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–¿En qué medida repercutió la crisis en la escena internacional?
–Paraguay venía de una senda de crecimiento desde el 2016. Yo creo que ese espaldarazo a la economía pudo haber impulsado al Gobierno a utilizarlo políticamente. Paraguay venía de cotizar los activos tan cerca como los de Uruguay y Colombia, países que son grados de inversión. No es casualidad que Paraguay tenga la economía que más crece en Latinoamérica, con inflación controlada, un Banco Central independiente, metas de inflación creíbles, un déficit fiscal y nivel de endeudamiento más bajos de la región. Eso creo que convenció al Gobierno a pensar en una continuidad. Desde octubre, de lo único que se hablaba en Paraguay era de reelección. Incluso, en un momento dado, buena parte del mercado pensó que se venía una puja Cartes-Lugo en el 2018. Pero la propuesta resultó impopular en el electorado.
–La reelección no prendió...
–Paraguay se acostumbró al gobierno nuevo, donde tanto el oficialismo como la oposición tienen que poner nuevos candidatos cada cinco años. En nuestras estimaciones estábamos casi seguros de que eso no iba a funcionar y que la enmienda, si llegaba a pasar, era muy difícil que sorteara el referéndum...
–El terremoto se reprodujo en todo el mundo: incendio del Congreso, asesinato de un opositor, disparos contra congresistas. Sonaban tambores de guerra...
–El impacto de la última semana se siguió con mucho interés, pero hubo poco impacto en el mercado. Efecto hubo en diciembre cuando se vetó el presupuesto. De ahí se descontaba que iba a haber conflictividad, pero nadie vaticinó un riesgo de ruptura, de baja de la calificación de Paraguay, de BB y medio a triple B que lo hace confiable en su capacidad y voluntad de repago. El país puede volver a ofrecer los activos, ganancias de capital atractivas una vez que se disipe la incertidumbre.
–Conste que la calificadora Moodys lanzó su alerta de preocupación enseguida después de los sucesos.. –Todos estábamos muy al tanto y pendientes del desenlace, pero desde el punto de vista de los precios de los activos no hubo variación. Por lo que pasó en marzo, nadie vendió activos paraguayos. Es más, hubo gente que lo tomó como una oportunidad de compra. Creo que el ordenamiento macroeconómico del Paraguay es casi ejemplar. Está entre las economías más ordenadas...
–¿Es suficiente la macroeconomía ordenada?
–No. Está el consenso de que es condición necesaria, pero no suficiente. Sin el ordenamiento macro es imposible llegar, pero además hay un déficit institucional. Si el próximo gobierno quiere que la calificación siga mejorando y que Paraguay juegue en Primera, va a tener que hacer avances en el marco institucional.
–¿De qué tipo?
–Una de las cosas que se van a tener que encarar es el mejoramiento de la ley de responsabilidad fiscal. Hoy define un máximo de déficit fiscal de 1,5 del PIB. Cuando la economía está creciendo muy fuerte como en los últimos dos años es una meta laxa, pero en el tiempo de vacas flacas como fue en el 2015 –cuando la economía se desaceleró– es un chaleco de fuerza. En la recesión hay que permitir un déficit fiscal más grande para estabilizar la economía y en períodos en los que la economía se comporta muy bien se ahorra en lugar de seguir gastando. En el fondo, el déficit fiscal se produce porque el Gobierno gasta más de lo que entra.
–Lo que se mantiene es la vocación del despilfarro...
–Por lo menos Paraguay en ese sentido dio un paso al frente. Tuvo un sesgo relativamente prudente en la política fiscal, en parte por las restricciones a tomar deudas. Yo me reflejaría en la ley de responsabilidad fiscal de Chile que parece ser la más efectiva y la más avanzada de la región. El cambio de la economía chilena es fenomenal de 30 años a esta parte. Si el norte está por ahí, en algún momento nos vamos a tener que preocupar por el tema institucional...
–¿Y el panorama electoral que se viene?
–Va a depender mucho de quién sea el candidato. Del lado de la oposición los nombres están un poco más claros. Lo que no está claro es si los nombres van a ir juntos...
–Quién: Efraín (Alegre) y (Mario) Ferreiro...
–La incertidumbre es saber si (Alegre y Ferreiro) van a ir juntos o por separado. Del lado colorado todavía no se sabe oficialmente quién va a ser el candidato del Gobierno. Del lado de los disidentes está más claro...
–Mario Abdo (Benítez)... –Está muy claro. Falta el candidato del Gobierno. Hay algún comodín por ahí que puede llegar a sorprender...
