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A más de un siglo, muchos lugareños siguen moldeando la arcilla para obtener los tradicionales objetos de barro con innovaciones de nuestro tiempo.El rubro de la alfarería es en la actualidad el primer ingreso económico de unas 500 familias aregüeñas que se dedican directamente al moldeado de la arcilla. En tanto, otras 300 familias más viven de la comercialización de los diversos productos de cerámica.
La alfarería llegó a Areguá para quedarse de la mano del artesano español Ricardo Pérez. Cuenta la historia que Pérez fue la persona que salvó de una muerte segura al Gral. Bernardino Caballero tras esconderlo en uno de sus hornos de leña en su casa de Cerrito, Chaco. Así pudo escapar de los soldados aliados que lo seguían durante la Guerra de la Triple Alianza (1864-1870). Una vez en la presidencia de la República, Bernardino Caballero visitó nuevamente el rancho chaqueño de Ricardo Pérez para agradecerle el noble acto en que le salvó la vida. El español le solicitó tierras en donde instalarse y explotar la alfarería que era su pasión. Así fue como llegó a la compañía aregüeña de Isla Valle a orillas del Lago Ypacaraí, zona en donde abundan la arcilla y el caolín, principales ingredientes el trabajo de alfarería.
Ricardo Pérez, tras asentarse en sus tierras, enseñó a los pobladores el arte de la cerámica para que de ella puedan mantenerse en aquellas épocas difíciles de la nación. A finales del siglo XIX introdujo el primer torno a patada que estuvo a cargo del primer artesano aregüeño Enrique Salas. Por citar algunos de los artesanos destacados que pertenecieron a la primera remesa de aprendices de don Pérez se encuentran Juan von Schmeling, Aurelio Maqueda, Nenito Alarcón y José Domingo Villasboa.
Segundo Villasboa, hijo de don José Domingo, siguió los pasos de su padre y se dedica desde los siete años a moldear la arcilla. Don Segundo, a sus 80 años, sigue montado a diario sobre su torno a patadas con el cual sacó adelante a sus cinco hijos, quienes también se dedican a la alfarería y montaron un negocio familiar sobre la céntrica calle La Candelaria.
"Yo desde los siete años ya hacía los detalles de las imágenes de los pesebres que mi papá moldeaba Me especialicé en las ovejas y las vacas de los pesebres. Gateé entre la arcilla, crecí dándole patadas al torno y no veo mi vida lejos de este trabajo. Con esta actividad saqué adelante a mis hijos y para mi satisfacción todos ellos aman la cerámica tanto como yo", dice don Segundo Villasboa en su taller de Areguá.
Si bien en la alfarería se fue perfeccionando e introduciendo innovaciones, él sigue fiel a las enseñanzas de su padre don José Domingo por ser uno de los artesanos pioneros.
El alfarero, munido de una esponja, un pedazo de madera y de chapa en menos de 20 minutos moldea una jarra. Esta actividad lo realiza con entusiasmo con lo cual resalta a simple vista el amor que le tiene a la cerámica.
"Acá a patadas tenemos el trabajo. Si no le doy patadas a mi torno no voy a sobrevivir", dice en broma al explicar que en un día de mucho trabajo a sus 80 años puede aún moldear unas cuarenta jarras, ánforas o vasijas.
Don Segundo sigue utilizando la antigua técnica del secado a sol y el cocido en horno a leña porque está seguro de que se obtienen productos de mayor calidad y durabilidad.
Innovaciones para la venta
La alfarería es un arte que se va trasmitiendo de una generación a otra con la diferencia de que algunas familias de Areguá han optado por otras técnicas como el moldeado a yeso o moldes dejando de lado el trabajo a torno o moldeado a mano. Estas innovaciones generalmente buscan industrializar el producto, es decir producir a gran escala de manera a contar con mayores ingresos económicos.
Roque Maqueda es otro de los descendientes de aquella generación de aprendices de Don Ricardo Pérez, con la diferencia de que él ha introducido algunas mejoras a sus productos, como el esmaltado y los diseños modernos utilizados en la decoración de viviendas y restaurantes.
