Cargando...
Pero las gotas que colmaron el vaso fueron las siguientes: 1. Ante la negativa del presidente Bartolomé Mitre a la solicitud del Gobierno paraguayo para el tránsito de su Ejército a través de territorio argentino con el propósito de auxilio al Gobierno del Uruguay, el presidente Francisco Solano López Carrillo convocaba al Soberano Congreso Nacional el 15 de febrero de 1865.
2. El 5 de marzo siguiente, el Congreso Nacional iniciaba sus deliberaciones con la presencia del presidente López quien, al inaugurar las sesiones detallaba los últimos acontecimientos y especialmente sobre la actitud del Gobierno argentino; el que al negar un pedido planteado con las garantías para que dicho tránsito se realizara “...sin gravamen del vecindario y con toda la consideración debida a las autoridades argentinas”. Y que en oposición a su declamación de neutralidad, amparaba sin embargo “... la acción del Brasil franqueando sus aguas para la escuadra y ejército imperial” para invadir la Banda Oriental.
3. El 18 de marzo, el Congreso declaraba la guerra al Gobierno argentino y aprobaba las acciones del Ejecutivo en cuanto a la guerra ya en curso con el Brasil.
Además, autorizaba la emisión de papel moneda para subvenir los gastos “emergentes de la situación creada”, facultaba al Gobierno a la contratación de un empréstito en Europa hasta “la suma de 5 millones de libras esterlinas”, y confería al general Francisco Solano López “el grado de Mariscal de Campo” a su vez de facultarle para designar “seis brigadieres y tres generales de división”.
¿Comunicación al enemigo a declaración de facto?
De acuerdo a la versión de algunos cronistas, la Declaración de Guerra del Paraguay a la Argentina fue transmitida por el canciller paraguayo José Berges, a su colega argentino Rufino Elizalde, el 29 de marzo siguiente.
Otras versiones aseguran que el 3 de abril de 1865, el general Wenceslao Robles llevó el documento a Humaitá, para que el teniente Cipriano Ayala trasladara el documento a Buenos Aires.
Éste arribó a la capital argentina el 8 de abril e inmediatamente entregó la declaración de guerra al señor Félix Egusquiza, agente paraguayo ante el Gobierno de Mitre. Sería este funcionario el encargado de poner en manos de las autoridades argentinas la declaración de guerra; según el relato del historiador argentino José María Rosa, citando el libro “La Declaración de Guerra del Paraguay”, de Ovidio Rebaudi.
Pero de acuerdo a la versión de Efraím Cardozo, el teniente Ayala –si bien conocedor de la medida y de los riesgos de su misión– solo llevó instrucciones para Egusquiza y para el cónsul en Paraná, José Rufo Caminos, pero ninguna declaración para el Gobierno argentino.
El documento no habría sido finalmente enviado porque ante la posible medida, tanto López como Berges habrían recopilado una abundante documentación en la que fundar la emergencia y evitar la comunicación.
Sin convenciones que regularan o rigieran el procedimiento, existía en la época una variada gama de posiciones. Algunas sostenían “que era propio de países civilizados la previa advertencia al enemigo (...) e incluso se le diera tiempo a defenderse”.
Otros opinaban “que las conveniencias nacionales no aconsejaban otorgar ninguna ventaja al adversario sobre todo cuando se trataba de una guerra justa. No faltaba quienes sostenían que, incluso, la declaración de guerra estaba de más”.
Esta última actitud se apoyaban fundamentalmente en los textos de Federico de Martens, Kubler, Hautefeuille, Pinheiro Ferreira, además de Emérico de Vattel, francés, “autoridad máxima en Derecho Internacional” quien asentaba que “...antes, las potencias de Europa enviaban heraldos o embajadores para declarar la guerra: hoy se contentan con hacerla pública en la capital, en las principales ciudades o sobre la frontera”.
En 1863, el presidente López ya contaba con un ejemplar de la obra de Vattel. En ella, el comentarista del libro anticipaba que la discusión sobre la necesidad de comunicar una declaración de guerra había perdido “todo interés desde que las costumbres políticas modernas han disipado los misterios con que la vieja diplomacia envolvía sus acciones”.
López no hizo llegar el documento a Bs. As.
Aunque la queja del Gobierno de Mitre por la acción paraguaya en Corrientes (13 de abril de 1865) sin previa declaración de guerra careciera de fundamentos, tanto por lo que señalaban estos expertos como por el conocimiento –de hecho– que las autoridades argentinas tenían sobre las acciones implementadas por el Gobierno paraguayo, lo cierto es que el Mariscal López no hizo llegar la declaración de guerra a Buenos Aires.
En cuanto al teniente Ayala, éste se embarcó al día siguiente para retornar al Paraguay.
Pero fue apresado en Goya y retornado a Buenos Aires, preso e incomunicado, bajo la acusación de espía. “...Procesado en 1867, su prisión duró hasta 1869 cuando ya no gobernaba Mitre y no importaba lo que dijese el prisionero. Su larga detención lo había derrumbado física y moralmente: en 1869 ‘trabajaba de albañil’ en uno de los barrios del sud de la ciudad de Buenos Aires”.
jrubiani@click.com.py