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La elección de Karol Józef Wojtyla, como Juan Pablo II, el 18 de octubre de 1978, y su pontificado caracterizado por la visitas pastorales a diversos países del mundo, sin dudas abrió la posibilidad de que algún día también llegara a estas tierras. Argentina, Brasil, México y otros países latinoamericanos ya tenían la satisfacción de haber visto al “Mensajero de la Paz”, y la pregunta era cuándo en Paraguay.
Los optimistas no perdían la ilusión de ver al carismático pontífice. Los pesimistas decían: “Paraguay no tiene la infraestructura”, “Stroessner no lo va a permitir”, porque la Iglesia ya estaba trabajando en el cambio de su gobierno dictatorial. Y también estaban los anarquistas que decían: “Vendría el fin del mundo si el Papa llegara al Paraguay”.
Sin dudas, la Iglesia fue la que tuvo la iniciativa para que el vicario de Cristo visitara el Paraguay, a la que luego se sumó el Gobierno, porque el pontífice también era Jefe de Estado. Su Santidad iba a llegar a la tierra de Roque González de Santa Cruz, en la que también se veneraba a la milagrosa Virgen de Caacupé.
La gran noticia oficial se dio a conocer finalmente el 8 de diciembre de 1987. Los obispos del Paraguay anunciaban en Caacupé que el papa Juan Pablo II iba a visitar el Paraguay. En esa misma ocasión se explicaba a la feligresía para qué llegaría al país.
“Desde hace varios años estábamos aguardando la concreción de este anhelo largamente acariciado. Ha querido la Providencia que guía el destino de los hombres y de los pueblos, que llegara ese momento. Y es justamente en torno a la festividad de Caacupé, de tan cara resonancia en el corazón del pueblo paraguayo que hacemos este anuncio: en el mes de mayo (16, 17 y 18) de 1988, Dios mediante, el papa Juan Pablo II pisará este suelo tan querido del Paraguay”, decía el comunicado de la Conferencia Episcopal Paraguaya, que anunciaba la visita del sucesor de Pedro.
El anuncio fue recibido con un cerrado aplauso que duró varios minutos, incluso muchos lloraban de la emoción, según las crónicas de la época. El sueño de muchos católicos de ver al Papa antes de morir se cumplía. Otras generaciones, en cambio, estaban frente a un gran acontecimiento que nunca se borraría de sus mentes.
A partir de este anuncio la pregunta era para qué venía. En la misma comunicación, los obispos ya anunciaban que era una visita pastoral y que no de un Jefe de Estado más. Esta aclaración era para desalentar cualquier intento de la dictadura de manipular con fines políticos la llegada del Pontífice.
Los pastores llamaban igualmente a la reconciliación de todos los paraguayos, porque en ese momento la dictadura stronista no cesaba en sus persecuciones, represiones y encarcelamientos de ciudadanos paraguayos que clamaban por el fin de un régimen que no dudaba en cercenar las libertades públicas.
Se conformaron dos comisiones, una del Gobierno y otra de la Iglesia, que se encargarían de la visita.
En el país, poco o nada cambiaba en el ambiente político, porque la instalación en la Junta de Gobierno del llamado “Cuatrinomio de Oro”, con Sabino Augusto Montanaro a la cabeza, antes que pacificar los ánimos, encendía un ambiente de amenazas y violencia verbal, que llevaba a detenciones y represiones.
En medio de este panorama, los preparativos iban adelante. La Iglesia intensificaba su pastoral para promocionar el motivo de la visita, y resaltaba que esta no debería ser un acontecimiento pasajero, sino una gracia que redunde en frutos espirituales.
Pasaron los días desde aquel 8 de diciembre en el que se dio el gran anuncio. Otro gran regalo que tendría el Paraguay, fue la canonización del beato paraguayo San Roque González de Santa Cruz y compañeros mártires, un deseo largamente esperado.
Y llegó el gran día. Era un 16 de mayo. Asunción amaneció nubosa y aproximadamente a las 8:00 de la mañana se abatió un diluvio sobre la capital. Nuevamente la duda, la incertidumbre se apoderó de muchos paraguayos. La lluvia era torrencial. El viento Sur bajó considerablemente la temperatura. En medio de este clima, Ñu Guasu ya era el centro de peregrinación de miles de compatriotas.
Allí en el lodazal, y bajo la torrencial precipitación, estoicamente estaba el Paraguay representado en más de 400.000 personas. Transcurrían las horas, y en los altoparlantes se anunciaba que Juan Pablo II abandonaba Perú y se dirigía hacia el Paraguay. La lluvia seguía implacable, pero el fervor y las ansias superaban todo sacrificio. Finalmente, minutos después de las 13:00, los altoparlantes anunciaban que Juan Pablo II ya estaba en el Paraguay.
Visita de Juan Pablo II, ver video:
Mañana: Visita papal, batalla campal, por el padre Cristóbal López
avelazquez@abc.com.py
Fotos: Gentileza de la Conferencia Episcopal Paraguaya