Maqueda a sus 64 años comenta que ha formado parte de varias asociaciones de artesanos aregüeños con el objetivo de unir a los alfareros, enseñar a los jóvenes a que opten por el moldeado de la arcilla de manera a no perderse esta tradición que identifica a la capital del departamento Central.
"Moldear el barro es un arte que es apreciado por pocos, los jóvenes ya no tienen ese amor por la artesanía aregüeña. Yo creo que si no incentivamos a los adolescentes, en unos 40 años más Areguá sería un desierto de alfareros", reflexiona Maqueda.
Este conocido alfarero entiende que la juventud paraguaya de hoy está optando por las carreras universitarias. No piensan que la mano de obra artesanal es un rubro que, si se sabe explotar, trae beneficios económicos y grandes satisfacciones.
"Con el trabajo de alfarería pude ver crecer a todos mis hijos, compartí con ellos sus travesuras. Si hubiese optado por una carrera quizás estaría lejos de ellos sin verlos crecer", menciona.
Para apreciar el arte de Areguá basta con dar unas vueltas por el microcentro. En la Avda. La Candelaria un sinfín de artesanos dan la bienvenida a los turistas con sus innumerables vasijas, alcancías, planteras, imágenes decorativas y el tradicional pesebre que cada año acompaña a las familias paraguayas durante la Navidad.
La cerámica aregüeña ha sido expuesta en varios países mediante la gestión de varios organismos gubernamentales y ONG. Así ha sido admirada y apreciada en ferias del Brasil, Argentina, Alemania, Estados Unidos, Taiwán y Japón.
1- Don Ricardo Pérez fue quien salvó de una muerte segura al Gral. Bernardino Caballero al esconderlo en uno de sus hornos de leña. Así pudo escapar de los soldados aliados que lo seguían durante la Guerra de la Triple Alianza (1864-1870).
2- Las planteras ocupan el primer lugar en las ventas en cerámica. Le siguen las vasijas de diferentes tamaños y modelos y las ánforas, que en los últimos años son muy apreciadas en decoración. Los pesebres tienen fama mundial.
3- A lo largo de la Avda. La Candelaria unas 100 personas exhiben sus productos hechos hoy con diversas técnicas y estilos. Se estima que unas 1.200 personas viven directa o indirectamente de la cerámica en la ciudad de Areguá.
La alfarería llegó a Areguá para quedarse de la mano del artesano español Ricardo Pérez. Cuenta la historia que Pérez fue la persona que salvó de una muerte segura al Gral. Bernardino Caballero tras esconderlo en uno de sus hornos de leña en su casa de Cerrito, Chaco. Así pudo escapar de los soldados aliados que lo seguían durante la Guerra de la Triple Alianza (1864-1870). Una vez en la presidencia de la República, Bernardino Caballero visitó nuevamente el rancho chaqueño de Ricardo Pérez para agradecerle el noble acto en que le salvó la vida. El español le solicitó tierras en donde instalarse y explotar la alfarería que era su pasión. Así fue como llegó a la compañía aregüeña de Isla Valle a orillas del Lago Ypacaraí, zona en donde abundan la arcilla y el caolín, principales ingredientes el trabajo de alfarería.
Ricardo Pérez, tras asentarse en sus tierras, enseñó a los pobladores el arte de la cerámica para que de ella puedan mantenerse en aquellas épocas difíciles de la nación. A finales del siglo XIX introdujo el primer torno a patada que estuvo a cargo del primer artesano aregüeño Enrique Salas. Por citar algunos de los artesanos destacados que pertenecieron a la primera remesa de aprendices de don Pérez se encuentran Juan von Schmeling, Aurelio Maqueda, Nenito Alarcón y José Domingo Villasboa.
Segundo Villasboa, hijo de don José Domingo, siguió los pasos de su padre y se dedica desde los siete años a moldear la arcilla. Don Segundo, a sus 80 años, sigue montado a diario sobre su torno a patadas con el cual sacó adelante a sus cinco hijos, quienes también se dedican a la alfarería y montaron un negocio familiar sobre la céntrica calle La Candelaria.