–¿Usted ya sabe? Un sector empresarial no niega que le gusta (Santiago) Peña, el ministro de Hacienda... –No sé. Él se forjó una credibilidad muy grande en el mercado y ya antes de la crisis se lo veía como la cara de la continuidad. Conseguir una deuda a los niveles, a las tasas que se está consiguiendo es todo un logro...
–¿Influye en los inversionistas los jugadores que se quedan en el escenario político?
–El empresario, a la larga o a la corta, necesita que sus cosas le vayan bien, independientemente del Gobierno. Cuanto más fuerte sea el esquema institucional mejor será la calidad de la inversión. Aun en medio de las incertidumbres políticas, el sector privado encuentra la forma de acomodarse a los esquemas políticos.
–¿Cuál es la perspectiva de crecimiento de los vecinos? –El escenario es mucho mejor que el año pasado. Brasil tiene su peor recesión de los últimos 80 años y nunca la recuperación fue tan lenta. Los últimos dos meses fueron buenos. Acumuló casi 2% de crecimiento en enero y febrero. Da la sensación de que la economía está arrancando, pero los pronósticos son de un crecimiento laxo, sobre todo en el contexto en que la incertidumbre electoral en Brasil es muy grande. En Argentina es un poco más claro. Podría crecer 3%. Los años electorales en general son los peores para la inversión privada. Pero este año el vecindario va a contribuir a que la economía siga creciendo.
–Y Donald Trump y su onda proteccionista, ¿patea a favor o en contra de la olla?
–Los primeros 100 días de Trump muestran un gobierno americano distinto a lo que nos tenían acostumbrados, mucho menos orgánico, mucho más desorganizado, menos predecible. Pero hay dos cosas que quedaron claras. Primero: la política proteccionista viene en serio y, dos, también esta idea que Trump va a lograr que en el corto plazo EE.UU. crezca más rápido de lo que venía creciendo. La verdad es que ni Paraguay ni Argentina ni Uruguay –Brasil un poco más pero hasta ahí– tiene grandes lazos con EE.UU. En todos nuestros países, EE.UU. es el cuarto o quinto socio comercial. Entonces, el impacto del proteccionismo de EE.UU. es más limitado.
–El acuerdo de Yacyretá y la batalla que se espera en el Senado para su aprobación, ¿qué comentario le merece?
–Fuera de la discusión de precios y las deudas, no se puede desconocer la realidad argentina de su perentoria necesidad de energía y su disposición de comprar todo lo que le venda Paraguay. Al mismo tiempo, Paraguay crece en forma exponencial en sus necesidades de energía y eso reduce el saldo exportable. Una de las cosas importantes que se van a tener que negociar son las compensaciones. Lo ideal sería que esas compensaciones alcancen para construir pequeñas represas en distintos puntos de Paraguay que permitan abastecer la demanda local, cosa de mantener Yacyretá para seguir exportando.
–La discusión no acabó sobre este “monumento a la corrupción”, como graficó Menem...
–Es difícil saber dónde estamos parados. Uno entiende a las voces en contra. Hubo tantas irregularidades que no se sabe por dónde empezar porque hay 10 números distintos sobre la deuda. Son casi 30 años de debate. Lo importante en el fondo es saber si el acuerdo sirve de hoy para adelante. No es una discusión sobre quién cedió o no. La actual situación no le sirve a nadie. Es como el perro del hortelano (no come ni deja comer). Se da una situación en la que lo perfecto es enemigo de lo bueno y un acuerdo perfecto no es posible. El tema es si se puede ir para adelante.
–Se plantean cuestiones de soberanía, de ventajas abusivas, de multitud de perjuicios...
–Todo el costo de la energía es crecimiento de la economía. Es todo valor agregado. Sirve para un mayor consumo, para dar más trabajo, mejorar salarios, hacer más obras. Paraguay es un maratonista perfectamente entrenado para correr pero alguien le puso un talle más chico a sus zapatos. Hoy podría crecer por lo menos 5% por año los próximos 20 años, pero le urge inyección de capital e infraestructura. Una de las patas para eso es tener fuentes de energía, garantizadas y baratas. Con los recursos que se generan de la energía se puede invertir en la economía, en hacer cloacas para contener los raudales como veo que necesitan aquí (después de las copiosas lluvias del miércoles), para hacer autopistas, puentes... En algún momento hay que romper la dinámica. No hay grandes inversiones porque no hay infraestructura y entramos en un círculo vicioso. Hay que romperlo alguna vez. No tenemos que pensar cuánto va a crecer el país en el 2018. Hoy tenemos que pensar cuánto va a ser el ingreso de las próximas tres generaciones de paraguayos.
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