad soberana.
Los paraguayos deben reaccionar (rebelarse), porque un pueblo que es despreciado y desobedecido en su señorío, tumba a sus verdugos y traidores. ¿Cómo ejercer entonces el básico principio del “derecho a la defensa”? Todos los caminos están obturados por los “inamovibles” y los “ensabanados” (supuestos demócratas) como para que nadie aventure divergencia o rebeldía alguna contra el sistema impuesto por este consorcio en condominio de los 2 poderes (politiqueros oportunistas), apostando siempre a la permanencia del modelo creado por el stronato (continuismo).
Se ve, se percibe y se siente que este “bípedo estatal” se ha asociado graníticamente para contrarrestar cualquier atisbo de emancipación ciudadana. Cacarean a los cuatro vientos que son “defensores de la democracia”. Sin embargo, la eternización en el poder es la única “democracia” que practican para acogotar a los habitantes y de esa forma, mantener domadas y taponadas a las masas. Esta es la “dictadura corporativa” (totalitarismo) donde la ley es relativa e interpretada de manera infinita, legalizando la marginalidad, lo que termina por generar anarquía, caos social y desorden de subalternos, mandos medios y los sucesivos escalafones de la pirámide. Es el sistema más cruel y perverso que sigue campante, con premeditación y alevosía.
La violencia de “ellos” no tiene demarcación, han rebasado todos los límites, hay una conspiración manifiesta en contra de las inquietudes públicas. Y la acción de “ellos” precisa de la reacción de “estos”, el pueblo. ¡BASTA YA!… “ellos” se mofan de la gente. Entonces, ¿cómo no sacudirnos de estos sádicos, verdaderos filibusteros de la conciencia nacional?
Estamos ante una parálisis institucional, la antidemocracia pura, un gran espectro de falacia y simulación para engatusar. Un estado desdibujado por la inequidad y la ilegitimidad. Padecemos bajo la dinastía de los “politicacos”, turba que incorporó a los familiares, directos e indirectos, legales e ilegales con el propósito de ocupar –en sucesión– cargos y protagonismos, al solo efecto de salvaguardar privilegios (franquicias) y seguir con el festín del acopio y reparto crematístico. Nada de patriótico ni nacionalista y mucho menos democrático.
Hace décadas que venimos prodigando ríos de tinta y largos años de observancia, análisis y pensamientos, nuestra voz llanera se extravía y se apaga ante la inmensidad de la corrupción profunda, el pueblo sigue sumiso, timorato e indiferente, no hay literatura que valga contra el salvajismo del dinero y las armas. Debemos recuperar la salud mental, la dignidad social, pasando a la acción necesaria (ejercicio activo), aquella que estremezca las estructuras y logre la innovación nacional para fundar un nuevo país.
Todo está mascullado, en los próximos periodos veremos a los mismos macacos de siempre como “autoridad” dictando cátedras, grandilocuentes, viciosos y cleptómanos. Los 3 poderes están podridos y desencantan a la gente. Y pensar que para desalojar a estos “hombres escombro” atornillados en estos feudos gubernamentales, solo se requieren de coraje y convicción férrea, así se podrá evitar la continuidad de todos ellos, acuñadores del precepto en boga, per secula seculorum.
Los recientes acontecimientos que enlutaron al Paraguay (muertes en Curuguaty) transformaron al país en un auténtico Black Friday (viernes negro), lo que homologa todo lo descripto en esta crónica, siendo rubricado con el circo depredador del juicio político al Presidente de la República. Esta es la República que no queremos.
En consecuencia, se deben ir todos los “paquetes” empotrados en los poderes porque vivimos en medio de “la nada”, nada de principios, nada de doctrinas. Entonces, ante la necedad de los “usurpadores del poder”, ¿qué es lo que resta para la transformación nacional? El único camino que nos queda es el alzamiento. ¡Tribunal popular!