"Yo desde los siete años ya hacía los detalles de las imágenes de los pesebres que mi papá moldeaba Me especialicé en las ovejas y las vacas de los pesebres. Gateé entre la arcilla, crecí dándole patadas al torno y no veo mi vida lejos de este trabajo. Con esta actividad saqué adelante a mis hijos y para mi satisfacción todos ellos aman la cerámica tanto como yo", dice don Segundo Villasboa en su taller de Areguá.
Si bien en la alfarería se fue perfeccionando e introduciendo innovaciones, él sigue fiel a las enseñanzas de su padre don José Domingo por ser uno de los artesanos pioneros.
El alfarero, munido de una esponja, un pedazo de madera y de chapa en menos de 20 minutos moldea una jarra. Esta actividad lo realiza con entusiasmo con lo cual resalta a simple vista el amor que le tiene a la cerámica.
"Acá a patadas tenemos el trabajo. Si no le doy patadas a mi torno no voy a sobrevivir", dice en broma al explicar que en un día de mucho trabajo a sus 80 años puede aún moldear unas cuarenta jarras, ánforas o vasijas.
Don Segundo sigue utilizando la antigua técnica del secado a sol y el cocido en horno a leña porque está seguro de que se obtienen productos de mayor calidad y durabilidad.
Innovaciones para la venta
La alfarería es un arte que se va trasmitiendo de una generación a otra con la diferencia de que algunas familias de Areguá han optado por otras técnicas como el moldeado a yeso o moldes dejando de lado el trabajo a torno o moldeado a mano. Estas innovaciones generalmente buscan industrializar el producto, es decir producir a gran escala de manera a contar con mayores ingresos económicos.
Roque Maqueda es otro de los descendientes de aquella generación de aprendices de Don Ricardo Pérez, con la diferencia de que él ha introducido algunas mejoras a sus productos, como el esmaltado y los diseños modernos utilizados en la decoración de viviendas y restaurantes.
Maqueda a sus 64 años comenta que ha formado parte de varias asociaciones de artesanos aregüeños con el objetivo de unir a los alfareros, enseñar a los jóvenes a que opten por el moldeado de la arcilla de manera a no perderse esta tradición que identifica a la capital del departamento Central.
"Moldear el barro es un arte que es apreciado por pocos, los jóvenes ya no tienen ese amor por la artesanía aregüeña. Yo creo que si no incentivamos a los adolescentes, en unos 40 años más Areguá sería un desierto de alfareros", reflexiona Maqueda.
Este conocido alfarero entiende que la juventud paraguaya de hoy está optando por las carreras universitarias. No piensan que la mano de obra artesanal es un rubro que, si se sabe explotar, trae beneficios económicos y grandes satisfacciones.
"Con el trabajo de alfarería pude ver crecer a todos mis hijos, compartí con ellos sus travesuras. Si hubiese optado por una carrera quizás estaría lejos de ellos sin verlos crecer", menciona.
Para apreciar el arte de Areguá basta con dar unas vueltas por el microcentro. En la Avda. La Candelaria un sinfín de artesanos dan la bienvenida a los turistas con sus innumerables vasijas, alcancías, planteras, imágenes decorativas y el tradicional pesebre que cada año acompaña a las familias paraguayas durante la Navidad.
La cerámica aregüeña ha sido expuesta en varios países mediante la gestión de varios organismos gubernamentales y ONG. Así ha sido admirada y apreciada en ferias del Brasil, Argentina, Alemania, Estados Unidos, Taiwán y Japón.
1- Don Ricardo Pérez fue quien salvó de una muerte segura al Gral. Bernardino Caballero al esconderlo en uno de sus hornos de leña. Así pudo escapar de los soldados aliados que lo seguían durante la Guerra de la Triple Alianza (1864-1870).
2- Las planteras ocupan el primer lugar en las ventas en cerámica. Le siguen las vasijas de diferentes tamaños y modelos y las ánforas, que en los últimos años son muy apreciadas en decoración. Los pesebres tienen fama mundial.
3- A lo largo de la Avda. La Candelaria unas 100 personas exhiben sus productos hechos hoy con diversas técnicas y estilos. Se estima que unas 1.200 personas viven directa o indirectamente de la cerámica en la ciudad de Areguá.